Para ir por Cuba o Bolivia mañana, como ya fueron por Honduras,
Paraguay y Brasil ayer, van ahora por Venezuela. Es la ley del imperio, que sus vasallos acatan.
Andrés Mora Ramírez /
AUNA-Costa Rica
El llamado Grupo de Lima excluyó al presidente de Venezuela de la próxima Cumbre de las Américas. |
Ya no se trata solo de
perpetrar un golpe de Estado contra el gobierno del presidente constitucional
Nicolás Maduro, para poner en su lugar un Henrique
Capriles, un Leopoldo López u otra político de mampara; ni los métodos serán
ahora los del terrorismo guarimbero, los sabotajes o la guerra
económica, en los que tanto tiempo y recursos invirtió el expresidente Barack
Obama; no, es más que eso: el objetivo ahora es reducir a cenizas el legado de
solidaridad, justicia social y democracia participativa del proceso
bolivariano, dentro y fuera del país.
No deben ser pocos los
halcones del Pentágono, o los lobbistas de las compañías
petroleras, o los congresistas y senadores que pescan votos en medio del odio y
el anticomunismo de la Florida, o los magnates de medios de comunicación que
descargan a diario su furia antichavista en periódicos, televisión, radio e
internet, quienes sueñan con la instantánea de época: la irrupción de las
fuerzas de la libertad y la democracia made in USA en el Cuartel de
la Montaña, donde reposan los restos del comandante Hugo Chávez, para profanar su mausoleo tal y como lo hicieron en 1949 aquellos marines que orinaron sobre la
estatua de José Martí, en el Parque Central de La Habana. O quizás los más
perversos esperan el video, sin efectos especiales ni censura, de la ejecución
extrajudicial de Maduro al mejor estilo de la banda de mercenarios al servicio
de la OTAN que, en Libia, en el 2011, supieron sacar una sonrisa televisada a Hillary Clinton con la noticia del asesinato de Muamar Gadafi. ¡El rating lo justifica todo!
Venezuela es la obsesión de turno de Washington, de los corifeos de la restauración
neoliberal que avanza por nuestra América y del sufrido exilio miamero,
que ceba sus penas entre conspiraciones y evocaciones de aquel tiempo pasado en
el que todo fue mejor (para ellos). Por eso se multiplican los voceros del
imperialismo en el Grupo de Lima, ese club de amigos de la derecha declarada y de la derecha vergonzante, que ha vetado la participación de Venezuela en
la Cumbre de las Américas prevista para realizarse en Lima en el mes de abril.
Pedro Pablo Kuczynski, el sospechado presidente de Perú que pactó la
permanencia en su cargo a cambio del indulto al genocida Alberto Fujimori, le
cerró las puertas del cónclave panamericano al presidente Maduro. "No es
bienvenido", dice este demócrata que, cual perrito simpático, no quiere
causarle problemas a míster Trump. Y el secretario general de la OEA, Luis
Almagro, siempre presto a colaborar con la causa injerencista, no se ha quedado
atrás: de inmediato clamó a los Estados Unidos, por enésima vez, para que
imponga "más sanciones, más amplias y más fuertes" contra el gobierno
venezolano.
Así se ejerce la política de
la dominación, de esas miasmas se nutre: quienes fabrican el caso, tienen
preparada de antemano la sentencia para los condenados. Para ir por Cuba o Bolivia mañana, como ya fueron por Honduras, Paraguay y Brasil ayer, van ahora por Venezuela. Es la ley del imperio, que sus
vasallos acatan.
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