La construcción de una
comunicación por vía terrestre o acuática está en la perspectiva de todos los
países que tiene costas en los dos océanos. Con mirada de futuro, se estima que
una obra de estas características generará una transformación del país que la
construya, y producirá un impacto global de tal dimensión que, indudablemente,
cambiará el mapa político y comercial del planeta.
Sergio
Rodríguez Gelfenstein / Especia para Con Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
América
Latina y el Caribe han ido cobrando interés como región de importancia
estratégica global. Múltiples factores han venido a coadyuvar para la
construcción de esta idea. Al respecto, Marco Aurelio García, asesor de
política exterior de los presidentes Luiz Inácio Lula Da Silva y Dilma
Rousseff, en entrevista concedida en noviembre de 2010 a Le Monde Diplomatique -refiriéndose a América del Sur- manifestó que “…Tenemos las mayores reservas de
energía del planeta: petróleo, gas, carbón, potencial hidroeléctrico, nuclear,
eólico y el mundo demandará cada vez más energía. También tenemos grandes
recursos alimenticios, que no son el resultado del modelo de producción
primaria y exportadora del pasado, porque hoy nuestra agricultura tiene una
alta productividad, alcanzada gracias a investigaciones científicas y
tecnológicas, así como criterios gerenciales modernos. También tenemos polos
industriales de punta, aunque vamos a tener que potenciarlos mediante políticas
nacionales y regionales”.
Sin embargo, planteado
desde este punto de vista, se soslaya un aspecto determinante que potencia lo
anteriormente dicho: su ubicación geográfica. Este ámbito no se ha valorado en
su justa dimensión, aunque los poderes mundiales han puesto el ojo en la región
al considerar que el mismo comienza a jugar un papel determinante para las
decisiones que se deben tomar en el “juego” global del siglo XXI.
A
través de la historia, el Océano Atlántico ha sido el mar por excelencia a
través del cual se ha realizado la parte más importante del comercio, las
transacciones y la actividad bélica del planeta. Sobre todo en los últimos
siglos, ubicados en los dos litorales atlánticos, Europa y el norte de
América han sido los polos de desarrollo
más avanzado del orbe. Sin embargo, el siglo XXI inaugura una dinámica en la
que esa realidad comienza a ser cambiada.
El
desplazamiento del eje del comercio mundial en dirección a Asia, a partir del
acelerado crecimiento de sus economías, en particular, en los últimos años las
de India y China, así como la potencial transformación de esta última en
primera economía mundial, han ido trasladando el centro de la política global
hacia el Oriente. En noviembre de 2011, durante la Cumbre de los países de la
Asociación de Estados del Sudeste de Asia (ASEAN) el presidente Barack Obama
anunció que el siglo XXI sería la “centuria asiática de Estados Unidos”, lo
cual impulsó aún más las ya relevantes acciones multifactoriales de ese país en
la región.
Por su parte, el comercio de América Latina con China
sigue creciendo aceleradamente. Según la Comisión Económica Para Latinoamérica y el
Caribe (Cepalc), en 2015,
China sustituirá a la Unión Europea como segundo principal inversor en América
Latina, por detrás de Estados Unidos.
En
dicha lógica, el Océano Pacífico será a futuro el espacio marítimo más
significativo en la dinámica global. Así,
la ubicación geográfica del continente americano como único con litoral
en los dos grandes océanos y, vía de paso entre uno y otro, adquiere indudable
transcendencia estratégica. De manera específica, América Central cobra
vigencia como ruta más corta de desplazamiento de un océano a otro.
En Panamá, las obras de
ampliación del canal que comenzaron en septiembre de 2007, muestran un avance
de 64%, y se realizan con una inversión de 5.200 millones de dólares, a fin de
permitir el paso de buques de mayor tonelaje. Las nuevas esclusas añadirán un
tercer carril de tránsito al Canal por lo cual podrán pasar buques con mayor
cantidad de carga, lo cual duplicará la capacidad de la vía interoceánica para
atender la demanda del comercio marítimo mundial.
Por su parte, en julio de este año, desde Beijing, el
empresario chino Wang Jing anunció la ruta por la que se construirá el Gran
Canal Interoceánico de Nicaragua. Wang dijo que la construcción comenzaría en
diciembre de 2014 y que se terminará en cinco años en 2019, con una longitud de 286 Km., incluyendo
aproximadamente 80 Km en el Lago de Nicaragua. Según Wang, esta ruta es la más
conveniente porque requiere un menor costo de inversión y a un volumen menor de
excavación de suelos. Además, las características geológicas de la zona,
facilitan esta actividad. La topografía del terreno donde se localiza es
relativamente plana, con una pendiente ascendente del 2% en los primeros 54 Km
desde su inicio en el litoral del Atlántico.
Añadió que, si bien un informe de viabilidad aún está en
curso, el marco del proyecto ya se ha decidido. Ante la crítica de
organizaciones ambientalistas y ecologistas, agregó que la protección del medio
ambiente y el lago de Nicaragua será el corazón del proyecto. Dijo que para él
era muy claro que “el Lago de Nicaragua es el lago madre del país, un símbolo, como
el río Amarillo es para China. Así que la protección de este lago es el centro
de nuestro informe de viabilidad” y asumió toda la responsabilidad por
cualquier daño ambiental que se produjera.
También en Guatemala se ha
pensado en crear un corredor interoceánico. Lo que se ha dado en llamar “canal
seco” es considerado el más ambicioso proyecto de infraestructura promovido por
la iniciativa privada y el Gobierno, que lo ha declarado como “de interés nacional”. Según Guillermo Catalán, presidente de la junta
directiva del Corredor Interoceánico, el proyecto tendrá un costo de entre
10.000 y 12.000 millones de dólares y está previsto que su construcción dure al
menos cinco años. El mismo contempla dos modernos puertos, el San Luis y el San
Jorge, uno en el Pacífico y el otro en el Caribe, con una extensión de 4.419
hectáreas cada uno.
Catalán afirmó que estos
puertos serán los más grandes de Centroamérica y tendrán capacidad para recibir
de forma simultánea a las mega embarcaciones que por su tamaño no pueden pasar
por el Canal de Panamá “ni
ahora ni después de su ampliación".
El traslado de los contenedores
de un océano al otro se realizará a través de un puente terrestre de 372
kilómetros de longitud y 140 metros de ancho, el cual podrá recorrerse en tren
o por carretera en un promedio de cuatro horas y media, a una velocidad de 80
kilómetros por hora.
El empresario aseguró que “el Corredor
Interoceánico generará efectos positivos en toda la región: el sureste de
México, Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador” y que el principal atractivo que el corredor
guatemalteco ofrecerá frente al Canal de Panamá es una “nueva ruta corta” para el comercio
de Asia a los principales mercados de la costa este de los Estados Unidos, y a
los países con fachada atlántica de América Latina y Europa.
Asimismo, durante el gobierno de Manuel Zelaya en
Honduras, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y el
gobierno de ese país iniciaron en julio de 2010
la construcción del tramo hondureño del Canal Seco o carretera
interoceánica centroamericana. La carretera de 100 km., comunicará a Goascorán,
fronterizo con El Salvador, y la Villa de San Antonio, en la zona central de
Honduras en la que la primera etapa constará de 50 km.
La vía será parte del Canal Seco, una ruta interoceánica
que permitirá enlazar el transporte entre los puertos de La Unión (El
Salvador), Henecán (Honduras) y Corinto (Nicaragua), todos en el Pacífico, con
Puerto Cortés (Honduras) y Puerto Barrios (Guatemala), en el Caribe.
A estas iniciativas concretas, se suma las intenciones
tanto de Colombia como de México de incorporarse a la idea de construir canales
interoceánicos. En México, el propósito es revivir un ferrocarril existente en
el Estado del Yucatán y que arranca en
cercanías del istmo de Tehuantepec en Oaxaca, al sur del país. A finales del
siglo pasado el gobierno de ese país estableció que el propósito era hacer
algunas inversiones para mejorar los puertos existentes y adecuar la línea
férrea de tal manera que pueda transportar altos volúmenes de carga en forma
más eficiente. Aunque en este caso la obra está basada en la demanda
interna, se reconoce que la misma
ofrece una alternativa viable para el
transporte entre los dos océanos.
En Sudamérica, aunque varios
presidentes colombianos se propusieron
avanzar en la creación de un canal, en 1996, durante el gobierno de Ernesto
Samper se creó la Comisión Asesora
Interinstitucional para el Estudio del Proyecto de Construcción del Canal
Interoceánico. Aunque los resultados de los estudios de esta comisión se
desconocen, se
anunció la intención de erigir una ruta interoceánica en forma de canal
seco. En este caso, y al igual que sus
similares el objetivo planteado era buscar un medio de transporte de mercancías
entre ambos océanos, por lo que a tal efecto
sería necesario construir lo que se denominó un puente terrestre de 100
km., de longitud, en referencia al ferrocarril que se establecería en la región
del Urabá.
Esta propuesta fue retomada por el
presidente Santos en febrero de 2011 cuando anunció que había inversionistas
chinos dispuestos a involucrarse financieramente con la construcción de esta
obra, aunque hasta ahora se desconocen
los avances que pudiera haber tenido la iniciativa.
Vistas así las cosas, la
construcción de una comunicación por vía terrestre o acuática está en la
perspectiva de todos los países que tiene costas en los dos océanos. Con mirada
de futuro, se estima que una obra de estas características generará una
transformación del país que la construya, y producirá un impacto global de tal
dimensión que, indudablemente, cambiará el mapa político y comercial del
planeta.
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