Ayotzinapa es muestra de dolor, de rabia, desconfianza
y de la violencia de Estado; únicamente la justicia puede dar otro significado.
Seguimos ondeando la bandera de la esperanza para que la verdad aflore y la
justicia se establezca, pero para ello, sigue siendo necesaria la participación
consciente de los oprimidos reclamando el respeto a sus derechos, el fin de la
violencia sistémica y un nuevo orden social más equitativo y justo.
Cristóbal León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Mérida,
Yucatán. México
Arriba
se pretendió que se diluyera, que todo pasara, que los vientos cambiaran y la
marea regresa a la calma, pretendieron dejar morir lo que vive, los culpables
apostaron por el olvido y el desanimo, se escondieron en su “verdad histórica”,
se mintieron a sí mismos queriendo salir impunes. Pero la memoria sigue
intacta, Ayotzinapa palpita en nuestros corazones, no hay olvido, no hay brazos
caídos, la resistencia sigue y persiste, crece a pesar del tiempo, se
entrelaza, avanza, abajo se teje la manta del mañana con el hilo del presente,
el porvenir se construye en los actos cotidianos, el silencio no significa
inactividad, el silencio es organización, esperanza y voluntad, persistencia y
dignidad. Se cumplen cinco años y todo continúa, la impunidad sigue, el
desprecio de muchos poderosos continúa, abajo todo sigue, seguimos y
seguiremos, andamos en esta noche provocando que amanezca. Ayotzinapa es vida,
vive en nosotros.
Al
iniciarse el actual gobierno federal se firmó un Decreto para crear la Comisión
de la Verdad de Ayotzinapa, un paso necesario de reconocer, el presidente
Andrés Manuel López Obrador indicó que todas las instituciones relacionadas se
pusieran a disposición de la verdad, sin embargo, nuevamente el tiempo pasa y
reiteradamente contamos los días de la impunidad. La sociedad se mantiene
vigilante de los procesos que se instauraron, las medidas que se toman y sobre
todo de que realmente los actos que se efectúan estén dirigidos al
esclarecimiento de lo sucedido.
Muchas
dudas circulan en el aire, la liberación reciente de más de veinte policías
relacionados con la desaparición sin que el crimen este resuelto, despierta la duda,
agudiza los temores y pone al miedo en la palestra, la impunidad en México es
tan común, que a pesar de lo mucho que se ha efectuado contra la corrupción,
aún quedan resabios de las viejas formas de hacer política y de usar las leyes,
el temor frente a la injusticia no es casual, es una vivencia tan cotidiana que
es en verdad, muy difícil de poder erradicar únicamente con palabras o buenas
voluntades.
Todos
quienes sentimos Ayotzinapa como algo nuestro, deseamos que el Crimen de Estado
sea juzgado con toda la profundidad necesaria y los culpables paguen por su
participación en las desapariciones forzadas y en la criminalización que han
padecido los estudiantes normalistas y sus familiares. Ya han pasado cinco
años, ¿acaso es necesario que transcurran otros cinco para hablar de justicia?
Es por demás urgente y necesario poner fin a la violencia sistémica que desde
los años sesenta se aplica e impone sobre los movimientos sociales, los
activistas y demás ciudadanos conscientes que levantan la voz para exigir
mejores condiciones de vida. Establecer la justicia en Ayotzinapa sería un gran
paso para frenar la guerra sucia que hasta hoy ha existido en México.
Nos toca a nosotros seguir jugando nuestro papel, la
sociedad tiene que renovar su participación exigiendo transparencia y
veracidad, haciendo del tema un diálogo entre las partes. Las manifestaciones
de repudio al crimen y a sus perpetradores continuaran hasta que la justicia se
establezca, la solidaridad con los familiares de los desaparecidos es una
constante muestra de humanidad, México en su conjunto fue cimbrado en lo más
profundo por el crimen de Estado, resarcir ese daño transitará por el
cumplimiento de las demandas sociales, hacer de la justicia un hecho palpable y
no sólo un derecho alienado de la vida cotidiana.
La justicia no vendrá del cielo ni por bondad, los
reclamos sociales lograron que se crease la Comisión para la Verdad de
Ayotzinapa, miles y miles de mexicanos se expresaron junto al apoyo recibido
desde diferentes puntos del mundo, fueron todas esas voces las que pusieron el
tema como prioritario en la agenda política, esas mismas voces multiplicadas
reavivan el interés y la permanente demanda humana de que al fin se pueda
hablar de justicia en México.
La verdad no es un acto que baje desde la pirámide
vertical del poder, es la expresión de la voluntad social organizada de manera
horizontal para dar luz a esta noche espesa y sombría que ha significado la
desaparición de los estudiantes normalistas. Ayotzinapa es muestra de dolor, de
rabia, desconfianza y de la violencia de Estado; únicamente la justicia puede
dar otro significado. Seguimos ondeando la bandera de la esperanza para que la
verdad aflore y la justicia se establezca, pero para ello, sigue siendo
necesaria la participación consciente de los oprimidos reclamando el respeto a
sus derechos, el fin de la violencia sistémica y un nuevo orden social más
equitativo y justo.
Ayotzinapa es también vida, resistencia, alimento que
nos enseña, es ejemplo de dignidad y
persistencia, el llanto continuo es fuerza para los espíritus desgastados.
Ayotzinapa es utopía realizable, es la verdad más fuerte que nuestras voces
gritan. Ayotzinapa es humanidad, es amor, es sentimiento, es el canto de
ilusión que desde nuestras almas brinda el coraje para insistir frente a tanta
impunidad, barbarie e inhumanidad. ¡JUSTCIA PARA AYOTZINAPA!
Integrante
del Colectivo Disyuntivas
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