No hay por qué sorprenderse ante la llamada
de teléfono que le hicieran Tillerson y Santos desde Bogotá, al representante
de la oposición venezolana Julio Borges, obligándolo a no firmar el acuerdo al
que habían llegado con el gobierno, teniendo como testigos al presidente de
República Dominicana Danilo Medina y al ex presidente español José Luis
Rodríguez Zapatero.
Sergio
Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
Cuando era niño, todo era muy simple: se
circunscribía a los buenos y los malos, sin importar si la referencia estaba
relacionada con la segunda guerra mundial, el lejano oeste, el correcaminos o
las telenovelas. Tal vez, ello estaba vinculado a los tiempos de guerra fría y
al mundo bipolar, lo cual tenía un evidente influjo en el cine y la televisión.
De hecho, el análisis en esta época era menos complejo que en la actualidad, se
ajustaba a la simpleza de que lo que era bueno para uno, era malo para el otro
y viceversa. Sin embargo, el mundo unipolar que emergió tras el 11 de
septiembre de 2001 y los intentos de Estados Unidos por perpetuarlos por un
lado, y las resistencias que eso ha generado, por el otro, han complicado la determinación de las
variables positivas y negativas en el estudio de la dinámica internacional.
No obstante lo anterior, si hay un elemento
que no se ha modificado un ápice, es el papel agresivo de Estados Unidos y su
persistencia en la utilización del conflicto y la guerra como principal
instrumento de su política exterior. Los días recientes además, han sido
testigos ya no sólo de su perseverante búsqueda de cauces violentos para
dirimir los trances de la política, sino que ahora han agregado una obsesiva
intencionalidad de impedir a toda costa cualquier atisbo de negociación,
diálogo y demanda de paz, a través de formas civilizadas, democráticas y
ajustadas al derecho internacional.
El 29 de enero se realizó en Sochi, Rusia, el
Congreso del Diálogo Nacional Sirio, con la participación de 1.393 delegados de
la muy variada sociedad siria, incluyendo dirigentes de oposición que
asistieron a título individual, así como miembros de las minorías kurdas,
yazidíes, drusas y turcomanas, para reunirse a fin de hacer un esfuerzo en pos
de una solución pacífica a la crisis del país, además de impulsar los trabajos
para la redacción de una nueva Constitución.
Junto a Turquía, Irán y Rusia (países del grupo de Astaná garantes del
alto al fuego en Siria, estuvieron presentes como observadores, representantes
de Egipto, Jordania, Irak, Kazajistán, Líbano y Arabia Saudita, la que sin
embargo dio órdenes de no asistir, a las fuerzas bajo su control agrupadas en
la Comisión Suprema para las Negociaciones (CSN), que a su vez forma parte de
la Coalición Nacional Siria (CNS), alianza en la que confluyen fuerzas
políticas y organizaciones terroristas armadas y financiadas por Estados
Unidos. Empero, estuvo presente el enviado especial de Naciones Unidas para
Siria, Staffan de Mistura, llevando la palabra del secretario general de la
ONU, Antonio Guterres, quien manifestó que el evento sería “una contribución
importante a un proceso de conversaciones revivido dentro de Siria bajo los
auspicios de las Naciones Unidas en Ginebra, basado en la plena aplicación del
Comunicado de Ginebra (2012) y de la resolución 2254 del Consejo de Seguridad
(2015)". Sin embargo, Estados Unidos además de no asistir, opinó que era
una reunión innecesaria porque sus acuerdos serían “por una única vez”. Solo
unos días después las organizaciones terroristas Fuerzas Democráticas Sirias
(FDS) Y Estado Islámico (EI), lanzaron un ataque en el este del país en la
provincia de Deir Ezzor, con la participación de fuerzas terrestres y apoyo
aéreo estadounidenses, causando la muerte de unas 100 personas miembros de
fuerzas locales que combaten al terrorismo. Esto podía dar la pista de porque
Estados Unidos rechaza el dialogo y asume que los acuerdos logrados no tendrán
efectos.
Otro escenario con una situación similar es
Corea. Los juegos olímpicos de invierno que se desarrollan en la localidad de
Pyeongchang en Corea del Sur, han servido para producir un impensado
acercamiento entre las dos partes de la península. La República Popular
Democrática de Corea (RPDC) envió al evento, además de una delegación
deportiva, otra cultural y una de alto nivel estatal encabezada por el
presidente de la Asamblea Suprema del Pueblo de la RPDC Kim Yong-nam y por Kim
Yo-hong, hermana del líder Kim Jong-un. El acontecimiento posibilitó varios
intercambios amistosos que derivaron en la invitación al presidente surcoreano,
Moon Jae-in, para visitar Pyongyang "lo antes posible". Moon aceptó
la invitación, afirmando que acudirá a la capital del país vecino una vez se
realicen los preparativos necesarios. Ante esta posibilidad, el líder
norcoreano afirmó que "Es importante seguir obteniendo buenos resultados,
alentando aún más el clima cálido de reconciliación y diálogo creado por las
fuertes ganas y la voluntad común del Norte y el Sur, que aprovecharon los
Juegos Olímpicos de Invierno como un impulso". Tales declaraciones produjeron
indudable jolgorio en la mayor parte del mundo y una sensación de distensión
que augura la posibilidad de iniciar un camino de paz. No obstante, en Washington la impresión fue
diferente: la Subsecretaria de Estado para Asuntos de Asia Oriental y el
Pacífico, Susan Thornton hablando sobre el tema, expuso que el objetivo de
Estados Unidos era lograr la desnuclearización de la península, en ningún
momento mencionó la retirada del gigantesco contingente militar de su país de
corea del Sur, verdadera causa de la tensión en la región. Pero, Thornton fue
incluso más allá: en tono amenazante aseguró que alcanzarían ese objetivo “de
una forma u otra”, contrariando así el proyecto de paz de China y Rusia que
apunta a ambas acciones, es decir lo que se ha dado en llamar un “plan de doble
congelación”. Reafirmando la opinión de la subsecretaria, el vicepresidente de
la belicista nación, Mike Pence afirmó que Estados Unidos se propone seguir
presionando a Pyongyang a través de “elevadas y crecientes sanciones” hasta que
de "pasos claros" hacia la desnuclearización, insistiendo en que:
"La idea es que no quitaremos la presión hasta que realmente estén
haciendo algo significativo hacia la desnuclearización", a partir de lo
cual "… la campaña de presión máxima continuará y se intensificará. Pero
si quieren hablar, hablaremos".
Vistas así las cosas, no hay por qué
sorprenderse ante la llamada de teléfono que le hicieran Tillerson y Santos
desde Bogotá, al representante de la oposición venezolana Julio Borges,
obligándolo a no firmar el acuerdo al que habían llegado con el gobierno,
teniendo como testigos al presidente de República Dominicana Danilo Medina y al
ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Al igual que en los dos
casos anteriores, la actuación del canciller imperial sigue una norma de
conducta de su gobierno, para lo cual utiliza a Santos, un militarista confeso,
que ya dirigió un ataque armado contra otro país, hecho del cual se vanagloria
públicamente mientras le disputa a Uribe su autoría intelectual.
Cuando observo estos hechos, siempre recuerdo
al periodista británico George Monbiot, columnista del periódico londinense The
Guardian, quien en los días previos a la invasión de la OTAN a Irak afirmó que:
“Si Estados Unidos no se estuviera preparando para atacar Irak, se estaría
preparando para atacar otra nación. Estados Unidos irá a la guerra porque
necesita un país con el cual ir a la guerra”.
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