Los gobiernos progresistas sacaron a millones
de ciudadanos de la pobreza extrema pero fracasaron en su propósito de reducir
la desigualdad.
En este año
electoral en América Latina, cuando es posible que culmine el cambio de marea y
alcancen o afiancen su poder fuerzas conservadoras, es un buen momento para
reflexionar cómo fue que los gobiernos progresistas fracasaron en su propósito
de reducir la desigualdad al tiempo que sacaban a millones de ciudadanos de la
pobreza extrema.
Así, nuevas
mediciones, no ya basadas en encuestas en hogares sino en declaraciones de
impuestos sobre la renta, demuestran que el impacto de los gobiernos de
izquierda en América Latina en cuanto a la redistribución de ingresos y riqueza
fue menor de lo esperado.
Está
comprobado que dichos gobiernos fueron capaces de reducir de manera
significativa la pobreza, pero no de disminuir la concentración de ingresos y
de riqueza en el pequeño grupo de millonarios situado en la cúspide de la
pirámide social de cada país. Se ha utilizado esto para socavar la credibilidad
de los gobiernos de izquierda, alegando que no han sido eficientes ni para
conseguir el objetivo que los justificaba - el de reducir las desigualdades.
La Marea Rosa y la lucha contra la desigualdad
Es cierto
que las desigualdades y la pobreza han disminuido más en los países que en los
últimos años han sido o continúan siendo gobernados por fuerzas de izquierda -
especialmente en Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, El Salvador,
Nicaragua, Paraguay, Uruguay y Venezuela -, que en los países de Latinoamérica
en que no ha habido gobiernos de izquierda.
Sin
embargo, es innegable que los avances en la lucha contra la desigualdad durante
el ciclo de la Marea Rosa han sido mucho más modestos de lo que se esperaba,
considerando que los gobiernos de izquierda fueron elegidos prometiendo
precisamente revertir las desigualdades acumuladas desde el período colonial.
Las
explicaciones que se dan de estos modestos resultados suele combinar factores
externos e internos. En cuanto a factores externos, se alega que el ciclo de
crecimiento económico que ayudó a financiar el gasto en políticas sociales de
los gobiernos de izquierda se basó en las exportaciones de materias primas y
productos agrícolas, cuyos precios volátiles han disminuido en gran medida en
los mercados internacionales en los últimos tiempos.
En cuanto a
factores internos, se critica el hecho de que las transferencias en efectivo a
los sectores más pobres de la población haya sido el elemento central de las
políticas sociales que han seguido prácticamente todos los gobiernos de
izquierda, ya que es bien sabido que su impacto redistributivo - a diferencia
del de las políticas dirigidas a crear estructuras duraderas propias de un
estado del bienestar (educación de calidad y asistencia sanitaria proporcionada
por el estado, inversiones públicas en formación profesional, etc.) – es muy
limitado.
El tema
fiscal también ha sido muy discutido. A fin de cuentas, excepto en casos
aislados, los gobiernos de izquierda no han logrado crear una estructura de
tipos impositivos progresivos capaz de redistribuir los ingresos de la cúspide
a la base de la pirámide social.
Son, todas
ellas, explicaciones sólidas y pertinentes que merecen ser tomadas en
consideración. Sin embargo, revelan tan solo la superficie del fenómeno y no
dilucidan las razones últimas por las que los gobiernos de izquierda no han ido
mucho más allá de distribuir efectivo a los pobres.
Para
comprender estas razones profundas, es necesario articular el análisis de las
desigualdades sociales con el examen, en cada caso, de las relaciones de poder.
Es decir, es necesario comprender las circunstancias políticas que han
provocado que los gobiernos de izquierda no hayan podido avanzar más en su
voluntad de promover la redistribución de los ingresos.
Seis factores a considerar
1. El agotamiento de las grandes narrativas
nacionales que, en otros momentos de la historia reciente de América Latina, permitieron
unir a naciones en torno a objetivos comunes. Fue éste el caso, por ejemplo,
del discurso nacional-desarrollista que, a mediados del siglo XX, ayudó a
legitimar la participación decisiva del Estado en el desarrollo socioeconómico
de países como Argentina y Brasil.
Pudo
observarse algo similar durante los procesos de democratización de fines del
siglo pasado, cuando grupos con intereses bastante distintos se unieron en
torno al objetivo común de restablecer la democracia en países como Argentina,
Brasil, Paraguay, Uruguay o Chile.
Las fuerzas
de izquierda que alcanzaron el poder en el umbral del siglo XXI, a pesar de
ganar en las urnas, no han logrado convertir la lucha contra la desigualdad en
un proyecto nacional hegemónico.
2. La erosión de las esferas públicas nacionales. En el
contexto del proceso de democratización, en los distintos países se crearon
espacios públicos que demostraron ser capaces de promover el intercambio
efectivo de ideas, interpretaciones y argumentos entre grupos sociales
diversos.
Estos
espacios de debate permitieron a los gobiernos promover y defender sus
políticas y reajustarlas en función de las reacciones del público.
En los
últimos años, la intensificación de la concentración de los medios de
comunicación y el aumento del partidismo de dichos medios, junto con la
aparición de múltiples foros y blogs que no se comunican entre sí, han
transformado la esfera pública en un espacio de lucha, en el que los insultos y
las noticias falsas tienen más peso que los buenos argumentos.
Este
contexto nuevo crea dificultades insuperables para la legitimación de
propuestas de cambio sustantivo, como los programas de redistribución de los
ingresos que la izquierda latinoamericana quería implementar.
3. Una base parlamentaria volátil. La mayoría
de los gobiernos de izquierda solo pudieron establecerse a costa de alianzas
con fuerzas conservadoras. Estas alianzas aportaron la mayoría legislativa
necesaria para gobernar, pero muy a menudo impidieron proyectos de reforma
fiscal o planes redistributivos más audaces.
4. La aparición de las llamadas nuevas clases
medias, más comprometidas con la movilidad ascendente individual y la
ampliación de sus oportunidades de consumo que con promover la justicia social.
Obviamente,
en esto no va implícita ninguna condena moral a estos estratos por querer la
prosperidad material. Lo que sí señala es que la aparición de las llamadas
nuevas clases medias, integradas por votantes tradicionales de los gobiernos de
izquierda, obligó a estos gobiernos a corregir su discurso y sus intenciones
redistributivas más radicales y a favorecer medidas destinadas a expandir las
posibilidades de consumo y la movilidad ascendente de este segmento.
5. La resistencia de las clases medias establecidas. En muchos
países, la creciente capacidad de consumo de las nuevas clases medias se
percibió, por parte de las clases medias establecidas, como una amenaza para su
reproducción como clase.
Al fin y al
cabo, sus señas de distinción social, como el acceso a ciertos bienes y
servicios (automóviles, empleados domésticos, educación universitaria, etc.), o
ya no se garantizaban, o dejaban de ser un privilegio suyo.
Esto
convirtió a las clases medias establecidas en el gran y poderoso oponente de
los gobiernos de izquierda y de sus planes redistributivos.
6. La apropiación del Estado y de la política por
parte de las élites económicas. En los últimos años, los grupos más ricos de
América Latina han logrado ampliar y consolidar su control sobre los estados de
la región, incluidos los gobernados por la izquierda.
Ejerciendo
una poderosa y a menudo corrupta influencia sobre los políticos y los
gobiernos, estas elites han logrado instrumentalizar porciones del Estado en
beneficio propio, así como obstruir leyes y reformas que podían limitar su
poder económico.
Esto
explica, al menos en parte, la inexistencia en muchos países de una estructura
impositiva mínimamente justa para las ganancias de capital y las grandes
fortunas. También explica por qué la cúspide de la pirámide social (el 1% más
rico de cada país) ha sido capaz de ampliar su participación en la apropiación
de la riqueza y los ingresos, incluso en los países gobernados por la
izquierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario