Hong Kong está pasando,
en la actualidad, por una crisis política que los medios norteamericanos no
quieren analizar y, por lo tanto, no lo entienden. Toman la información que les
proporciona Washington y repiten la misma canción desgastada: las protestas en
Hong Kong son a favor de la democracia capitalista norteamericana y en contra
de la democracia comunista china.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Hong Kong es una ciudad
que tiene muchas afinidades con Panamá. Durante más de un siglo y medio fue un
enclave colonial británico que se proyectaba sobre el Pacífico en el costado de
China, el gigante asiático. Panamá también tenia una herida en su geografía,
que la partía por la mitad de un océano al otro. Hong Kong era el puerto de
entrada a China en el siglo XIX del opio que explotaban los ingleses en la
India. El Canal de Panamá fue el puente que le sirvió a EEUU convertirse en la
potencia global después de la II Guerra Mundial. Tanto Hong Kong como la Zona
del Canal de Panamá se reintegraron a sus países en los últimos años del siglo
XX. En el caso de Hong Kong, en 1997 dejó de ser colonia británica y se
reintegró a China. En Panamá, EEUU terminó su ocupación del área del Canal en
1999.
Hong Kong y la antigua
Zona del Canal tienen un área territorial similar de algo más de mil kilómetros
cuadrados. En términos de población, Hong Kong tiene 7.5 millones de habitantes
y la República de Panamá algo más de 4 millones.
La ocupación inglesa de
Hong Kong transformó la región – en un siglo y medio - de una caleta de
pescadores en un centro comercial, industrial y, finalmente, financiero. Cuando
Gran Bretaña soltó la colonia lo hizo con pleno conocimiento que la pérdida de
soberanía sobre Hong Kong le beneficiaría. En 20 años – 1997 al presente – la
ciudad ha prosperado enormemente, se han hecho grandes fortunas y es un centro
financiero que compite con los más sofisticados del mundo. Además, todo indica
que continuará creciendo y haciendo más ricos a los grandes inversionistas y
especuladores.
Cuando EEUU negoció con
Panamá el fin de la ocupación del área del Canal en 1977 también lo hizo
pensando que sacaría provecho. Políticamente, puso fin a un enfrentamiento
permanente con un pueblo que no aceptaba ser subordinado. Militarmente, acabó
con 16 bases militares que sólo le representaban gastos para resguardar una
infraestructura (el Canal) imposible de defender. Diplomáticamente, Washington
pretendió presentarse ante el mundo como una potencia dispuesta a entenderse
con países más débiles. La imagen colapsó en 1989 cuando decidió invadir a
Panamá para hacer un cambio de régimen que favorecería la imagen de un
presidente sin carisma.
Hong Kong está pasando,
en la actualidad, por una crisis política que los medios norteamericanos no
quieren analizar y, por lo tanto, no lo entienden. Toman la información que les
proporciona Washington y repiten la misma canción desgastada: las protestas en
Hong Kong son a favor de la democracia capitalista norteamericana y en contra
de la democracia comunista china. Un sociólogo honkonés, Ip Iam-Chong, predijo
las protestas en 2018. En un artículo sobre la ‘gentrificación’
(neo-urbanización), sostiene que la política de desarrollo urbano impulsada por
el gobierno de Pekín y apoyada por las autoridades municipales de Hong Kong
creó lo que llama una emergente clase media “alienada”. Una clase media que en
los años últimos del siglo XX e iniciales del siglo XXI se sentía muy
identificada con el futuro de la antigua colonia británica.
“La emergencia de un
mercado orientado a la compra y venta de propiedades conectado a la lógica de
la globalización y desconectado de los intereses locales, combinado con la
llegada de compradores y turistas del resto de China – con la aparición de los
malls – convirtió a Hong Kong en un paisaje
urbano que fue rechazado por la población local, alimentando un resentimiento
popular”. Según Ip, aunque (la R.P. de) China le ofrece a la ciudad un boleto
mágico hacia un futuro de prosperidad en un mundo globalizado, “los cambios han
creado entre los habitantes de Hong Kong una distopia donde se sienten
alienados de su terruño”.
Los hongkoneses, a
pesar de su relativa prosperidad, se sienten apartados, están construyendo una
ciudad que están perdiendo, que no los quiere. El problema no es ideológico, es
de identidad. La gran mayoría de los obreros se han radicado en ciudades
vecinas. En Hong Kong hay trabajadores de servicios que quieren ser parte del
proceso de transformaciones que experimenta China. ¿Cómo? La ciudad está en
manos de las burocracias bancaria y partidista. Panamá tiene el mismo dilema.
La juventud quiere transformar el país y pronto saldrá a las calles para hacer
realidad sus anhelos.
19 de septiembre de 2019.
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