Bajo el paradigma de la lucha contra los “populismos” –que, hay que decirlo, fueron o son gobiernos populares– se defiende la vulneración a aspectos republicanos básicos, en un vale todo donde las víctimas son estos dirigentes que enumeramos, pero sobre todo, la verdad y la justicia. Esta es, en definitiva, la nueva “guerra jurídica” que vive nuestra región.
Juan
Manuel Karg / Cubadebate
La condena en segunda instancia a Lula da
Silva es un paso más en la judicialización de los líderes progresistas que
encabezaron el proceso de cambios de inicios de siglo en la región,
transformando la vida cotidiana de millones de personas. Si hacemos un breve
repaso de la región entenderemos la gravedad del cuadro: golpe en Honduras en
2009, seguido de la posterior inhabilitación de Manuel Zelaya Rosales; golpe en
Paraguay en 2012 y, acto seguido, inhabilitación de Fernando Lugo. Por ende, la
proscripción (¿qué otra palabra podría definir mejor lo que busca el Poder
Judicial con Lula?) al histórico líder sindical es parte del mismo entramado.
En el caso brasileño, se trata del segundo paso tras la destitución de Dilma
Rousseff: la eyección del PT del Planalto necesita este cierre, al que Lula
espera ahora revertir –aún con expectativas moderadas, visto y considerando lo
que hasta aquí sucedió– en tribunales superiores y en la propia justicia
electoral.
En los últimos meses, en la América latina del
intento de restauración neoliberal pasaron las siguientes cosas: en Brasil,
Lula condenado; en Argentina, Cristina Fernández de Kirchner procesada y Carlos
Zannini preso; en Ecuador, Jorge Glas detenido y Rafael Correa investigado; en
Uruguay, Raúl Sendic apartado de su cargo. Se trata de un conjunto de
dirigentes, primero bombardeados en términos mediáticos, cuya credibilidad
intentó ser erosionada a partir de esta verdadera “guerra jurídica”. En el
medio también hubo embates mediáticos a Evo Morales –en Bolivia se llegó a
decir que tenía un hijo que no existía, lo cual fue determinante para que
perdiera por primera vez una elección– y a José Mujica –una autora uruguaya
llegó a inventar las “tupabandas”, que supuestamente financiaban vía asaltos a
mano armada al Movimiento de Participación Popular del cual el ex presidente es
referente–.
El recuento no es azaroso: da cuenta de una
cercanía entre el embate a estos dirigentes populares, y también de una
planificación que parece ser externa. El caso chileno también es tristemente
célebre: tres años atrás se abrió una causa contra el hijo de Michelle
Bachelet, Sebastián Dávalos, por delitos tributarios, tráfico de influencias y
compra irregular de terrenos. Permaneció abierta durante la campaña
presidencial, y la primera y segunda vuelta electoral. Ganó, bajo un altísimo porcentaje
de abstención, el conservador Sebastián Piñera, que venció a Guillier,
candidato de Bachelet. ¿Qué pasó a comienzos de este año, ya con la elección
definida? Avanzó el sobreseimiento definitivo de Dávalos, una vez que estuviera
claro que quien iba a La Moneda era el empresario conservador.
En el Lawfare
latinoamericano ya no se necesitan pruebas, sino apenas indicios o
impresiones. ¿Qué palabras sonaron en el Tribunal Regional Federal 4 de Porto
Alegre? Watergate, Mensalao, Lava Jato, Petrobras. ¿Por qué condenaron a Lula?
Por un triplex que no es de él. ¿Qué palabras se escucharon en el impeachment a
Dilma? Venezuela, Foro de San Pablo, Lava Jato, Petrobras. ¿Por qué la
desalojaron del Planalto? Por “pedaladas” fiscales que hicieron todos los gobiernos
contemporáneos en Brasil, incluido el de Fernando Henrique Cardoso.
Finalmente, bajo el velo de la autodenominada
“nueva derecha” latinoamericana, con supuesto pedigree democrático, se esconde
un furibundo embate a las instituciones en general y a diversos líderes
políticos en particular. Bajo el paradigma de la lucha contra los “populismos”
–que, hay que decirlo, fueron o son gobiernos populares– se defiende la
vulneración a aspectos republicanos básicos, en un vale todo donde las víctimas
son estos dirigentes que enumeramos, pero sobre todo, la verdad y la justicia.
Esta es, en definitiva, la nueva “guerra jurídica” que vive nuestra región.
¿Hasta dónde llegarán?
@jmkarg Politólogo UBA. Analista Internacional
No hay comentarios:
Publicar un comentario