Emir Sader / LA JORNADA
En medio de enormes turbulencias económicas y
políticas, América Latina elige este año los presidentes de cuatro de los cinco
países más importantes del continente: Brasil, México, Colombia y Venezuela.
Cada una con sus particularidades, los cuatro casos colocan en cuestión la
continuidad o el cambio de los gobiernos actuales y la correlación de fuerzas
entre izquierda y derecha en el conjunto del continente.
Por orden cronológico, es Venezuela el país
que primero tendrá elecciones presidenciales, recién definidas para el 22 de
abril, cuando Nicolás Maduro se juega su relección, en medio de dificultades de
la oposición para determinar su candidato y hasta si participa o no en las
elecciones. Es la gran fecha aguardada por la oposición, creyendo hace rato que
podría derrotar al gobierno, finalmente terminando con el ciclo de gobiernos
chavistas.
Cuenta la oposición con la difícil situación
económica del país y las duras consecuencias sociales para la población, así
como con la baja del nivel de apoyo al gobierno, como resultado de esa
situación. Pero las derrotas electorales recientes han producido divisiones en
los partidos de oposición, pérdida del optimismo, así como posiciones de boicot
a las elecciones, porque si pierden, tendrían una derrota de largo alcance.
El gobierno, a su vez, ha logrado recuperar la
iniciativa política con la convocación de la Asamblea Constituyente, la cual
dejó marginalizada y sin efecto la mayoría que la derecha había logrado en el
Congreso tradicional. Pero no se puede decir que el gobierno ya haya logrado
dar un nuevo cauce a la situación económica, que arrastra muchos problemas hace
años y tampoco aminorar la situación de desabastecimiento, pérdida del poder
adquisitivo de la población, retrocesos en los programas sociales.
Es en medio de ese panorama que se darán las
primeras elecciones en uno de los cuatro países más importantes de la región y
que, posiblemente, den un nuevo mandato al gobierno bolivariano.
Las elecciones en Colombia aparecen con las
más abiertas como pronóstico, en el sentido de que hay varias candidatos muy
cercanos en las encuestas. Sin embargo, las últimas revelan que dos candidatos
progresistas son los favoritos: Gustavo Petros y Sergio Fajardo. Tanto el
candidato de Juan Manuel Santos, como el de Uribe, reciben poco apoyo popular,
pasando lo mismo con candidatos de la izquierda, como Piedad Córdoba y Rodrigo
Londoño, de las FARC.
En México, se consolida el favoritismo de
López Obrador, frente al desgaste del gobierno del PRI y los efectos sobre su
candidato, así como la fuerza todavía no consolidada del candidato del PAN.
Finalmente López Obrador puede ganar las elecciones en México.
En Brasil, por el peso del país y por la
crisis actual, la elección es decisiva para el futuro del país y del continente.
La derecha, sin candidato y sin programa a proponer, juega todas sus cartas en
la exclusión de Lula de la campaña electoral. Es todavía un tema abierto, hay
muchos procesos en contra de él, ninguno con cualquiera prueba, hay varios
recursos por delante, pero no hay ninguna duda que el objetivo prioritario de
la derecha es inviabilizar la candidatura de Lula, porque sabe que si es
candidato, Lula ganará, incluso en primera vuelta.
Pero ello no resuelve el problema. Aún
imposibilitado de ser candidato, Lula será el gran elector, el candidato que él
indique y para el cual haga campaña –que seguramente será un nombre del mismo
PT– seguirá siendo favorito para ganar.
Así, en esos cuatro países son disputas
decisivas para el futuro del continente las que se darán este año. Ninguna
tiene un resultado seguro, pero hay tendencias probables. No es imposible que a
fines de año tengamos a Maduro como presidente reelecto de Venezuela, a
candidatos progresistas electos en Colombia y en México, y el retorno de un
presidente del PT en Brasil.
Ello abriría mejores perspectivas para las
elecciones siguientes, especialmente en Argentina y en Bolivia. Así como el
cerco a Venezuela y a Cuba perderían fuerza.
No es imposible que se dé así. Lo cual
significaría un freno a la contraofensiva de la derecha, el aislamiento de los
gobiernos más conservadores, como los de Macri y de Piñera, y una retomada de
los procesos de integración latinoamericana, ahora con la integración de México
y de Colombia.
Son procesos abiertos. Nada garantiza que se
den, así como no es seguro que la derecha esté agotando su ofensiva. Pero las
condiciones de disputa están dadas, la izquierda tiene una nueva posibilidad de
conducir procesos de superación del neoliberalismo y de construcción de
sociedades más justas y de Estados soberanos. Al final de este año el mapa
latinoamericano será distinto.
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