El analista Juan Carlos
Monedero diagnostica el momento que vive el modelo liberal, tomando en cuenta
todas las crisis que lo han azotado en los últimos años y señala que el gran
desafío para la izquierda es articular gobiernos con los movimientos sociales.
Página/12
El analista Juan Carlos Monedero. |
El primer gran debate
abierto de la decimo octava edición del Foro de San Pablo tuvo como tema los
gobiernos progresistas y de izquierda. En el curso de las amplias discusiones
quedó reflejada la preocupación de muchos delegados por la estabilidad de esos
gobiernos y el modo de desarrollo que ofrecen o pueden ofrecer frente a la
hostilidad de los modelos liberales. Desde Panamá y Palestina, pasando por
Honduras, Venezuela, Uruguay, Puerto Rico, hasta Brasil o México, los
participantes mostraron una honda preocupación sobre la forma en que el
progresismo puede implementar sus políticas sin exponerse a la decapitación
liberal. Un delegado de Palestina afirmó con visible temor que, allí donde se
vaya, “el liberalismo bloquea los cambios mundiales o nacionales”. El otro gran
tema consistió en encontrarle una respuesta a esa gran incógnita que consiste
en saber en qué fase de su historia se encuentra el modelo liberal tomando en
cuenta todas las crisis que lo han azotado en los últimos años. Quienes lo
dieron por agonizante o muerto reconocen que no es así, pero tampoco encuentran
en el horizonte un modelo para retratar el estado actual. Página/12 dialogó en Caracas con el analista Juan Carlos Monedero,
ex consejero del presidente Hugo Chávez y lúcido pensador de los planteos que
la izquierda debe hacerse en estos tiempos de dudas.
–Los participantes de
este foro, al mismo tiempo que celebran la existencia de gobiernos
progresistas, se preguntan qué hacer frente al modelo ultraliberal que sigue en
pie pese a las hecatombes que provocó y lo afectaron.
–La izquierda tiene un
terrible problema de reflexión. Hay problemas para los cuales no tenemos
respuesta. Por ejemplo, cuáles son las relaciones entre los movimientos
sociales y los gobiernos; cómo actúa un gobierno que puede acceder a los
aparatos del Estado sin que ello signifique que tenga realmente el poder; cómo
gestiona el Estado heredado con el Estado en construcción; cuál es el nuevo
sujeto de transformación; qué ocurre cuando la clase obrera sigue existiendo,
pero ya no se deja representar. Creo que la izquierda puede encontrar
respuestas a estas preguntas en foros de este tipo. El gran reto de la izquierda
es ver cómo se traducen las diferentes luchas por la emancipación para
encontrar el hilo que las una.
–Hace años que la
izquierda tiene una gran capacidad de análisis, una extrema lucidez en su
diagnóstico. Sin embargo, incluso en uno de los peores momentos del
liberalismo, la izquierda no consigue plasmar una acción de impacto global.
¿Por qué?
–Ocurre que la izquierda
siempre ha movilizado con sueños. Los grandes lemas de cambio social de la
izquierda que tanto han emocionado a la población son un poco huecos: tierra y
libertad, pan y trabajo, socialismo o muerte, etc., etc. Estas ideas son
elementos amplios, pero no terminan de concretarse. Por paradójico que parezca,
hoy en días los únicos que son políticamente incorrectos son los actores de la
derecha: Berlusconi en Italia, Sarah Palin en Estados Unidos, Esperanza Aguirre
en España, etc. Son sujetos capaces de apelar a las emociones. Por eso cuando
el capitalismo está en crisis la salida más fácil que encuentra es la fascista.
Y esto se debe a que la izquierda no termina de entender que tiene que ser
capaz de unir la emoción y la gestión. La izquierda necesita renovar las
emociones y terminar de concretar las alternativas. Vivimos en un mundo en
transición donde lo viejo no termina de marcharse y lo nuevo no termina de
llegar. Tenemos que hacer teoría no sobre la base de lo que queremos sino de lo
que no queremos. Esto representa una ventaja teórica. Los modelos tradicionales
se rompieron: la Unión Soviética se hundió, el mundo del trabajo se transformó,
los Estados nacionales variaron y las ideologías se difuminaron. Los marcadores
de certeza se tornaron líquidos y por eso tenemos dificultades para concretar
otras cosas en una alternativa que se plasmará a medida que se construye.
Considero importante teorizar sobre una izquierda flexible que vaya
construyendo sobre la base de lo que no queremos el gran mosaico de lo que
deseamos. Estamos en una encrucijada teórica donde no nos valen los viejos
elementos, no nos valen los viejos partidos políticos, no nos vale el modelo de
asalto al poder ni mucho menos el modelo de gestión humanista de un capitalismo
en crisis como lo hace la socialdemocracia. Como diría Marx, es un momento para
regresar a la biblioteca e intentar aportar modelos que orienten.
- Pero todas estas
búsquedas que usted expone no alejan el poderío de una oligarquía dispuesta a
todo para mantenerse. El sistema no se acabó. Acaso hoy el liberalismo es más
frágil o se reforzó con la crisis. ¿Qué es una auténtica estrategia de
izquierda para un momento como éste?
–Ludovico Silva decía que
si los loros fuesen marxistas serían marxistas ortodoxos. Yo diría: ni Marx, ni
menos. Marx nos da mucha luz, pero hay que leerlo con la luz actual. No sabemos
si la crisis del capitalismo va a ser la última. Una filosofía de la historia
tiene el problema de pretender que el futuro está escrito, lo que no es real.
La izquierda no terminó de ver la enorme capacidad de adaptación del sistema
capitalista. Sabemos que cada vez que hay una crisis el abanico de respuesta
que tiene el sistema se estrecha. De la última gran crisis de los años ’70 el
capitalismo salió con la explotación de la naturaleza, la explotación de los
países del sur y la explotación de las generaciones futuras mediante el
déficit. Esos tres elementos se agotaron. Lo que sí sabemos hoy es que las
respuestas del sistema se estrechan. El sistema global tuvo que regresar al
origen y exacerbar la explotación dentro de casa. También sabemos que, según
las cifras más optimistas, hay 75 veces más dinero que riqueza. Y esa mentira
funciona mientras el capital financiero decida seguir jugando a la mentira. En
cuanto dice “nos paramos, esto es mentira”, todo se cae. Eso es lo que ha
ocurrido ahora. El sistema financiero se dio cuenta de que la brecha entre el dinero
y la riqueza es tan grande que no se va a poder pagar. De allí, insisto, la
importancia de este foro y de América latina. No me canso de repetir que la
salvación del planeta o viene de América latina o no viene de ningún lado.
Europa está exhausta, China no quiere, Estados Unidos tampoco quiere y Africa
no puede. América latina es el continente que ha sufrido el problema neoliberal
y lo ha superado. Es el continente que tiene la memoria de lo que es el modelo
neoliberal y, además, tiene la memoria de los pueblos originarios, que
recuerdan la necesidad de respetar a la Pachamama. Esa conjunción de memoria
ancestral y de memoria a corto plazo del modelo neoliberal sitúa a América
latina como un lugar central para encontrar las alternativas.
–En los debates del foro
hemos visto una gran preocupación de la gente por el futuro de la
gobernabilidad de los gobiernos progresistas. Hay una mezcla de miedo y
ansiedad.
–El problema radica en
que los gobiernos actuales de cambio tienen que gestionar el aparato estatal
heredado y las presiones actuales. Ahí hay un conflicto porque los movimientos
sociales que auparon en América latina a los gobiernos de transformación a
menudo reclamaban también una parte de ese modelo pasado. ¿Quién se encarga
entonces de las nuevas demandas? ¿Y de qué se trata? Acaso de reactivar un
modelo de consumo que la gente considera perdido, o acaso reconstruir la
realidad. Los problemas actuales que tienen Evo Morales, Correa, Cristina
Fernández de Kirchner responden a esos problemas mal resueltos entre la gestión
del pasado, la gestión del presente y la del futuro. Creo que sería un error
apoyarse en un movimiento social para ofrecerle solamente lo que el modelo
anterior dejó de prometerle. Así se estaría construyendo lo que hizo Margaret Thatcher.
Satisfacer las bases de la demanda social sin educar con los nuevos valores de
la alternativa que queremos construir puede provocar aquí lo que pasó en
Europa: la izquierda construyó la sociedad de clases medias, pero después esas
clases medias patearon la escalera para que los que vinieran detrás no tuvieran
más oportunidades. Esas clases medias se convirtieron en nuevos propietarios
sin ideología. Por eso es esencial un trabajo de traducción entre los
diferentes sujetos que portan la emancipación.
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