Dos guerras, una de
ellas internacional, tres actos de nacionalización revolucionaria luego de
otras tantas usurpaciones, dos golpes de Estado, un referéndum vinculatorio y
83 años de resistencia popular anticapitalista marcan la historia del petróleo
y el gas en Bolivia.
Jorge Mansilla
Torres* / LA JORNADA
La guerra del gas en 2003 |
La primera guerra
internacional por el petróleo se dio entre Bolivia y Paraguay. La Guerra del
Chaco (1932-1935) causó 100 mil muertos, 61 mil de ellos bolivianos. Esa
contienda fue empujada por las trasnacionales Standard Oil Co y Gulf Oil Co.
En el sureste de
Bolivia operaba desde 1921 la Standard Oil de Nueva Jersey que doblegó al
gobierno con un empréstito financiero en 1930 a cambio de concesiones
ventajistas; ese dinero sirvió para afrontar el crac de 1929.
La Gulf, por su lado,
explotaba el hidrocarburo en el noroeste argentino y quiso hacerse del crudo
boliviano bordeando territorio paraguayo. La Standard alertó de esa intención
al gobierno de Bolivia, mismo que después de escaramuzas y dislates de ambos
lados le declaró la guerra a Paraguay en 1932.
Más de 220 mil
conscriptos fueron movilizados al Chaco Boreal y aquello fue un desastre por la
eterna falta de agua en la región yerma. Dos soldados, que luego devinieron
grandes escritores, el paraguayo Augusto Roa Bastos y el boliviano Augusto
Céspedes, dijeron que la sed causó tanta mortandad como las 26 batallas
consumadas.
En junio de 1935 se
firmó el armisticio. La historia dice que Paraguay ganó la guerra. Los
bolivianos afirman que no la perdieron. Los invasores, según Bolivia, no
llegaron a los yacimientos petrolíferos ni se llevaron una gota del aceite de
piedra, el petróleo.
De esa campaña emergió
una generación de militares socialistas que fueron presidentes. El general
David Toro nacionalizó el petróleo en 1937 y expulsó a la Standard Oil. Se
trató de la primera nacionalización petrolera mundial y también de la primera
empresa yanqui echada de América Latina. Ese presidente fundó la estatal
Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), un año antes de que el
presidente Lázaro Cárdenas creara Pemex.
El teniente coronel
Germán Busch Becerra (1938-1939) se enfrentó al poder de los empresarios
mineros y los amagó con la nacionalización de minas. Se suicidó, dijeron, con
un tiro en la sien. La prensa amarilla afirmó que ese héroe de nueve batallas
no pudo soportar un dolor de muelas y se pegó un balazo. Parece que lo mataron.
El mayor Gualberto
Villarroel (presidente entre 1943 y 1946) afrontó la presión externa para
modernizar la explotación petrolera y proclamó su nacionalismo
antimperialista. La burguesía lo acusó de nazi y la Iglesia lo llamó
comunista. El 21 de julio de 1946 una turba asaltó el Palacio Quemado y golpeó
a morir al presidente; arrastró su cuerpo hasta un farol de luz municipal y lo
colgó con una soga que, según la prensa, alguien lanzó fortuitamente.
La triunfante
revolución nacional de 1952 reivindicó a esos militares de avanzada,
nacionalizó las minas, decretó la reforma agraria y potenció a la empresa
petrolera fiscal. Pero en 1964, la embajada de Estados Unidos y el FMI
patrocinaron un golpe de Estado que derrocó al nacionalista Víctor Paz
Estenssoro y cortó ese proceso.
El imperialismo impuso
al general René Barrientos en la presidencia y éste llamó a la Gulf Oil Co para
manejar el petróleo con abstracción de YPFB. La empresa gringa le regaló un
helicóptero en la Navidad de 1965.
El pueblo se opuso en
las calles a esa privatización del energético; el diputado Marcelo Quiroga
Santa Cruz abanderó esas luchas y fue perseguido y reprimido. Aquel Barrientos,
empero, murió en abril de 1969 al precipitarse a tierra (¡gulp!) su
helicóptero.
En octubre de 1970, el
general Alfredo Ovando se hizo presidente mediante un golpe de Estado y, con
Quiroga Santa Cruz como ministro de Energía, renacionalizó el petróleo y
expulsó a la Gulf Oil Co.
Otro golpe militar
organizado en 1980 por la embajada yanqui derribó al gobierno de Lidia Gueiler
y asesinó a tiros a Quiroga Santa Cruz. En 1982 fue restablecida la democracia
pero se la aparejó con el neoliberalismo y las privatizaciones.
Los recursos naturales
fueron subastados a la inversión privada desde 1985 y el petróleo y el gas
pasaron a poder total de 12 trasnacionales. La resistencia popular se magnificó
hasta grados de heroísmo.
El 17 de octubre de
2003 ocurrió la guerra del gas en El Alto de La Paz y la represión militar mató
a 67 patriotas, la mayoría indígenas. El presidente neoliberal Goni Sánchez de
Lozada huyó a Estados Unidos ese día.
Tamaña victoria motivó
al presidente Carlos Mesa a organizar un referéndum (abril, 2004), con esta
premisa: ¿Está usted de acuerdo con la recuperación de todos los hidrocarburos
en boca de pozo para el Estado boliviano?
El indígena Evo Morales
asumió la presidencia democráticamente en 2006 y su primer acto de gobierno fue
renacionalizar los hidrocarburos. El decreto se llamó Héroes del Chaco. Fue la
tercera vez que esos recursos se recuperaron para honra del país.
Las 12 trasnacionales
afectadas aceptaron quedarse en el país como prestadoras de servicios. Si antes
pagaban sólo 18 por ciento por impuestos y regalías, ahora dejan 82 por ciento
de sus ganancias a cambio de seguridades jurídicas y garantías plenas para sus
inversiones.
El optimismo y las
certidumbres en el actual proceso de cambios se asientan también en las coplas
de la resistencia por los hidrocarburos: “El gas es un compuesto de etano,
metano y butano… que nos quieren quitar zutano, mengano y perengano. Pero no
nos vamos a dejar. Palabra de boliviano”.
* Escritor y periodista. Fue embajador de Bolivia en
México.
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