Para obtener una nueva
mayoría para ganar y contrarrestar el fraude, Morena ha tenido que ampliar sus
alianzas hacia el espacio social y político del centro y de la derecha.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En
el momento de escribir este trabajo, Morena se perfila como una opción real en
la querella con la derecha neoliberal
por el gobierno del Estado. Sin
embargo, pese a que dista poco tiempo
para las elecciones presidenciales de 2018, todavía le queda al partido un largo y espinoso trecho que recorrer. Las
experiencias de los fraudes de 2006 y 2012 advierten que los recursos del grupo en el poder son cuantiosos y
variados. Morena ha logrado trascender
la marginalidad que ha caracterizado a la izquierda: ha convocado a
manifestaciones multitudinarias en las calles; ha logrado afiliar a
aproximadamente 2.5 millones de personas; ha logrado impulsar campañas de
firmas que han conseguido también millones de adhesiones; se encuentra presente en todo el territorio
nacional y rápidamente se ha perfilado como la primera fuerza política a nivel
nacional y en buena parte de las entidades federativas del país. Hoy el
candidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, tiene ventaja sobre su más
cercano oponente de entre 11 y 15 puntos en las encuestas. Lo único que podrá
impedir que López Obrador sea el próximo presidente de México, será que cómo
aconteció en 2006 y 2012, el fraude electoral se imponga.
Morena
ha estado creando tres antídotos para el fraude. El primero de ellos es la
estructura organizativa territorial en cada una de las 68 mil secciones
electorales del país. Se busca agitar, movilizar y defender el voto en cada una
de las miles de casillas electorales que se instalarán el domingo 1 de julio de
2018. El segundo antídoto, es la batalla en las redes sociales para
contrarrestar la propaganda negra contra López Obrador. No es desestimable este
campo de batalla: los usuarios de redes sociales han pasado de 20 millones en
2006 (18% de la población) a 70 millones en 2017 (57% de la población).
Finalmente, el tercer antídoto es la política de alianzas que hemos observado
en esta tercera campaña electoral del lopezobradorismo y sus aliados.
Morena
ha llenado el espacio de la izquierda política y social en México. Los antaño
partidos reputados como de izquierda (el PRD por ejemplo) se han ido
desdibujando y perdiendo buena parte de sus bases. Para obtener una nueva
mayoría para ganar y contrarrestar el fraude, Morena ha tenido que ampliar sus
alianzas hacia el espacio social y político del centro y de la derecha. En
términos políticos esto implica la alianza con bases sociales, exdirigentes del
PRI y del PAN y aun el Partido Encuentro Social (PES), un partido de
protestantes conservadores. En lo social, la alianza es con un sector del gran
y mediano empresariado y con las clases medias. El propio gabinete que López
Obrador ha propuesto si logra llegar a la presidencia, proviene de las entrañas
del establishment neoliberal. Solamente voces interesadas podrán alegar que
Morena quiere que México sea otra Venezuela, construcción que se hace después
de satanizar a éste país. Las alianzas son imprescindibles en política y Morena
como fuerza hegemónica en ellas, las
está haciendo para ganar.
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