Valgan estas líneas como remembranza imperecedera de aquellos
extraordinarios días de julio en el 33 aniversario de la Revolución Popular
Sandinista y en evocación de todos los que cayeron en la lucha por una
Nicaragua libre y soberana.
Sergio Rodríguez
Gelfenstein / Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela
El alba llegó de manera prematura después de una larga noche de
lluvias y borrascas. La tranquilidad y el silencio eran como un manto infinito
que cubría la inmensidad de un verdor alimentado por una precipitación perenne
día tras día y noche tras noche. Lejos estábamos de saber -en tal momento- que
esa mañana sería -como había presagiado el himno del FSLN- la del día en el que
“el amanecer dejo de ser una tentación”.
Dos días antes, el dictador había huido llevándose el cadáver
repugnante de su padre y los millones que él y su familia habían robado al
pueblo nicaragüense durante 45 años. El 17 de julio habíamos tenido una
celebración empañada por la noticia de que Estados Unidos y la burguesía
pretendían escamotearle al pueblo y al FSLN la libertad y la independencia
conquistada con el sacrificio, el sudor y la sangre de sus mejores hijos.
Francisco Urcuyo Maliaños se llamó el títere que sólo sostuvo dos días el poder
tambaleante que le dejó el dictador.
La orden de la Dirección Nacional del FSLN fue terminante:
ofensiva general de todos los frentes guerrilleros para confluir en Managua y
desalojar al usurpador. El 18 de julio fue de preparación, se hicieron los
planes y se determinaron misiones para cada columna guerrillera y para la
artillería. Muy tarde fuimos a descansar. En nuestros corazones reverberaba la
sangre que nos motivaba al combate y en nuestras conciencias estaba la idea
clara que se avecinaba la batalla decisiva.
Por eso, la aurora se hizo presente más temprano que de costumbre,
las patrullas avanzadas iniciaron la marcha hacia el norte. Sus primeras
comunicaciones sonaron huecas, no lo podíamos creer, nos mirábamos, las
expresiones de asombro poblaban los rostros suspicaces de los combatientes ¡No
están!, ¡ Se fueron¡ escupía una y otra vez la metálica voz del jefe de la
escuadra de exploración que había cruzado el Río Ostayo, y revisaba las
trincheras ocupadas hasta el día anterior por las tropas somocistas. Por ello
siguió transitando sin obstáculos su camino hacia Rivas. El estupor de los
primeros minutos fue seguido de una explosión de alegría. Años de lucha
coronaban el éxito, “Nuestro pueblo es el dueño de su historia, arquitecto de
su liberación…” reza el himno del FSLN y así era. Por primera vez en la patria
de Rubén Darío, el pueblo se apoderaba de la historia y echaba las bases para
su liberación.
Eran años difíciles, no sólo para Nicaragua, las dictaduras se
enseñoreaban en América Latina. En Sudamérica sólo en Venezuela y Colombia
había presidentes electos por el pueblo. La derrota de la Unidad Popular en
Chile y el heroico ejemplo del Presidente Allende y su combate final en La
Moneda marcaron el fin de una época en la que parecía que los pueblos
comenzaban a despertar de su letargo. Ese 19 de julio vino a dar continuidad y
vida, a todos aquellos que luchaban al sur del Rio Bravo, los que sintieron una
inyección de optimismo en su talante caído por casi 6 años.
Ese 1979 señalaba hechos importantes en el mundo, el 12 de
febrero, el pueblo iraní que había hecho huir al tiránico gobierno del Sha,
tomó el poder en el país persa bajo la conducción de su líder espiritual. El 13
de marzo, el Caribe era estremecido en Granada por la irrupción del Movimiento
de la Nueva Joya que bajo la dirección de su carismático guía Maurice Bishop,
comenzaba un sueño de libertad en los países que pocos años antes se habían
liberado del dominio británico en la región. El 11 de abril, el sátrapa de
Uganda Idi Amín Dadá era derrocado, huyendo al exilio, dejando tras de sí, un
largo historial de violaciones a los derechos humanos en ese país de la región centro
oriental de África. Y ahora en América Central, Nicaragua señalaba el camino de
la lucha y la victoria para los pueblos de América Latina. Cada una de estas
acciones, significó golpes importantes para la hegemonía imperial
estadounidense, sus leales aliados, conocidos por la ferocidad y la represión
contra sus pueblos eran relegados del poder.
En el Medio Oriente, África, el Caribe y Centroamérica, Estados
Unidos veía mermar su supremacía. Parecía que –nuevamente- el himno de la
organización fundada por Carlos Fonseca y Tomás Borge nos anunciaba el futuro
que llegaba “…mañana algún día surgirá un nuevo sol que habrá de iluminar toda
la tierra”. Se cerraba el año exitosamente cuando en septiembre Cuba recibía un
extraordinario reconocimiento mundial: los 94 países -en ese momento- miembros
del Movimiento de Países No Alineados elegían a la mayor de las Antillas como
presidente de la organización y celebraban en La Habana su VI Reunión Cumbre.
Ese era el contexto internacional en el que triunfa la revolución
sandinista. Para los latinoamericanos la victoria de Nicaragua y del FSLN nos
hizo recordar que cuando un pueblo se organiza y tiene voluntad de vencer, no
hay fuerza capaz de impedir su victoria.
Al mediodía de ese 19 de julio recibimos la orden de transitar
hacia Managua, preparamos la columna de marcha y a pesar de todo, ordenada y
disciplinadamente emprendimos el recorrido de 140 Km. hasta la capital.
Multitudinarias concentraciones a lo largo de toda la vía hacían difícil
avanzar, el trayecto fue lento y en la noche entramos a Granada, descansamos
sólo dos horas porque la celebración y la fiesta era permanente. Clareaba el
día 20 de julio, cuando la columna continuó su transitar, pasando por la
heroica Masaya, entramos a Managua al mediodía para converger con los otros
frentes de guerra que desde el norte, oriente y occidente del país ya habían
arribado a la ciudad capital. Ahí estaban todos, mujeres, ancianos y niños,
campesinos y trabajadores, profesionales y técnicos y el ejército guerrillero
del FSLN fundido con su pueblo como un todo dispuesto a empezar la
reconstrucción y la fundación de la patria nueva. Ese mismo día inició la
transformación de la guerrilla en ejército regular, el Ejército Popular
Sandinista, hoy Ejército de Nicaragua, el valladar más sólido e inquebrantable
que jamás haya tenido el pueblo para defender su independencia y su soberanía.
El Ejército de Nicaragua concentra las mejores tradiciones de lucha de su país,
un alto nivel profesional y técnico y una sólida experiencia en la preparación
combativa de sus estados mayores, oficiales y soldados todo lo cual,
lo ha llevado a tener una elevada capacidad y disposición combativa
siendo el hijo más dilecto de esa nueva realidad que irrumpió el 19 de julio de
1979.
El Comandante Chávez siempre enseña que hay que conocer el pasado
para vivir el presente y proyectar el futuro. Valgan estas líneas como
remembranza imperecedera de aquellos extraordinarios días de julio en el 33
aniversario de la Revolución Popular Sandinista y en evocación de todos los que
cayeron en la lucha por una Nicaragua libre y soberana. De manera especial vaya
mi homenaje al Comandante Tomás Borge Martínez, fundador del FSLN,
recientemente fallecido, pero siempre estará presente cada vez que se
inmortalicen los días de gloria y de victoria de la Nicaragua sandinista.
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