No se trata de valorar
qué está primero, si el humanista o el revolucionario; un revolucionario
verdadero es ante todo profundamente humanista y Fidel nos señalaba que había
que tener la grandeza suficiente para hacer avanzar la humanidad, incluso si
ello significara que los objetivos propuestos no son alcanzables en el corto
plazo.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
La semana pasada
explicábamos a través de un ejemplo, cómo la capacidad de Fidel le permitió
diseñar acciones combativas sin jamás haber estado en el terreno de las
operaciones, así como tener la visión para predecir las acciones estratégicas
que Somoza (asesorado por Estados Unidos) iba a perfilar, a fin de derrotarlas
en el terreno bélico, el de la política y el de las relaciones internacionales,
lo que le habilitó para construir una amplia alianza de países con gobiernos de
distinto signo que coadyuvaron a la derrota de la dictadura. En el artículo
mencionado señalé que al referirse a los combatientes internacionalistas, la
valoración que Fidel hizo del cumplimiento de la misión es contundente. En su
libro “La paz en Colombia” expuso que “´…escribieron una página imborrable en
la historia de América Latina, tarea que prosiguió después de la victoria,
junto al esfuerzo solidario e irrestricto de nuestro país`”.
Fidel realizó su primer
viaje a Nicaragua al conmemorarse el primer aniversario de la Revolución Sandinista
en julio de 1980. Allí cumplió una nutrida agenda de trabajo y de visitas.
Nosotros ya teníamos un año en el país y conocíamos bastante bien la capital
Managua, en ese entonces una ciudad de 340 mil habitantes. Aunque por mis
responsabilidades, me tocó trabajar directamente en el plan de cobertura
antiaérea del evento, la mayoría de mis compañeros fueron convocados para
participar como personal de apoyo a la seguridad del Comandante. Fidel quiso
conocer el Parque Nacional Volcán Masaya, cuya entrada está ubicada en el Km.
23 de la carretera de Managua a Masaya. La seguridad se desplegó a lo largo de
toda la vía desde Managua hasta el Parque. Al regreso, los compañeros se
mantenían en sus puestos y fueron alertados que el Comandante volvía a Managua,
pero justo en el momento en que salía de la instalación y cuando debía tomar
hacia el norte en dirección a la capital, la caravana torció al sur en
dirección a Masaya, cundiendo el desconcierto y la sorpresa. Algunos intentaron
indagar qué había ocurrido, y la respuesta que recibieron fue que había sido
una decisión de último minuto del Comandante. Si algún grupo terrorista o al
servicio de oscuras fuerzas contrarrevolucionarias había preparado alguna
acción contra la vida de Fidel, se quedó con los preparativos hechos. En ese
momento, entendí que el jefe de seguridad de Fidel era él mismo, y que obedecía
a un instinto y una sagacidad que se había formado y solidificado después de
veinte años de lucha frontal contra el imperio más poderoso del mundo que había
puesto todos los recursos humanos, tecnológicos y financieros a su alcance para
hacerlo desaparecer físicamente: se contabilizan más de 600 intentos de
asesinato de Fidel a través de la historia. Estar vivo y llegar a su noventa
cumpleaños en sí mismo es una victoria del pueblo cubano, de sus órganos de
seguridad y del propio Fidel que crearon eficientes mecanismos para evitar que
el gobierno de Estados Unidos, sus agencias y los terroristas a sueldo
fracasaran en sus intentos criminales. Fidel logró como David que el Goliat
imperial no fuera capaz de apartarlo del camino de lucha trazado que es un
ejemplo para todos los hombres y mujeres dignos del planeta.
Algunos años después,
en 1986, estando de visita en la Habana, junto a otros dos compañeros fui invitado
a una jornada de pesca submarina por el Comandante Fidel Castro. Fuimos
trasladados a una zona del sur de la isla donde nos encontramos con Fidel. Al
día siguiente de nuestra llegada, después de un frugal desayuno dado la
actividad que habríamos de realizar nos dirigimos en una pequeña lancha al
lugar donde volví a practicar un deporte después de 15 años, lo cual no dejaba
de preocuparme. Durante el trayecto de alrededor de 20 minutos, Fidel iba
ensimismado en la lectura de un voluminoso libro.
Al llegar al lugar
previamente elegido, uno de mis compañeros, Juan y yo nos lanzamos al mar,
Fidel había sido el primero en hacerlo. Juan era buzo profesional y no tardó en
sumergirse a la misma profundidad que Fidel, cosa que yo no pude hacer. Debo
haber bajado unos 5 o 6 metros y en esa zona me dediqué a buscar algunos
ejemplares que no me hicieran quedar tan mal en comparación con mis dos
avezados “colegas”. Fidel estaba pronto a cumplir 60 años, y su estado físico
era envidiable, se mantenía durante largos minutos en el mar y a una
profundidad que debía rondar los 12 metros, solo con máscara y aletas para
nadar. Sin embargo, llegó un momento en que decidí que había sido suficiente
por ese día y volví a la lancha. Me vi obligado a aguardar que Fidel y Juan concluyeran
la faena antes de regresar a tierra firme. La espera no fue corta. En algún momento, comencé a dar vueltas por
la lancha y me acerqué al pequeño cubículo de unos 6 metros cuadrados donde
había una silla en la que Fidel había estado leyendo durante el viaje. Había
varios libros. Fue imposible contener mi curiosidad y tomé el texto que estaba
más arriba, estaba lleno de anotaciones y se encontraba marcado mucho más
adelante de la mitad, su título en inglés “Biotechnology”. Primera vez que veía
esa palabra, de la cual ni siquiera tenía conocimiento en castellano. Para no
mostrar mi curiosidad y mucho menos mi ignorancia, no pregunté a nadie de qué
se trataba.
El domingo en la tarde
regresamos a La Habana, pero la respuesta a mi inquietud la vine a tener apenas
el martes siguiente. Ese día, 1° de julio de 1986 fue inaugurado por Fidel, el
Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB) de Cuba, una de las joyas
principales de la ciencia cubana, el cual en 30 años ha desarrollado, a pesar
del criminal bloqueo estadounidense que impide la obtención de los insumos y la
tecnología necesaria, una amplia gama de investigaciones de alto nivel, las
cuales puestas al servicio de los ciudadanos cubanos y de muchos países del
mundo, han servido para elevar sus niveles de salud y vida digna. Los años han sido testigos de la voluntad
personal de Fidel para desarrollar la ciencia y la tecnología, en particular
como apoyo a la salud, haciendo extraordinarios esfuerzos financieros que han
llevado a transformar a Cuba en un faro en el horizonte de los países en vías
de desarrollo, lo cual le permite mostrar índices solo comparables con los de
los países más ricos del planeta. El CIGB contribuye al diagnóstico, prevención
y tratamiento de casi 30 enfermedades, a través de la producción de una serie
de vacunas y otros compuestos, algunos de ellos únicos en el mundo.
Fui testigo
“involuntario” del esfuerzo personal de Fidel por conocer del tema en el
momento previo al de la puesta en marcha del CIGB y prepararse para hacer una
presentación a Cuba y al mundo del futuro que se iniciaba. En silencio disfruté
ese día mientras escuchaba su discurso en el que concretaba lo que había sido
la concreción de una visión clarividente del futuro de Cuba, - trazado en los
primeros años de la Revolución- a través de la promoción de la biotecnología
como una de las principales industrias del futuro desarrollo del país.
En esa época se debatía
mucho respecto de la lucha contra las dictaduras y el retorno a la democracia
en América Latina. Los gobiernos
represores aliados de Estados Unidos habían fenecido en Brasil, Argentina y
Uruguay. Chile se estremecía a través de las gigantescas jornadas de lucha de
su pueblo en contra del gobierno fascista de Pinochet. Una noche conversamos
sobre ese tema con Fidel, propugnábamos una salida revolucionaria a la
dictadura. Como siempre, él hacía muchas preguntas, guardando información en su
cerebro privilegiado, pero no emitía opinión alguna. Los que participábamos de
la reunión anhelábamos conocer su discernimiento al respecto. Fidel era muy
mesurado cuando conversaba con revolucionarios de otros países y evitaba
formular sentencias terminantes si no se le consultaba directamente respecto a
un tema.
Nosotros insistimos en
querer conocer su sentir. Muy tarde, ya en la madrugada dijo “Nadie más que yo
quisiera una salida revolucionaria para la tragedia de Chile, pero lo
imprescindible es evitar mayores sufrimientos al pueblo chileno, Hay que
impedir que sus hijos sigan siendo asesinados, torturados y desaparecidos. No
es revolucionario prolongar la agonía de un pueblo, esperando encontrar las
mejores condiciones para un triunfo revolucionario” y finalizó “…los
revolucionarios chilenos deberían seguir haciendo el esfuerzo que hacen, y
hacer su mayor contribución para el fin de la dictadura que es lo
inmediatamente necesario”.
No se trata de valorar
qué está primero, si el humanista o el revolucionario; un revolucionario
verdadero es ante todo profundamente humanista y Fidel nos señalaba que había
que tener la grandeza suficiente para hacer avanzar la humanidad, incluso si
ello significara que los objetivos propuestos no son alcanzables en el corto
plazo.
Habría muchas otras
cosas que contar, muchas otras anécdotas que como dije al comienzo, retratan a
un personaje superior, pero el espacio es limitado y no es posible hacerlo como
se quisiera. Sirvan estos modestos recuerdos para dar a conocer algunas facetas
de este hombre que superó la vida para entrar a la historia como líder de un
pueblo digno y heroico al cual condujo mil veces a la victoria.
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