Freddy luchó por las transformaciones del país. Lucha que
se traducía en educar, movilizar y organizar a los trabajadores en todas sus
formas. Ese fue su compromiso hasta el último día de su vida, sesgada por una
cruel enfermedad.
Marco A. Gandásegui, hijo. / ALAI
"Freddy" Britton, el último comandante guerrillero de Panamá. |
Recuerdo que era un sábado, temprano, cuando entró al recinto Freddy
Britton. Estaba solo y yo también. Los dos nos sentamos y comenzamos a hablar.
Parecía aún más joven de lo que le calculaba (26 años de edad). Se notaba una
barba afeitada, un rostro sin arrugas, ni marca alguna. Hablaba de manera
pausada, como un hombre que iba de prisa pero caminando sin apuro. Era alto con
aspecto atlético, con una mirada incisiva, penetrante, decidida.
Estábamos a principios de 1970, algo más de un año del golpe militar de
octubre de 1968 cuando la Guardia Nacional había derrocado al gobierno que
apenas tenía 11 días de vida. Freddy me hizo un esbozo de la situación política
del país. La cúpula de la Guardia Nacional no lograba estabilizar el país,
producto de las divisiones en su propio seno y, sobre todo, las relaciones
confusas al interior de una oligarquía corrompida y las conspiraciones
constantes de las agencias norteamericanas.
Apenas unos meses antes, el 29 de noviembre de 1969, los esbirros de la
Guardia Nacional habían asesinado a Floyd Britton, hermano de Freddy, en la
cárcel de la isla de Coiba. Muchos testigos presenciaron las torturas a las
cuales fue sometido Floyd, simplemente por ser un dirigente estudiantil. No fue
detenido legalmente y mucho menos juzgado. Lo secuestraron delante de su
familia en su propia casa días después del golpe y estuvo detenido durante un
año en la Cárcel Modelo. De allí lo llevaron a Coiba. Sus restos jamás fueron
encontrados.
En ese escenario de lucha, Freddy encabezaba el Movimiento de Liberación
Nacional (MLN) 29 de Noviembre, proyecto
de ejército guerrillero recién creado para resistir la represión gubernamental.
El MLN tenía tres frentes de guerra en el entorno de la ciudad de Panamá. Uno
en Cerro Azul, donde quería crear una base de apoyo para las operaciones en la
ciudad capital. Otro en La Chorrera, al oeste del área metropolitana donde
existía una aguerrida tradición de lucha. El MLN tenía el tercer frente
enclavado en la misma ciudad, en la zona céntrica y en todos los barrios. Era
una red de apoyo urbana que tendía a crecer como resultado de la simpatía que
encontraba la juventud guerrillera en la población.
Freddy no me habló de los planes militares inmediatos. Tenía una visión
muy clara de las contradicciones que emergían del desarrollo capitalista en
aquella coyuntura y de los conflictos que generaba la ocupación norteamericana
de la Zona del Canal. La cuestión social (creciente explotación de los
trabajadores) y la cuestión nacional (la lucha contra la colonia “zoneita” que
rodeaba el Canal), constituían dos aspectos centrales en la lucha contra la
Guardia Nacional. La población y, especialmente, la clase trabajadora en 1970
apoyaba con entusiasmo las banderas nacionalistas y socialistas del MLN.
Durante la conversación, que se prolongó varias horas, Freddy me
convenció de que su entrega a la causa sería permanente. Su compromiso con
Panamá – su juventud, sus trabajadores y mujeres – era inamovible. En todo el
rato su voz profunda no cambió, quizás el tono se elevaba cuando se refería a
su hermano y a los otros compañeros caídos en combate en los frentes de guerra.
Pero los muertos quedaban en el pasado, su visión estaba puesta en el presente
y en el futuro donde se encontraban las luchas y el triunfo de la causa del
pueblo panameño.
Freddy vestía una guayabera sencilla, muy panameña, y en una época donde
la prenda era muy popular. Cuando se levantó no se despidió. Me percaté de su
aplomo y decisión. Se fue caminando sin apuro pero con prisa para llegar a su
próximo compromiso. Me hizo una señal de que seguiríamos trabajando juntos por
el Panamá que ambos queríamos transformar. Seguimos de cerca los avances de la
estrategia del MLN que cosechaba triunfos y, a veces, era objeto de emboscadas
fatales por parte de la Guardia Nacional.
El golpe más certero que recibió la guerrilla de la juventud panameña fue
el resultado de un cambio de estrategia del gobierno militar. El general
Torrijos había reunido un equipo oligarca para conformar su primer gabinete.
Pero comenzó a incluir elementos que cuestionaban la explotación de los
trabajadores y, además, la presencia de la potencia colonial norteamericana.
Los dos discursos de Torrijos en Puerto Armuelles, apoyando al Sindicato de los
trabajadores de las fincas bananeras, y en la Plaza 5 de Mayo preguntando “¿gobernador
de qué?”, al referirse a la presencia de la colonia norteamericana, modificaron
la correlación de fuerzas en la lucha ideológica.
Freddy y sus compañeros más cercanos, sintiendo la creciente presión
militar, negociaron su salida del país hacia México donde permanecieron varios
años haciendo planes para el retorno. Finalmente, en 1978 se reincorporaron y
desde ese momento Freddy continuó la lucha por las transformaciones del país.
Lucha que se traducía en educar, movilizar y organizar a los trabajadores en
todas sus formas.
Ese fue su compromiso hasta el último día de su vida, sesgada por una
cruel enfermedad. Freddy murió el 28 de junio de 2012 y, a pesar del paso de
los años, nunca abandonó el espíritu joven- que conocí aquel sábado temprano -
que moldeó su pensamiento y su acción revolucionaria.
Panamá, 5 de julio de 2012.
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