El rol del pensamiento crítico es decisivo en
períodos como el actual, porque permite superar las trampas ideológicas y
teóricas que la derecha pone y promueve, dificultando la superación de la
alienación y dificultando una lectura de la naturaleza real de lo que se vive
en el mundo actual.
Emir
Sader / Página12
En un período político en que se combinan el
fracaso del modelo neoliberal y sus desastrosas consecuencias sociales por todo
el mundo, con fuerte ofensiva de la derecha, queda un enorme desafío para la
izquierda. ¿Cómo es posible que en un período en que el gran modelo propuesto y
asumido por la derecha a escala mundial se haya agotado y demuestre
fehacientemente su carácter antisocial, sea la derecha quien lleva la voz
cantante en gran parte del mundo?
Para comprender esa paradoja, el pensamiento
crítico tiene que reactivarse y colocarse al servicio de la izquierda, haciendo
lecturas correctas del período político actual a escala mundial que ayuden a la
izquierda a redefinirse y reubicarse. Nunca como ahora el capitalismo demuestra
tan evidentemente su carácter recesivo, de exclusión social, de promoción de
más y más conflictos violentos en el mundo. Sin embargo, la izquierda, salvo
excepciones, no logra valerse de esa situación para promover grandes
movilizaciones populares, para formular proyectos alternativos,
antineoliberales y anticapitalistas, y conquistar apoyos para esos proyectos.
El rol del pensamiento crítico es decisivo en
períodos como el actual, porque permite superar las trampas ideológicas y
teóricas que la derecha pone y promueve, dificultando la superación de la
alienación y dificultando una lectura de la naturaleza real de lo que se vive
en el mundo actual. También, para comprender los rasgos nuevos del período
histórico actual, y para hacer un balance de los errores cometidos por la
ausencia de esa comprensión.
Nunca como ahora se plantea la necesidad de
que las instituciones del pensamiento crítico asuman orientaciones de compromiso
político y teórico claro, de vínculo directo con los movimientos populares
–sociales y partidarios–, para contribuir a la construcción o reconstrucción
del bloque de fuerzas antineoliberal.
En este período resurgen las tentaciones de la
despolitización, del refugio del pensamiento en las trampas del academicismo,
del silencio frente a los grandes problemas contemporáneos. Tienden a
fortalecerse tendencias burocráticas, incapaces de protagonizar los grandes
debates de ideas, tendencias que se concentran en las acciones administrativas,
confundiéndolas con la política, con la defensa de la esfera pública, con la
promoción de las teorías que permiten descifrar los enigmas de la realidad.
La burocratización produce y reproduce la
mediocridad, la ausencia de ideas, el vacío de la teoría. No permite la
comprensión de lo decisivo, de lo nuevo, de lo complejo en la realidad del
mundo contemporáneo.
Porque la realidad apunta hacia direcciones
distintas, en un período de disputa, en que el futuro está abierto, todo
catastrofismo o burocratismo pasa de largo lo fundamental, que sólo el
pensamiento crítico puede descifrar.
En el momento en que procesos de restauración
conservadora atacan a la educación pública, a los sindicatos, a los líderes
populares, las entidades del pensamiento crítico tienen que estar a la
vanguardia de la lucha en defensa de las conquistas logradas, de las entidades
que las representan y de los líderes que
han conducido ese proceso.
Es criminal quedarse quieto cuando está en
juego la libertad de expresión, cuando del otro lado de la barricada se busca
una sociedad sin sindicatos, un movimiento popular sin liderazgos, una
educación entregada a intereses privados. El que no se juega ahora, con todo,
en la defensa de las conquistas logradas, de las organizaciones que las
representan, y de los liderazgos que han conducido esas luchas, no está a la
altura de los desafíos del pensamiento critico y de la decisiva lucha de ideas
contemporánea.
No es con perfiles bajos, sin ideas, que la
izquierda pueda contar con el pensamiento critico. Nunca como ahora las
entidades del pensamiento critico requieren liderazgos políticos e
intelectuales fuertes, que no dejen de pronunciarse sobre los grandes temas del
mundo actual y, en particular, de América Latina. Se requieren de esos
liderazgos visiones sobre lo que vive el continente, sobre las contribuciones
del pensamiento critico y sobre el rol de las entidades que lo representan. El
apoliticismo, la despolitización, son armas de la derecha para intentar neutralizar
el potencial transformador del pensamiento crítico.
1 comentario:
Mucha gente vota a las derechas. Es tan sencillo como eso.¿Que es lo que os cuesta tanto trabajo entender?.Sus motivos tendrán.
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