Liderazgos como el de
Fidel surgen de cuando en cuando. Sus enemigos lo llaman "Castro". Los que lo analizan a
distancia lo nombran "Fidel Castro". Los que nos identificamos con su
causa, reconocemos su talla mundial y lo admiramos, lo llamamos simplemente
Fidel.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
La noche del 21 de
noviembre de 1957, Fidel Castro arribó a un departamento en la colonia Condesa
de la Ciudad de México. Allí estaban algunos de los participantes de la expedición del Gramma destinada a llevar a Cuba la lucha
guerrillera contra el dictador Batista. La situación era comprometida, la
Policía Federal le estaba pisando los talones a los combatientes cubanos en
México y el viaje a Cuba tenía que precipitarse porque de lo contrario no
saldría. Caminando de un lado para otro mientras afinaba detalles
organizativos, Fidel dijo: "Si salgo llego, si llego entro, si entro
triunfo". Tres días después de
llegar a la isla el naciente ejército revolucionario fue diezmado y dispersado:
de los 82 expedicionarios, quedaron
aproximadamente veinte. La férrea voluntad del comandante revolucionario una
vez más surgió: predijo que el fin de la dictadura batistiana había comenzado.
Desde entonces la
figura de Fidel se ha vuelto gigantesca. Es sin duda uno de los grandes estadistas del siglo XX. A pesar
de las mayores adversidades, Cuba bajo su conducción es hoy ejemplo de justicia social y dignidad.
Hasta los que lo acusan de encabezar una dictadura, no pueden sino rendirse
ante su imponente figura. Recuerdo muy bien una crónica periodística que
relataba cómo un grupo de derechistas diputados mexicanos del PAN corrieron a
fotografiarse con él en una visita oficial a Cuba. Y también un artículo
periodístico del ex presidente guatemalteco Ramiro de León Carpio, que
rememoraba cómo en una de las cumbres presidenciales, Fidel se sentó a su lado en un autobús y le dio consejos -que
el mandatario atendió-, para resolver una situación crítica en su gobierno.
Fidel encabezó una
revolución que ha tenido un impacto mundial. Lector insaciable y perenne
insomne, no pocos testimoniaron haber
recibido sus visitas de trabajo en horas de la madrugada. Convertido en héroe
nacional, sus maratónicos discursos tuvieron un efecto pedagógico en el pueblo
cubano de la naciente revolución. Y encabezándolo, salió triunfante en la
invasión contrarrevolucionaria de Playa Girón de 1961 y la crisis de los
misiles en 1962. Ha sido paradigma para varias generaciones de revolucionarios en América Latina, África y
Asia. Desde La Habana dirigió batallas en Nicaragua o en Angola. La
intervención cubana en Angola y Etiopía cambió la historia en el África
Subsahariana y contribuyó a la caída del apartheid sudafricano. No fue casual
el gran afecto que le tuvo Nelson Mandela y la recepción de héroe que le brindó
el parlamento sudafricano. Bajo su conducción, al decir de su amigo Gabriel
García Marquez, Cuba hizo "política de gran potencia". Hoy Fidel
cumple 90 años después de sobrevivir al asalto al cuartel Moncada y al combate
de Alegría del Pino, a once presidentes estadounidenses, aproximadamente 640
planes e intentos de asesinarlo, al acoso imperialista de Washington.
Liderazgos como el de
Fidel surgen de cuando en cuando. Sus enemigos lo llaman "Castro". Los que lo analizan a
distancia lo nombran "Fidel Castro". Los que nos identificamos con su
causa, reconocemos su talla mundial y lo admiramos, lo llamamos simplemente
Fidel.
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