¿Pedirán perdón alguna
vez los dirigentes estadounidenses por esa inmoral masacre cometida en Japón en
1945? Es lo mínimo que se podría esperar de un país civilizado.
Marcelo Colussi / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de
Guatemala
Olvidar
es repetir
Inscripción en la entrada del Museo del Horror
de Auschwitz
Todos los imperios son
detestables. Todos, absolutamente todos por igual. Lo son no sólo porque
impongan a los dominados su cultura, su modo de vida, su cosmovisión, porque
los expolien económicamente, porque los degraden en términos humanos. Son
detestables, además, porque basan su dominio en la fuerza bruta. En ese sentido
ningún imperio se diferencia de otro. Su mensaje es violento, y la violencia
engendra más violencia: círculo vicioso del que es muy difícil salir.
¿Es Estados Unidos más
malvado que el Imperio Romano? ¿O que la Confederación Inca en su expansión por
medio continente sudamericano? ¿Quiénes fueron más despiadados: el católico
reino de España en su conquista de América o las hordas de Gengis Khan en Asia
Central? En definitiva, ¿no estaban alentados por similar ansia de poder los
faraones egipcios que la "raza superior" de los nazis? Entramos al
tercer milenio de ¿civilización? y la fuerza bruta sigue siendo la que marca la
diferencia entre los pueblos. En ese sentido: ¡el tamaño sí importa! Continúa
imponiendo las condiciones, igual que en la época de las cavernas, el que
detenta el garrote más grande. Lo patético es que hoy ese garrote se llama
energía nuclear, y con eso estamos eternamente ante un barril de pólvora, siempre
listos para la catástrofe atómica que puede extinguir a la Humanidad en su
conjunto y toda forma de vida sobre la faz del planeta.
La diferencia con el
imperio actual radica únicamente –lo cual no es poco– en las características de
su poderío. El poder destructivo que acumuló la sociedad estadounidense no
tiene parangón en la historia. Como todo imperio seguramente también caerá.
Pero por ahora, aunque va perdiendo el dinamismo de décadas pasadas, no. Al
contrario, como gigante malherido, está dispuesto a tornarse cada vez más
violento, a defender cada vez en forma más brutal sus privilegios. Por lo
pronto, su capacidad bélica es desmedida: la mitad de los gastos militares del
mundo se hacen ahí. Un 25% de su economía está dedicada a la industria de guerra,
y si bien terminó formalmente la Guerra Fría, la agresividad belicista no
termina.
Para dejar en claro que
no cederían un milímetro en su creciente dominio planetario, la dirigencia de
este país hizo algo que ninguna otra sociedad se ha atrevido a hacer hasta
ahora: usar armas nucleares contra población civil no combatiente.
Llenándose la boca con
altisonantes palabras como "democracia", "libertad",
"derechos humanos", su agresividad no tiene comparación. Desde el fin
de la Segunda Guerra Mundial son, sin ningún lugar a dudas, la super potencia
capitalista; en modo alguno era necesaria la carnicería de Hiroshima y Nagasaki
para evidenciar su poder. Pero el poder es así: impune.
Vencida ya la Alemania
nazi y a punto de capitular el gobierno de Japón, la suerte de esa gran
contienda que enfrentó prácticamente a toda la humanidad ya estaba sellada para
agosto de 1945. Arrojar armamento nuclear no cambiaba en nada la resolución
militar. Fue, en todo caso, una amenaza. Tal como hoy día lo es, en buena medida,
la hiper militarización del mundo. La paz no se construye de esa manera: los
misiles nucleares de Corea del Norte son "malos". ¿Los de Washington
son "buenos"?
"Aquí mandamos
nosotros, y eso no se discute". Ese, solo ese, fue el mensaje que enviaron
las dos explosiones atómicas. Una advertencia al mundo: a las otras potencias
capitalistas, y al incipiente campo socialista.
Pero el mundo ya no es
el mismo. Hoy día Estados Unidos no tiene el monopolio nuclear. El mundo
cambia, y aunque el campo socialista ha sufrido últimamente duros reveses, la
reacción de las grandes masas humanas que siguen viviendo con penurias no ha
terminado. La historia la escriben los que ganan; en este caso, sobre los
hongos nucleares que costaron miles de vidas. Pero la historia no ha terminado.
¿Pedirán perdón alguna
vez los dirigentes estadounidenses por esa inmoral masacre cometida en Japón en
1945? Es lo mínimo que se podría esperar de un país civilizado.
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