Con este título publicó Juan Bosch en 1944 un artículo en solidaridad con la lucha por la independencia de Puerto Rico. Fue uno de los incontables trabajos periodísticos, políticos y literarios que el gran escritor dominicano produjo durante su prolongado exilio habanero, varios de los cuales dedicó a la causa de la isla hermana.
Ricardo Alarcón / Cubadebate
Cierre de comercios en San Juan, Puerto Rico. |
Pese al tiempo
transcurrido, casi ya tres cuartos de siglo, texto semejante, con idéntico
título, podría escribirse hoy: “A la deriva por los mares de la historia, sin
rumbo, sin destino, va Puerto Rico: desde hace cuatro siglos y medio”.
Ahora habría
que agregar que la situación es peor y la isla, azotada por feroces huracanes,
sobre todo el más reciente y brutal llamado Donald Trump, encara un momento
decisivo de su historia.
Entonces,
cuando Bosch redactó su hermosa profecía, gobernaba en Washington Franklyn
Delano Roosevelt quien prometía al pueblo norteamericano un nuevo trato que
beneficiase a los trabajadores y a los pobres y a los pueblos del Continente
ofrecía una política de buena vecindad. Pero sus promesas no le sobrevivieron.
Hace ya mucho
tiempo que ambos proyectos fueron reducidos a cenizas, barridos por el
capitalismo salvaje y el belicismo desenfrenado que han practicado, de un modo
u otro, con matices secundarios, todas las Administraciones estadounidenses
después de la Segunda Guerra Mundial.
En los años
cuarenta Luis Muñoz Marín y su Partido Popular Democrático (PPD) todavía
abogaban por la independencia de la Isla. Más tarde relegarían a un plano
secundario la cuestión fundamental de la soberanía nacional y darían paso, con
el patrocinio de Washington, al llamado “estado libre asociado” (ELA), torpe
disfraz que en nada cambió la cruda realidad colonial.
Gracias a
exenciones tributarias y otros privilegios el territorio fue inundado por
capitales norteamericanos desplazando a los productores locales e impulsando
una emigración masiva hacia el norte. Cuantiosas inversiones en la
infraestructura le dieron un aire de modernidad y la propaganda imperial no
escatimó esfuerzos para vender a la hermosa isla como un paradigma, un modelo
para el resto del Continente. Paralelamente llenaron el pequeño territorio de
bases e instalaciones militares convirtiéndolo en un verdadero fortín que fue
pieza clave para su política agresiva e intervencionista en todo el Continente.
Esa propaganda
logró ocultar, al mismo tiempo, dos aspectos decisivos para entender la
realidad puertorriqueña. Por un lado la persecución y represión sistemática
contra el movimiento patriótico, muchas veces violenta y abierta, otras,
encubierta y más o menos sutil, pero siempre avasalladora. Y por el otro el
rechazo de Washington a todas y cada una de la peticiones del pueblo
puertorriqueño, incluyendo el PPD, para modificar la relación colonial y
hacerla menos lesiva a sus legítimos intereses.
En rigor el
ELA fue un embuste desde su nacimiento. Jamás hubo una “asociación” entre
Puerto Rico y Estados Unidos y llamar “libre” al engendro así creado era,
además de una afrenta a su víctima, el pueblo boricua, un grosero insulto al
lenguaje. Todos los esfuerzos promovidos desde la isla para alcanzar espacios
de autonomía fracasaron ante la insolencia imperial.
Con el paso
del tiempo la metrópoli colonial también fue cambiando. Estados Unidos sigue
siendo la principal potencia económica y militar del planeta pero su dominio ya
no es absoluto, indiscutido, como lo fue al concluir la Segunda Guerra Mundial.
Tuvo que eliminar varias disposiciones importantes que había favorecido a sus
inversiones en la isla y estas fueron en busca de otros mercados más
lucrativos.
El modelo
económico impuesto a la colonia terminó en un fracaso estrepitoso y las
autoridades locales debieron reconocer su incapacidad para pagar la deuda
pública de más de 70 mil millones de dólares y se afanaron inútilmente en busca
de una solución imposible para un país sometido totalmente a un poder
extranjero.
Carente de
soberanía propia a Puerto Rico se le cerraron todas las posibilidades de
negociación para enfrentar un problema que encaran todos los días los países
independientes. En Washington el Congreso y la Administración se pusieron de
acuerdo para establecer una llamada Junta de Control Fiscal la cual es hoy la
verdadera autoridad que administra el territorio y cuya tarea es obligar a los
puertorriqueños a pagar lo que supuestamente deben imponiendo para ello
draconianas medidas de austeridad que aumentaron el desempleo, eliminaron
servicios sociales básicos e incrementaron la emigración.
Por si fuera
poco la isla fue azotada por dos huracanes de gran intensidad, Irma y María,
sobre todo este último que la arruinó casi por completo. Se calculan en más de
90 mil millones de dólares las pérdidas ocasionadas por estos fenómenos
meteorológicos. Miles de familias perdieron sus viviendas y cuatro meses
después una gran parte de la población no tiene electricidad ni agua potable,
muchas escuelas no han reiniciado sus actividades y nadie sabe cuándo ni cómo
se recuperará la infraestructura derrumbada.
Ni siquiera se
sabe con precisión cuántas personas perdieron la vida como consecuencia del
paso de María. Investigaciones periodísticas independientes calculan que pasan
de mil.
Más de 200 mil
han buscado refugio en Estados Unidos en una ola migratoria que no parece
detenerse.
Para colmo
llegó Trump. El insólito personaje, que nada ha hecho siquiera para aliviar la
tragedia boricua, no sólo recordó que hay que reembolsar la supuesta deuda sino
que impulsa una reforma tributaria que, entre otras cosas, grava con un 20% los
productos procedentes de la isla con lo que hará de la recuperación económica
una quimera irrealizable.
En medio del
desastre resulta conmovedor el empeño del pueblo por reconstruir su país, sin
ayuda federal y frente a la corrupción y la torpeza de quienes dicen
representarlo.
Parece
cumplirse lo que Juan Bosch anticipó hace tanto tiempo. A la hora del naufragio
serían los trabajadores, los desposeídos, los de abajo, finalmente unidos en el
dolor y la esperanza, los únicos capaces de salvar la Patria.
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