¿Qué
podemos aprender con Martí? En primer término, a conocer y comprender mejor la
capacidad de nuestra gente para el mejoramiento humano y el ejercicio de la
virtud. Desde allí, a comprender y fortalecer la unidad del género humano,
entendiendo a la patria como “aquella
porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer”, por
lo cual no ha de negarse el hombre “a cumplir su deber de humanidad, en la
porción de ella que tiene más cerca.
Guillermo Castro H. / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
“Toda nueva teoría estudiada con «heroico furor» […] durante cierto
tiempo, especialmente si se es joven, atrae por sí misma, se adueña de toda la
personalidad […] hasta que se establece un equilibrio crítico y se estudia con
profundidad, pero sin rendirse en seguida a la fascinación del sistema o del
autor estudiado. Estas observaciones valen tanto más cuanto que el pensador en
cuestión es más bien impetuoso, de carácter polémico, falto del espíritu de
sistema, cuando se trata de una personalidad en la cual la actividad teórica y
la práctica están indisolublemente ligadas, de un intelecto en continua
creación y en perpetuo movimiento, que siente vigorosamente la autocrítica del
modo más despiadado y consecuente.”
Antonio Gramsci[1]
Unos estudian
la obra de José Martí por sus cualidades estéticas y morales. Otros lo hacen en
lo que tiene por decir, y lo que tenemos pendiente de hacer. Hay mucho de
convergente entre ambas perspectivas, pues las luces y las sombras del mañana
enriquecen la lectura del ayer martiano, y permiten advertir a tiempo – y a
nuestra propia luz – los desafíos que van emergiendo de nuestro devenir en el
mundo.
Seis
preguntas sencillas ayudan a organizar este estudio. La primera de ellas, por
supuesto, es para qué estudiar a Martí. La respuesta es que estudiamos a Martí
para conocernos y comprendernos en lo que hemos llegado a ser, y lo que podemos
llegar a ser; para entender mejor al mundo desde nosotros mismos; para imaginar
y construir sociedades mejores, con todos y para el bien de todos los que se
sumen a ese empeño, y para contribuir al equilibrio de un sistema mundial que
en vida de Martí iniciaba el camino que lo llevaría a la Gran Guerra de 1914 –
1945, y que hoy ha ingresado en una crisis global.
Así
las cosas, ¿qué estudiar en Martí, para acercarnos a estos propósitos? En
primer término, el proceso de formación de su visión del mundo, y de la ética
correspondiente a esa visión. Para Armando Hart, los valores que sustentaban
esa visión eran la fe en el mejoramiento humano, en la utilidad de la virtud y
en el poder transformador del amor triunfante. Aquí tiene especial importancia
el vínculo entre esa visión y la conducta de Martí en lo que hace a su vida
personal y política; a su visión del pasado, y de los futuros posibles para los
pueblos de nuestra América, y a su presencia en el proceso de formación de la
joven generación de intelectuales liberales que, a partir de la década de 1880,
iniciarían la crítica del Estado Liberal – Oligárquico y del expansionismo
norteamericano, y la lucha por establecer en nuestra América verdaderas
democracias republicanas de amplia base social, creciente autonomía económica y
fuerte identidad nacional – popular.
Dicho
esto, ¿cómo estudiar a Martí? Ante todo, situándolo en los dos grandes planos
de su trayectoria vital: el de su propia vida, entre 1853 y 1895, y el del
proceso de transición del periodo colonialista al imperialista – y su correlato
cultural de conflicto entre la civilización y la barbarie al conflicto entre el
progreso y el atraso - en el desarrollo del moderno sistema mundial. Esto
facilitará comprender las formas en que se articulan Cuba, nuestra América y el
sistema mundial en transformación en su formación política, en la definición de
su postura de abierta oposición al expansionismo norteamericano y, entre 1892 y
1895, al breve y permanente fulgor de su liderazgo político al frente del
Partido Revolucionario Cuba.
¿Dónde
estudiar a Martí? Ante todo, en su propia obra, en particular entre 1885 –
1895, de sus 32 a sus 42 años.[2] A esto se agrega, además, la visión de sus
principales intérpretes clásicos, como Cintio Vitier y Roberto Fernández
Retamar, y las publicaciones de entidades especializadas como el Centro de
Estudios Martianos, de La Habana, Cuba.[3] Esto
es indispensable para prevenir algunos riesgos que pueden afectar el estudio de
la obra martiana.
¿Cuáles
son esos riesgos? Uno es la anacronía, que lleva a citarlo fuera de su contexto
histórico, haciendo de opiniones marginales problemas centrales en el debate.
Otro es el de la fragmentación de un pensamiento, una oratoria y una poesía de
gran riqueza y complejidad, de donde se extraen ideas o versos por la belleza
de su construcción sin atender a la lesión que ello pueda implicar para su
contenido. Y, naturalmente, está el riesgo de hacer víctima a Martí de los
prejuicios provenientes de la propia cultura liberal que él buscó trascender,
como ocurre en el caso de sus reflexiones sobre la religiosidad y el
anticlericalismo.
En
suma, ¿qué podemos aprender con Martí? En primer término, a conocer y
comprender mejor la capacidad de nuestra gente para el mejoramiento humano y el
ejercicio de la virtud. Desde allí, a comprender y fortalecer la unidad del
género humano, entendiendo a la patria como “aquella
porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer”, por
lo cual no ha de negarse el hombre “a cumplir su deber de humanidad, en la
porción de ella que tiene más cerca. Esto es luz, y del sol no se sale. Patria
es eso”.[4] Y,
desde el ejemplo mismo de su vida, aprendemos a entender mejor el poder de las
ideas en el proceso de transformar el mundo, y el papel de los intelectuales en
esa tarea. Aprendemos, en suma, a crecer con el mundo, para ayudarlo a crecer.
Panamá, 25 de septiembre de 2019
[4] "En
casa", Patria, 26 de
enero de 1895. Obras Completas. Editorial de Ciencias Sociales, La
Habana, 1975. V: 468 – 469:
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