El capitalismo de
casino y la evasión de impuestos van de la mano. Ambos responden a dos
presuposiciones: 1) el objetivo de la economía es ganar, sin consideraciones
éticas; 2) la vida es como ciertos videojuegos violentos, en los cuales las
bajas humanas no causan remordimientos. Esa falta de ética es un atentado
contra la civilización.
Fander Falconí / El Telégrafo
Hace poco, en las redes
sociales ecuatorianas, ciertos opositores aseguraban que Ecuador es la séptima
peor economía del mundo. La verdad es que la fuente citada, The Economist
Intelligence Unit, pertenece a The Economist Group, un grupo de interés formado
por entidades financieras y medios de
línea económica neoliberal como el propio The Economist. Ellos defienden un modelo
de crecimiento llamado ‘capitalismo de casino’, como lo bautizara la economista
Susan Strange, de la London School of Economics. Además, promocionan una máxima
liberalización de los flujos de capital y un mínimo de controles públicos, a
sabiendas de que estos controles garantizan el interés público y la
transparencia de las transacciones.
El credo político de
ciertos grupos neoliberales es tan fuerte que trasciende hasta las normas
legales. Por eso, cierto banquero ecuatoriano dice que él envía su dinero a un
paraíso fiscal, porque las regulaciones ecuatorianas le obligan a eso. Es
decir, primero está su creencia neoliberal y luego las leyes de su propio país.
Cree en máxima liberalización de los flujos de capital y mínimos controles
públicos.
Un documento publicado
hace pocos días por la Cepal (Estudio Económico de América Latina y el Caribe),
que usa como referencia el estudio de G. Zucman, The Hidden Wealth of Nations.
The Scourge of Tax Havens (Chicago, University of Chicago Press, 2015), revela
la gravedad del problema. En miles de millones de dólares, es verdad que los
países ricos son los que más dinero tienen en los paraísos fiscales. Pero
incluso para la Unión Europea, que tiene el mayor dinero invertido en paraísos
fiscales, ese monto es solo el 10% de su riqueza total; en el caso de Canadá,
es el 9%. Ni se diga de Estados Unidos o de Asia oriental, que apenas mantienen
el 4% de su riqueza en paraísos fiscales.
Son los países pobres,
precisamente los que más necesitan capitales en su interior, los que más sufren
por la evasión de capitales y la consecuente evasión fiscal; cualquier programa
social y cualquier intento de redistribución de la riqueza deberá ser
suspendido o dependerá de préstamos externos. El 30% de la riqueza africana
está en paraísos fiscales y el 22% de la riqueza latinoamericana tiene igual
destino; casi la totalidad de esas proporciones se refieren a capitales no
declarados, es decir, se trata de evasiones de impuestos. Una potencia, Rusia,
muestra una proporción peor: 52% de sus capitales está fuera de sus fronteras.
Y hay países que están peor: los Estados del golfo Pérsico, petroleros con
muchos ingresos, mantienen fuera del país el 57% de su riqueza.
En total, el 8% de la
riqueza del mundo está en paraísos fiscales. Este estudio de la Cepal revela
-además- que América Latina también tiene flujos ilícitos por sobrefacturación
de exportaciones y subfacturación de importaciones, equivalentes a 700 mil
millones de dólares. “Se requieren acciones concertadas a nivel latinoamericano
para enfrentar los mecanismos de evasión y elusión fiscal, para traer el dinero
que está en la banca extranjera, para buscar nuevas y mejores opciones de
financiamiento”, dice el estudio.
El capitalismo de
casino y la evasión de impuestos van de la mano. Ambos responden a dos
presuposiciones: 1) el objetivo de la economía es ganar, sin consideraciones
éticas; 2) la vida es como ciertos videojuegos violentos, en los cuales las
bajas humanas no causan remordimientos. Esa falta de ética es un atentado
contra la civilización.
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