Lo cierto es que lo que se está jugando en este momento de
inflexión, no sólo en América
Latina sino en el mundo todo, son dos
visiones contrapuestas del destino de la
humanidad.
Mariano Ciafardini / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires,
Argentina
Si nos acordamos de los
años 90 y de la forma en que se llega en Argentina al 2001, no aparece como poca cosa, para la
izquierda verdadera y el campo popular, haber recorrido estos últimos diez años en
una reconstrucción y recuperación de espacio político, que contrasta con la
prédica en el desierto y las luchas de
subsistencia durante el neoliberalismo
menemiano anterior. Aun con las limitaciones del proyecto kirchnerista que, debe decirse, no fueron tanto mayores que las que
padecieron y padecen el resto de los
proyectos latinoamericanos que han sido parte de la misma onda popular de la
década, solo una visión fuera de contexto
no advertiría que en términos reales hubo un avance cualitativo en el
escenario político ideológico social y que la gestión kirchnerista tuvo que ver
en ello.
Porqué entonces la salida del gobierno del kirchnerismo, previsible desde bastante tiempo antes de las
elecciones, en tanto que la selección de
Daniel Scioli como candidato presidencial no implicaba para nadie, y en
particular para Cristina, continuidad alguna del proyecto, sino, en todo caso,
un aterrizaje suave en el llano, ha provocado esta discontinuidad tan abrupta
en el clima de las fuerzas propias.
Es cierto que la
desposesión de los resortes del ejecutivo constituye un cimbronazo político
innegable. Pero la potencialidad de un movimiento y de un liderazgo que, después de años de
desideologización y mercantilización de la política, logró concitar nuevamente
el entusiasmo genuino por cambios estructurales (se hayan hecho o no),
particularmente en extensos sectores juveniles de todo el país, no puede, o no debería poder, diluirse o congelarse así
como así.
Por otro lado, aun
aceptando sin beneficio de inventario todo el paquete del gobierno kirchnerista incluyendo el pesado lastre de los casos de corrupción, el instrumento que se podría ( y debería)
armar a partir de su propio envión
político es, hoy por hoy, la única
alternativa visible contra la despiadada avalancha neoconservadora (y neo
represiva) que ya absorbió a casi todo el radicalismo, edulcoró a gran parte
del PJ y juega a demócratas y republicanos
con los neoperonistas “new age”
que “están, pero no están “ con el macrismo.
Sin embargo ese
nuevo instrumento o planteo estratégico
del movimiento popular, esperable, como continuidad en la lucha del movimiento popular argentino, a partir de
la salida del gobierno, no se ha estructurado
naturalmente, ni se observan, por el momento, puntas claras, visibles,
de proceso de composición o recomposición
alguno.
Porqué un movimiento
popular con esa potencialidad y con un liderazgo sólido, y aceptado aun por los
aliados más periféricos, no se ha continuado en forma casi automática a partir
de un cambio de gobierno que era previsible totalmente ( insistimos en que aún el triunfo de Scioli, que era la
única mejor alternativa posible, implicaba la necesidad de la estructuración de
esta estrategia de resistencia desde fuera del poder).
Más todavía, por qué no
se ha dado, al menos hasta ahora, esa continuidad
en la discontinuidad de un movimiento popular que surgió con tanto dinamismo y
sembró tantas expectativas y supo mantenerse aceptablemente cohesionado, aun en el declive gubernamental. Sobre todo cuando el acceso del macrismo al
gobierno no ha hecho más que ofrecer
oportunidades de reacción social y ha mostrado
una cantidad de aborrecibles perfiles que no eran imaginados ni siquiera
por lo que sabíamos que era la peor alternativa electoral.
La puerilidad de la
campaña mediática, construida sobre los casos de corrupción de los allegados al
gobierno kirchnerista, no es explicación suficiente para el inexplicable estado
de defensiva, semiparálisis y
conventilleo interno del FPV, que no pasa por el momento de emitir algunos
sonidos balbuceantes acerca de que
“ellos también tienen casos de
corrupción”, “los precios subieron una barbaridad” y “las inversiones que prometieron no vienen”. La tragedia en la que nos está
sumiendo la desenfadadamente neoliberal gestión macrista, en el marco de un crisis
global que se profundiza aceleradamente, exige otro tipo de respuestas, sobre todo de un movimiento que se pretende
(y está muy bien que así sea) no sólo popular, sino también revolucionario.
Solo el hecho de las
violaciones a los derechos humanos, con
el caso de Milagro Sala como paradigmático, exigiría, para estar a la altura
del pretendido calificativo, un estado de movilización y acción permanente y de
gran confrontación con el gobierno y no
sólo algunas expresiones de repudio, solidaridades y
vigilias sostenidas a pulmón por la militancia más comprometida.
Para continuar, con
cierta aspiración de profundidad en el análisis político, esta propuesta
reflexiva, creo que debemos alzar la
mirada comparativa con algunas situaciones, similares en la diversidad de los
escenarios políticos de la región.
Inmediatamente viene al
pensamiento la situación brasileña, de los queridos compañeros del PT el PC do
B y las demás fuerzas políticas que
abonan el proyecto encabezado por “Lula” y Dilma. Es inimaginable unas
circunstancias políticas más grotescas: en Brasil se ha dado un golpe de estado
utilizando ilegalmente recursos constitucionales y lo ha hecho un grupo
político que en simultáneo ha confesado su accionar mafioso y corrupto y su
vinculación directa con los grandes intereses económicos externos. El grado de
resistencia esperable de un movimiento que ha demostrado tener aun gran poder de convocatoria debería ser el de una cuasi desobediencia civil con huelgas generales incluidas al menos por parte de las importantes
centrales obreras que conducen los partidos del proyecto ) Y esto por decir
algo sin forzar demasiado la imaginación.
Pero es que el propio
discurso limitado a lo políticamente y jurídicamente correcto y en el mejor de
los casos a los logros ya remotos de los inicios del proceso político
“lulista”, de los máximos
dirigentes del movimiento, pone el marco
al sentido y la forma del despliegue de fuerzas. Cualquiera que tenga un poco de experiencia histórica en
el combate político desde la izquierda sabe, y tiene que sentir, que ello
tampoco está a la altura de las circunstancias ni es suficiente frente a las
gravísimas amenazas que acechan al
futuro de Brasil, y de toda la región, si no se para y se revierte la deriva
política en que se encuentra.
Sería imposible hacer
aquí un análisis más extenso y
pormenorizado de estas experiencias y
agregar además (como se debería) el análisis dela situación de aquellos
procesos populares latinoamericanos que
han conformado con el argentino y el
brasileño el gran torrente de cambio esperanzador desde el año 1999 en nuestra
región. Pero sí se puede llamar la atención sobre un clima de
desorientación y desconexión que campea
dentro de ese continente de fuerzas y movimientos populares y de izquierda que
supo dar el no al ALCA, en Mar del
Plata, y construir la Unasur, el Alba y
la Celac.
La nueva pregunta que
se suscita ahora, entonces, en otro plano, es: qué pasa con todo el espíritu de este movimiento
popular y antiimperialista indudablemente de izquierda, en tanto hasta la propia revolución cubana se sumó a
sus tendencias integradoras.
La contraofensiva
política proveniente de los intereses financieros neoliberales, mediatizada
principalmente por las estrategias del departamento de estado norteamericano,
es contundentemente real, pero en
verdad, no hace más que desplegarse visiblemente entre los intersticios y las
grietas que empezó a presentar el propio movimiento regional popular, desde
sus propias gestiones gubernamentales.
Los medios masivos
monopólicos y las estructuras judiciales
reaccionarias estuvieron siempre y no es que el avance popular inmenso
de esta década se haya dado porque se descuidaron o se fueron de vacaciones. La
“distracciones geopolíticas” no existen más que en una visión ingenua de las
relaciones internacionales. Como en cualquier carrera de alta
competitividad, en la política
internacional los espacios que se abren, se llenan inmediatamente y siempre hay
alguna expresión del poder que está pujando por ocuparlos (o generarlos). Si el
movimiento nuestroameircanista se dio y logró lo que logró fue por su propia
fuerza interna, en las condiciones en que se generó y se desarrolló, a pesar
de y luchando eficazmente en contra de
todas esas fuerzas reaccionarias que
ahora conforman la “contraofensiva”.
La explicación acerca
de los espacios vacíos que se están generando en el nuevo momento y que son
aprovechados para el desarrollo de esa “contraofensiva” habrá que buscarla
entonces en el cambio de esas condiciones y en la falta de adecuación de esas
fuerzas internas al nuevo momento.
Y acá es donde aparece
el meollo de la cuestión política actual, íntimamente ligada al proceso
económico mundial, en tanto que uno de los rasgos distintivos de lo político en
tiempos de globalización es que lo
político se da ya, ahora, siempre en un mismo tiempo y espacio reales que lo económico y que los
escenarios locales están imbricados
temporal y espacialmente con los globales.
A partir de
aproximadamente el 2012, la caída de los precios de los “comodities” como
producto de la inminente recesión global empezó a generar problemas serios en todas las
administraciones de los gobiernos populares que constituían la red progresista
de América Latina y el Caribe y esto debilitó sustancialmente las posibilidades de sostener el
distribuicionismo neo keynesiano sobre el que se sustentaron los distintos
proyectos. Esto es una verdad simple contundente y más que evidente. Lo trágico
sería no verla o enredarse en detalles,
sutilezas o variables secundarias,
obviamente diferentes en cada caso nacional particular, y darles una
dimensión que no tienen. Eso sí sería el árbol que no deja ver el bosque.
Ver el bosque consiste
en ver que esos recursos ya no
existen, ni volverán a existir y la no
existencia de esos recursos impone un cambio cualitativo en la propuesta
política actual de los movimientos populares y de izquierda de la región. Es
por lo tanto la falta de ese viraje
cualitativo en la propuesta política y económica lo que está debilitando a estos
movimientos y haciendo cada vez más
grandes las grietas por las que se filtra la contraofensiva derechista.
Esa actualización dialéctica de la
propuesta que debe mostrar una continuidad pero no ser la misma
que la que orientó estos movimientos hasta ahora, es lo que está faltando y
comienza a distanciar a los liderazgos del pulso de los pueblos. Este es el
punto de desorientación en las organizaciones y en las conducciones.
Desde una
perspectiva no paternalista se advierte
con claridad que “las masas” no se equivocan estratégicamente. Y si no
reaccionan ante una determinada propuesta
lo más posible es que lo que está equivocada o perdió vigencia o actualidad es la
propuesta y no las masas.
Este es el punto de
inflexión en que nos encontramos. No se puede seguir pensando, como parece que se está pensando en muchos de los círculos de conducción de
estos movimientos populares, que lo que
se está atravesando es una coyuntura pasajera de crisis económica y que, si logramos mantenernos (los que aún están)
en el gobierno o esperar un poco, tácticamente, los que ya no están en el gobierno , cuando vuelva otro gran
impulso económico del capitalismo mundial
y las clases medias de los países “desarrollados” vuelvan a
hiperconsumir fastuosamente y, por lo
tanto, China e India vuelvan a producir a “tasas chinas” para atender esa lujuriosa demanda y, por tanto, nuevamente, los precios de las
materias primas vuelvan a dejar la renta
que dejaban en la década del 2000, volveremos a poder seguir la distribución y el derrame y quizás...
Eso no va a pasar. Lo
que hay por delante es una larga crisis
muy probablemente terminal del sistema mismo. El inconsciente colectivo
lo sospecha lo intuye y puede reaccionar buscando salidas individuales
o colectivas pero lo que no va a
seducirlo en modo alguno es una propuesta basada en la insinuación de que esos tiempos van a
volver o de que todos los ajustes económicos
que se están sufriendo son exclusivamente producto de la maldad de los
gobiernos de derecha en los casos en que
estos han logrado desplazar electoralmente o por golpes blandos a los movimientos populares, y
que el simple regreso de estos movimientos al poder va a traer la bonanza o continuar con lo que se daba.
Y si Macri fracasara
escandalosamente (como parece que lo está haciendo) en Argentina y hasta se
diera la circunstancia de que tuviera que abandonar el gobierno anticipadamente
o someterse a una abrumadora mayoría opositora en las cámaras, ¿cuál es el
plan? Acaso volver con la misma propuesta económico-política que hasta el 31 de
diciembre. Acaso alguien sincero y bien intencionado cree que ello sería viable
y sustentable.
Y si Dilma no es
desplazada por el “impeachment” y vuelve al gobierno y recompone su gabinete, ¿cómo sigue la
historia en Brasil? ¿Empezaría a crecer la economía brasileña y a revertirse la
crisis volviendo a las políticas del momento anterior al golpe destituyente?
Aun en el caso de
aquellos movimientos populares que están en el gobierno en particular el
del compañero Maduro en Venezuela. Si
superara la crisis actual y en las próximas elecciones recuperara los espacios
perdidos ¿sería acertado seguir adelante exactamente con el mismo esquema
político-económico que hasta el presente?
La izquierda y el movimiento
popular (en el gobierno o no) necesitan
hablar claramente, ya, con los pueblos acerca de la gravedad de la crisis
mundial y de la necesidad de empezar a tomar medidas de emergencia, urgentes, que permitan afrontar racionalmente
la situación y evitar catástrofes que inicialmente serán sectoriales y
finalmente arrastrarán a toda la sociedad.
Lo cierto es que lo que se est n jugando en este momento de
inflexión, no sólo en América
Latina sino en el mundo todo, son dos
visiones contrapuestas del destino de la
humanidad. Una que piensa en una larga
vida todavía del capitalismo, que
estaría pasando por una de sus tantas crisis cíclicas, pero de la que se ha de
recomponer nuevamente. Esto lo comparten
incluso muchas visiones populares o de izquierda que asumen con resignación la supuesta “longue durée” y consideran que de lo que se trata es de seguir resistiendo
en el mismo esquema neo-desarrollista
que hasta ahora frente al
neoliberalismo y al neo conservadurismo. La otra visión, a mi entender la
acertada y consecuente con una interpretación ajustada al materialismo
histórico, es la de que la crisis actual del capitalismo financiero no es una
más, sino la última, por ser precisamente el capitalismo financiero la última
etapa del capitalismo. Que de esta recesión mundial creciente no se sale ya
sino en una compleja transición a una multipolaridad efectiva, con
planificación global ampliamente reguladora de la economía, distribución
equitativa real y profunda democracia política global y local. Claro que, como
decimos, todo ello en un proceso altamente complejo que probablemente exija
recomposiciones geopolíticas forzadas, rearticulación del poder mundial en
bloques continentales y economías de emergencia, con distribuciones y ajustes
urgentes, pero para todos los sectores sociales, y no solo para algunos como ha
sido históricamente en el capitalismo.
Es evidente que los
únicos que pueden ofrecer opciones viables de menores costos colaterales y que
preserven el “afectio societatis” y permitan a partir de un replanteo
estructural iniciar un nuevo camino de vida superador, son los partidos y
movimientos populares y de izquierda. Con un agregado, la magnitud de la crisis va a exigir una mucho más profunda cooperación,
coordinación e integración regional, en
tanto cada bloque mundial ha de tratar de protegerse y salvaguardase con sus recursos a la mano,
cooperando con otros en algunos casos, y
defendiéndose del asalto y la
depredación desesperada de otros, en otros casos. En nuestra América se impone una cumbre urgente de las conducciones de
los movimientos populares para lanzar la contra contra-ofensiva articulada,
integradora y verdaderamente
transformadora. Solo ello proporcionaría la densidad político ideológica que
necesitan las luchas en cada país. Habrá que ver si se está a la altura de
las circunstancias.
El no haberse asumido
plenamente hasta ahora esta cuestión de
base es lo que explica la falta de reflejos que viene exhibiendo, en
general, el movimiento nuestroamericanista. Especialmente desde la derrota del chavismo en las elecciones de medio término del 2015, el triunfo de
Macri en la elecciones argentinas de fines de ese mismo año y la suspensión de Dilma a comienzos del actual 2016.
La tremenda diferencia
que marcaron estos procesos populares nuestroamericanos con el pasado inmediato
anterior (y con lo que hubieran hechos gobiernos continuistas de derecha en su
lugar) fue el aprovechar el “viento de cola” del auge primarista en dos
sentidos imprescindibles en aquel momento, dado la situación en que nos
encontrábamos: 1) La urgencia humanitaria
de atender distributivamente en forma inmediata y como fuera a la
inanición y la brutal exclusión de sectores enteros de la población ,
especialmente niños y jóvenes, con lo que automáticamente en la faz económica
se dinamizó el mercado interno mejorando
la situación de amplios sectores medios y se aumentó el nivel de empleo ; 2) el
articular todo ello con un regreso a la política de masas, con inclusión de las
nuevas generaciones de jóvenes a la política popular, incentivándose el
patriotismo y la valorización efectiva de los derechos humanos y civiles en
toda su dimensión y no como privilegio
de una ciudadanía reducía o como formas abstractas de democracia liberal
(si se pudo haber hecho más es una reflexión contrafáctica que deberá hacerse oportunamente pero que
sería un error poner en el centro en este momento crítico).
Este es el capital
social y político en el que reside la
legitimación, el prestigio y la potencialidad
de estos movimientos populares.
Pero ese poder de
convocatoria popular, ese liderazgo está
inevitablemente sujeto a la máxima que rige todo poder político: el poder si no
se ejerce se diluye.
Hoy no se justifican ni
siquiera argumentos presuntamente tácticos. El “tiempismo”, tanto en fútbol
como en política, siempre termina con una goleada en contra.
Centro de Formación y
Estudios Marxistas Agosti (CEFMA)
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