Mientras la presidenta Chinchilla hizo del
déficit fiscal y la necesidad de aprobar un plan de impuestos el estandarte de
sus dos primeros años de gobierno, el sector financiero ha venido registrando
ganancias que hacen de la crisis internacional un cuento para dormir a los
niños.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
El vicepresidente Liberman, mano derecha de la presidenta Chinchilla, es un ejemplo de la creciente influencia del sector financiero en el sistema político. |
Vivimos tiempos de crisis y los políticos nos lo
recuerdan a diario: con sus llamados a la austeridad, al sacrificio de los
trabajadores y la guillotina de sus derechos, mientras avanza la imposición de
salvajes planes de ajuste económico. Pero la crisis no es igual para todos. En
medio del caos, el modelo neoliberal demuestra su destreza para proteger a sus
“ganadores”. Uno de esos mecanismos es el de la colonización –si cabe el término- de la política por parte de los
grupos económicos, como ocurre en Costa Rica.
Hace solo unas semanas, en
entrevista para Con Nuestra América, el diputado del Frente Amplio, José María
Villalta, afirmaba que la presidenta Laura
Chinchilla –al igual que su antecesor Oscar Arias- gobierna el país “para los
banqueros, para los exportadores
de zonas francas, que son los que financian las campañas electorales y los ganadores netos del modelo neoliberal”.
Ahora, como confirmando aquel diagnóstico, una publicación del
periódico El Financiero
informa que “las entidades bancarias cerraron el primer semestre del 2012 con
un avance en el crecimiento de sus utilidades, las cuales crecieron más de un 70% incluyendo la inflación en relación al 2011,
pero casi un 100% con respecto al 2010” (El Financiero,
18-07-2012).
Es la falsa paradoja neoliberal: mientras la
presidenta Chinchilla hizo del déficit fiscal y la necesidad de aprobar un plan
de impuestos el estandarte de sus dos primeros años de gobierno, el sector
financiero ha venido registrando ganancias que hacen de la crisis internacional
un cuento para dormir a los niños, y en lo concreto, un discurso funcional para
justificar recortes a los presupuestos del Estado y eventuales despidos de trabajadores
del sector público.
Este
crecimiento de las utilidades, más los activos de los bancos públicos y
privados, representan en conjunto un 68% del producto interno bruto del país en
2012, lo que demuestra la
preeminencia que adquiere el sector financiero frente a los otros dos ejes del
modelo de desarrollo –neoliberal- costarricense: las plataformas de exportación
(zonas francas con exenciones fiscales) y el turismo.
Solo una entidad financiera, Scotiabank, reportó un aumento en sus
utilidades del 300%, un dato que llama la atención porque el actual vicepresidente de la República,
Luis Liberman, fue gerente general de
ese banco hasta el año 2009, cuando aceptó acompañar en la fórmula
presidencial a Laura Chinchilla. Liberman también se desempeñó como miembro del
comité de vigilancia de la junta directiva del Grupo Nación, el más poderoso
grupo mediático de Costa Rica.
Sería osado afirmar, a falta de mayores pruebas,
que la influencia política del vicepresidente sea el principal factor que
explica el crecimiento de las utilidades bancarias, o la ventajosa posición que hoy exhibe el banco
que dirigió; pero lo cierto es que el
caso Liberman ilustra una de las tendencias más fuertes en la política
costarricense, y en buena parte de la región mesoamericana, de las últimas décadas: el
maridaje entre el poder político y el poder económico, sus profundas
interrelaciones, sus vasos comunicantes, el uso de uno como plataforma para
alcanzar el otro, y la conformación de nuevos grupos dominantes (nuevos
respecto de los que fueron hegemónicos hasta los años 1980) vinculados al
empresariado local, regional y transregional. Quien quiera ver un detalle del
entramado de relaciones familiares y de negocios entre banqueros y políticos
costarricenses, que está en la génesis del neoliberalismo en el país, solo
tiene que consultar la reseña que
publicó María Florez-Estrada en el sitio web de Rebelion.
Lo de
Costa Rica es solo un ejemplo –o síntoma-, en pequeña escala, de lo que ocurre
alrededor del mundo. Es
que los grandes ganadores de la crisis capitalista han sido los banqueros:
“rescatados” en Estados Unidos (Lehmann Brothers, JP Morgan) y Europa (Bankia)
con fondos públicos (decisión que comprometerá a una o dos generación al pago de
intereses durante varias décadas); se pasean por los centros financieros, los
congresos y foros internacionales, rentabilizando sus estrechos vínculos
con la clase política, los grupos dominantes e incluso, como ha trascendido en
los últimos días, manipulando información (Banco Barclays) y encubriendo
actividades ilegales del crimen organizado (Banco HSBC). Y desde los gobiernos
o fuera de ellos, son los banqueros los
que llevan la voz cantante en el actual momento de capitalismo de crisis, recomendando soluciones que en nada
ayudarán a superar los graves problemas de la economía mundial.
Como dice el juez Baltazar Garzón, criticando la
rendición del sistema judicial español ante el poder financiero, lo que también
se observa en otros países, se presenta
el absurdo de que “ni un solo proceso penal estuviera abierto respecto a quien
ha causado esta crisis. (…) Así nos va” (Público.es, 18-07-2012).
Acumulación de riquezas y poder, y total
impunidad para los banqueros: ¿hasta cuándo nos irá así?
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