La crisis del pensamiento crítico, o sea nuestra forma de
comprender el mundo para poder actuar transformándolo, ha llevado a los
analistas a multiplicar conceptos poco precisos que suelen ser más descriptivos
que analíticos, por lo que inducen a confusión. Neoliberalismo es uno de los
conceptos que están siendo utilizados de manera menos rigurosa.
Raúl
Zibechi / LA JORNADA
Entre
muchos profesionales de la política y del pensamiento se ha difundido una idea
que asocia el neoliberalismo a un tipo de gobierno fundamentalista del mercado,
cuando su acepción debería apuntar en una dirección estructural: es el
capitalismo en el periodo en el que la acumulación por desposesión se ha
convertido en hegemónica.
El
geógrafo marxista David Harvey, quien acuñó el concepto de acumulación por
desposesión/robo, asocia esta modalidad del capital a las políticas
neoliberales promovidas por el Consenso de Washington: las privatizaciones, la
dominación del capital financiero, la distribución regresiva de la renta y la
generación de crisis para acelerar los tres procesos anteriores.
En
América Latina el neoliberalismo tuvo un primer periodo privatizador, en el
cual fueron desguazadas buena parte de las empresas estatales, traspasadas a
precios muy bajos a multinacionales del norte. Las privatizaciones fueron
enfrentadas por una amplia alianza de los sectores populares y las clases
medias, generando una oleada de movilizaciones que se tradujo en la caída de
una docena de gobiernos derechistas, desde el Caracazo de 1989 hasta la segunda guerra
del gas en Bolivia en 2005.
Deslegitimadas
las privatizaciones y las dirigencias políticas que las promovieron, el
neoliberalismo trasladó el núcleo de la acumulación por despojo a otros
terrenos que ahora llamamos extractivismo: agronegocio, minería a cielo
abierto, obras de infraestructura y especulación inmobiliaria urbana. Estamos
ante lo que la socióloga Maristella Svampa denominó “consenso de las commodities”, aunque suelo optar
por una definición desde abajo que la nombra como cuarta guerra mundial.
El
problema que observo, es que muchos analistas sostienen una definición mucho
más restringida de neoliberalismo, que asocian a la mayor o menor participación
del Estado en la economía y en la sociedad. De ese modo, se suele sostener que
cuando asume un gobierno estatista, real o discursivo, ya entraríamos en un
periodo posneoliberal.
Definir
las cosas de este modo, creo que induce a confusiones. Los cambios de gobierno
no afectan al modelo neoliberal, sino tocan apenas aspectos laterales del
mismo. Por ejemplo, se suele mentar que las políticas sociales compensatorias
son parte del nuevo periodo posneoliberal. Sin embargo se ignoran dos hechos
centrales.
Uno:
esas políticas no las inventaron los gobiernos progresistas o posneoliberales,
sino el Banco Mundial para desarticular los movimientos antisistémicos. Dos:
las políticas sociales benefician al sector financiero, al promover la
bancarización de los beneficiarios. En ambos casos, refuerzan el neoliberalismo:
debilitan a quienes pueden enfrentarlo y fortalecen al capital financiero.
Pero
lo más importante es que el neoliberalismo, siendo la fase actual del
capitalismo, no puede ser derrotado votando, eligiendo nuevos gobernantes, sino
desarticulando las bases sobre las que se asienta: el poder concentrado del
capital financiero que utiliza el aparato estatal como escudo y espada, más
allá de los gobernantes de turno.
Sostengo
que salir del neoliberalismo implica una crisis fenomenal, porque el poder
construido por el capital es tan sólido que sólo puede ser derrotado en un
largo periodo de autorganización de los pueblos, recuperando los mediosde
producción e instituyendo formas devida no capitalistas, con poderes no
estatales que las defiendan.
Una
de las consecuencias más nefastas del neoliberalismo es que ha consolidado el
poder de uno por ciento. Este poder amurallado en las instituciones estatales
como las fuerzas armadas, que ha sometido a sus intereses al narcotráfico y
otras formas de la acumulación por despojo, no puede ser desarticulado sin un
cambio radical en la relación de fuerzas. Algo que nunca se consiguió votando,
ni en plazos cortos.
El
capital en el periodo neoliberal se ha blindado, aprendiendo las lecciones de
las revoluciones triunfantes. Por eso no será nada sencillo desalojarlos del
poder, tarea en la que han fracasado tanto las opciones electorales como las
armadas. ¿Acaso China y Vietnam no son neoliberales?
Un
problema adicional es el que denuncia Darío Aranda en una brillante nota (https://bit.ly/2mDPbbU). El
extractivismo, el neoliberalisomo, son política de Estado. Los gobiernos
conservadores pactan con las empresas multinacionales la entrega de los bienes
comunes. Los progresistas hacen lo mismo.
El
modelo extractivo primario exportador, es la continuidad entre unos y otros.
Aunque los progresistas aseguren que al llegar ellos al gobierno ya no hay
neoliberalismo. Que le pregunten a los pueblos.
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