El 26 de septiembre de 2013
murió en México, después de una penosa
enfermedad, Ernesto Godoy Dárdano. Su muerte me resulta particularmente triste
porque me unió a Ernesto una larga relación que comenzó en 1979, cuando me
invitó a colaborar en la Escuela de Orientación Sindical que funcionaba en la
Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
Carlos Figueroa Ibarra /
Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Eran tiempos aciagos aquellos en los cuales Neto se hizo cargo de
dicha escuela. Durante varios años,
dicha escuela había estado a cargo del abogado laboralista Santiago López Aguilar. A fines de 1978,
Santiago fue seriamente herido en un
atentado que casi le costó la vida. Neto Godoy fue el relevo de Santiago; durante 1979 y parte de 1980, en las
circunstancias más adversas, le dio continuidad al esfuerzo sindical que había
nacido en el espíritu del también abogado Mario López Larrave, asesinado en
1977. Iniciaba Neto su conducción de la Escuela de Orientación Sindical cuando
el 14 de febrero de 1979 fue asesinado uno de sus pilares, Manuel Andrade Roca.
La ejecución extrajudicial, peor aún, la desaparición forzada, rondaba a todos
los integrantes de la Escuela y no pocos de ellos finalmente sucumbieron a la
represión. Recuerdo particularmente a Víctor Herrera y a Ileana Minera,
desaparecidos junto a 15 dirigentes sindicales de la fábrica de jugos Kern’s y
de la de café soluble (Incasa) en el Centro de Capacitación Emaús en agosto de
1980.
Ernesto Godoy Dárdano provenía de una familia acomodada de la ciudad
de Guatemala. Su padre, Roberto Godoy, era un comerciante relativamente
próspero y representante de varias firmas comerciales. Su madre, Lucía Dárdano,
era hija de un gran terrateniente cafetalero de El Salvador. No obstante esos
orígenes sociales, que auguraban en los hijos del matrimonio Godoy Dárdano una
vida holgada y confortable, la crisis de 1929 significó un estremecimiento del cual la familia no salió indemne.
Algo debe haber habido en los principios morales de aquel hogar
católico y acomodado porque cuatro de los cinco hermanos Godoy Dárdano
mostraron a lo largo de sus vidas un compromiso social notable. Roberto “Popi”
Godoy se hizo abogado en la década de los cincuenta y se convirtió en un
militante revolucionario, defensor de presos políticos y abogado laboral. Fue
congruente con su compromiso hasta su muerte acaecida en 1980, cuando estaba a
punto de salir al exilio. Su ejemplo influyó en María Inés quien también habría
seguir los pasos de su hermano mayor. Lucía llegó por otros caminos al
compromiso social pues se hizo religiosa y con el tiempo habría de convertirse
en una extraordinaria mujer: la Madre Lucía, impulsora de la operación Uspantán
en El Quiché, de obra social en
Huehuetenango, labor educativa en
las áreas marginales de la ciudad de Guatemala y aun en remotos lugares como el
Congo africano.
Ernesto también inició su compromiso social y político en el Liceo Javier, luego en la orden de los jesuitas de la
cual fue novicio en El Salvador y en
Ecuador. En 1970 abandonó la orden y continuó su compromiso social en la senda
que había trazado su hermano Roberto. Desde la solidaridad cristiana llegó al
marxismo en el contexto de sus estudios en Psicología en la Universidad Rafael
Landívar. Dicho compromiso también lo mantuvo hasta su muerte pues en sus años
finales fue un activo adherente de “La Otra Campaña”, el movimiento zapatista
surgido con la sublevación en Chiapas en enero de 1994. Ernesto tuvo la fortuna
de tener tres hijas y una ejemplar compañera de vida, la historiadora Coralia
Gutiérrez.
A ellas, a toda su
familia, a todos nosotros y nosotras,
sus compañeros de lucha en diversos momentos de su vida, les mando un fuerte
abrazo solidario.
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