El gobierno ha
instaurado el Estado de Sitio en 22 municipios de seis departamentos.
Ciertamente es un área llena de pistas clandestinas y trasiego de droga. Pero
también un territorio ambicionado por los grandes capitales para proyectos
mineros y de cultivo de palma africana.
Nuevamente la cultura del terror al servicio de aviesos intereses.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
Hace unos años publique
un libro (El recurso del miedo. Estado y
terror en Guatemala, EDUCA 1991; F&G 2011) que pretendía
explicar la gran matanza ocurrida en Guatemala durante los años del conflicto
interno. Concluí que la causa del genocidio más grande en la América
contemporánea, era la cristalización en Guatemala de una cultura política
anidada en la clase dominante e irradiada por toda la sociedad a través de la hegemonía
oligárquica. Esa cultura política está sustentada en el oscurantismo
reaccionario y la recurrencia del asesinato selectivo y masivo. La denominé
“cultura del terror” nutrida por el
racismo, el clasismo, el fundamentalismo religioso, el apetito dictatorial y el
anticomunismo.
No he podido sino
recordar todo lo anterior después del
desgraciado y confuso incidente en la aldea Chajmayik llamada también Semuy II.
Como es sabido hubo un enfrentamiento entre
los pobladores de dicha aldea y una patrulla del ejército que culminó con tres
soldados muertos y varios pobladores heridos. Las versiones oficiales no resultan convincentes (una patrulla fue
enviada a interceptar a una avioneta del narcotráfico) o resultaron falsas (los
soldados fueron asesinados por armas de grueso calibre). La versión de los pobladores de la referida aldea sostiene que fueron los soldados los que
iniciaron la agresión y luego se vieron superados en número por los pobladores
algunos de los cuales hicieron uso de escopetas para atacarlos.
Independientemente de
lo que haya sucedido, lo que me resulta sorprendente es la ferocidad con que en
las redes sociales se ha estigmatizado a los pobladores. Han circulado videos
falsamente atribuidos a los sucesos de Semuy II con imágenes de soldados
monstruosamente mutilados, un perro pitbull
que aparece devorando los genitales de un soldado que se retuerce de
dolor en el suelo, una turba se le deja ir encima a elementos del ejército. En
las redes sociales de la derecha aparecen llamamientos a asesinar a los
culpables, a masacrarlos y descuartizarlos. He recordado mi propia interpretación sobre la cultura del
terror y he recordado la de Hanah Arendt sobre la “banalidad del mal” en la que
a propósito del genocida Adolf Eichman, sostiene que hasta la gente común y
corriente (no necesariamente psicópatas) pueden ser capaces de cometer los
crímenes más infames. Con perplejidad he advertido que hasta amistades y
conocidos claman lavar con sangre lo sucedido a los soldados. Un linchamiento
mediático que busca legitimar su eventual asesinato, se ha ejercido contra el
antiguo comandante guerrillero César Montes. Y el diputado ex kaibil Estuardo
Galdámez declara que todo esto sucede porque en los acuerdos de paz de 1996 se
convino en desmilitarizar a Guatemala cuando lo que debe suceder es una nueva
guerra para que haya paz.
El gobierno ha
instaurado el Estado de Sitio en 22 municipios de seis departamentos.
Ciertamente es un área llena de pistas clandestinas y trasiego de droga. Pero
también un territorio ambicionado por los grandes capitales para proyectos
mineros y de cultivo de palma africana.
Nuevamente la cultura del terror al servicio de aviesos intereses.
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