Entramos en una nueva fase de disputa geopolítica
en la región. La misma se caracteriza por el cuestionamiento del liderazgo
latinoamericano en el fortalecimiento de la multipolaridad.
Sergio Martín Carrillo /
CELAG
La falsa
fantasía de la “unipolaridad perpetua” que nacía en los Estados Unidos tras la
caída de la Unión Soviética, dio paso a la construcción paulatina en el siglo
XXI de un Sistema Internacional caracterizado por la multipolaridad. América
Latina se convirtió en un actor destacado, que no solo apoyó, sino que en
muchos casos lideró la profundización de este proceso.
Evidentemente
la participación o el liderazgo de los países no fue de todos por igual,
destacando el rol jugado por Venezuela y Brasil, aunque también acompañado por
países como Argentina, Ecuador, Bolivia, y en menor medida, países como Uruguay
o el Paraguay de Lugo. Esta nueva orientación de la Política Exterior abría una
salida a la tradicional relación de dependencia de la región en la
Economía-Mundo. Esta Política Exterior, tan diferente a la que había dominado
el subcontinente suramericano durante las décadas precedentes, era reforzada
mediante nuevas alianzas internacionales, políticas económicas
contrahegemónicas, y una nueva forma de entender los procesos de integración
regional.
Fueron
estos nuevos procesos de integración los que con mayor fortaleza cimentaron la
nueva correlación de fuerzas que permitía a la región ir rompiendo, al menos en
el discurso y en la orientación de la Política Exterior, la dependencia
exclusiva de los intereses oligárquicos del exterior. Esto se atisbó como un
primer paso, que sin duda era fundamental, para modificar la tradicional
División Internacional del Trabajo que había subsumido a los países de la
región a un lugar periférico de la Economía-Mundo capitalista.
Junto con
los nuevos procesos de integración, surgían mecanismos de concertación política
que permitían elevar y fortalecer la voz de la región en foros internacionales
o en negociaciones con otros países o bloques regionales. Al mismo tiempo, en
el contexto internacional, aparecieron bloques de carácter contra-hegemónico
que se convertían en una nueva punta de lanza frente a la unipolaridad
estadounidense. Sin duda, es de destacar el papel jugado por los BRICS.
En la
región latinoamericana destaca la aparición de nuevos procesos de integración
regional y/o concertación política: el ALBA-TCP, la UNASUR o la CELAC se
constituyen como los principales exponentes. Todos éstos constituyen lo que
venimos denominando como regionalismo postneoliberal. Además de estos procesos,
otros que habían surgido en la década de los 90` comenzaban también a modificar
sus lógicas constitutivas y a empaparse poco a poco de la nueva oleada del
regionalismo en América Latina. Este sería el caso del Mercosur, que aunque no
podemos situarlo bajo el paraguas del regionalismo postneoliberal, si vemos su
recorrido hacia posiciones contra-hegemónicas.
Parecía que
la consolidación de los Gobiernos progresistas en la región por las sucesivas
victorias electorales, apuntalados por la nueva arquitectura de la integración
regional, podía dotar a los avances políticos, económicos y sociales, de una
gruesa armadura difícil de traspasar por el retorno de políticas neoliberales.
Sin embargo, vemos como en el último año, cuando acabó la racha de victorias
electorales para los gobiernos progresistas (como en las presidenciales
argentinas o las legislativas en Venezuela) o cuando los poderes oligárquicos
desafían y quiebran la voluntad popular (como en Brasil), la vuelta a estas
políticas es más fácil de lo que podíamos atisbar. Este cambio en el signo
político de muchos gobiernos de la región está teniendo indudablemente
repercusiones, tanto en los procesos de integración, como modificaciones en la
correlación de fuerzas en el Sistema Internacional.
Entramos en
una nueva fase de disputa geopolítica en la región. La misma se caracteriza por
el cuestionamiento del liderazgo latinoamericano en el fortalecimiento de la
multipolaridad. Ni mucho menos me refiero a que la multipolaridad esté en
peligro, pero sí que existe cierto reforzamiento de las vinculaciones
Centro-Periferia de la región. La llegada al poder de gobiernos como el de
Macri en Argentina o el de Temer en Brasil, está favoreciendo a que las
potencias del Centro refuercen sus posiciones y algunos países de la región
vuelvan a apostar por el mantra liberal de la apertura comercial como mecanismo
de inserción internacional. Se observa una reorientación de las Políticas
Exteriores de muchos países de la región, la cual se expande hacia los procesos
de integración con el debilitamiento de unos (UNASUR o CELAC) o la
reorientación de otros (MERCOSUR).
Las cartas
se han vuelto a repartir. Y el gran tablero mundial, a diferencia de lo
expresado por Brzezinski, tiene en América Latina a uno de sus principales
terrenos de juego. Mucho de lo que suceda en el Sistema Internacional,
dependerá de lo que América Latina se juega en casa.
Referencias:
Brzezinski,
Z., (1998). El gran tablero mundial. La supremacía estadounidense y sus
imperativos geoestratégicos. Paidós Ibérica. Barcelona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario