El movimiento #YoSoy132
es un actor político no partidario que no se sujeta ni a las reglas del juego
de la política mexicana. Se mueve de acuerdo con su lógica, sus tiempos y sus
ritmos. Es una fuerza autónoma. Es un factor de descontrol e incertidumbre en
la coyuntura.
Luis Hernández Navarro / LA JORNADA
La movilización del #YoSoy132 en rechazo a los resultados de las elecciones. |
Entre la juventud
universitaria de México ser #YoSoy132 es lo de hoy. De allí su potencia y su
vigor. El movimiento se ha convertido en la seña de identidad principal de una
generación. Adscribirse a él es una forma distinguida, original e inédita de
relacionarse con la política, la sociedad y la cultura, que rompe con el pasado
e inaugura un nuevo tiempo.
Ser #YoSoy132 es una
manera de ser contemporáneo de la juventud que en el último año ha
protagonizado cambios relevantes en países tan distintos como Túnez, Egipto, Grecia,
España, Chile o Estados Unidos. Es un medio para reclamar un lugar en la
historia presente en una era de revueltas. Es un sello similar e intercambiable
al de los indignados de la #SpanishRevolution, los Aganaktismeni helenos
de la Plaza de Syntagma, los sindicalistas estudiantiles chilenos o los Occupy
Wall Street de Estados Unidos. Es un modo de ser, al mismo tiempo, mexicano y
cosmopolita.
La ola de la rebelión
estudiantil de 1968 fue resultado de un tejido invisible que unió, más allá de
sus diferencias, al mayo francés, el otoño italiano, la primavera de Praga, las
revueltas estudiantiles contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos, las
protestas en Alemania y la lucha de los jóvenes universitarios en México.
De igual manera,
#YoSoy132 es parte de una movilización que abre –como Marcos Roitman la ha
caracterizado– una era de rescate de la política, y que expresa, más allá de
las particularidades nacionales, una nueva sensibilidad planetaria.
Como en 1968, se acusa al
movimiento de haber sido incubado o estar manipulado por “fuerzas extrañas”. En
ese entonces se responsabilizó a los comunistas, los agentes cubanos o los
soviéticos de organizar la conjura contra la patria. Ahora, sin pruebas, se
acusa a Andrés Manuel López Obrador, el PRD o Manuel Camacho de orquestar el
descontento. Lo cierto es que un movimiento así no puede ser organizado por
ninguna fuerza política en general o por algún político en particular.
Quienes forman parte de
#YoSoy132 se sienten orgullosos de su compromiso con el movimiento, de su
impacto en la sociedad y de sus logros. A pesar de la campaña en su contra
desatada en diversos medios de comunicación, alimentada por los servicios de
inteligencia y los personeros del PRI, y reproducida por periodistas
inescrupulosos, los universitarios están satisfechos de formar parte de una
causa noble y virtuosa.
Como muchos jóvenes en
distintas partes del mundo, los mexicanos han hecho de las redes sociales una
herramienta eficaz de contrainformación, convocatoria y movilización. Si hasta
hace unas 10 semanas esas redes sociales eran un vehículo para ensalzar la
vanidad personal y la fama efímera de los cinco minutos de notoriedad, a partir
de ahora se han transformado en vehículo de comunicación alternativo. El
prestigio asociado al uso de esos medios se ha trasladado al movimiento.
El movimiento estudiantil
de 1968 en México se desplegó durante apenas poco más de dos meses: entre el 26
de julio y el 2 de octubre. Formalmente demandó la solución de un pliego
petitorio de seis puntos que pudo tener una solución inmediata. Sin embargo,
tuvo efectos muy profundos en la política, la sociedad, la familia y los medios
de comunicación, que perduran hoy día.
La movilización de
#YoSoy132 no ha llegado aún a su máximo nivel de ascenso y ya ha provocado
cambios muy importantes en la política nacional. De entrada, descarriló el
proyecto de presidencia imperial de Enrique Peña Nieto, hizo abortar su
pretensión de aprobar un paquete de reformas estructurales en un periodo
extraordinario del Congreso de la Unión y en el periodo inaugural de la nueva
legislatura entre septiembre y diciembre de este año. Reposicionó la fuerza de
la izquierda electoral. Jaqueó a la telecracia y desnudó el poder
fáctico no regulado del Canal de las Estrellas. Colocó en el centro de la
agenda nacional el debate de una reforma profunda de los medios de
comunicación.
Sin embargo, como sucedió
en 68, estos logros iniciales e incipientes no son más que un primer paso de
conquistas mucho más significativas y profundas. Por lo pronto, cuando dentro
de unas cuantas semanas los estudiantes retornen a clases, la protesta crecerá.
Cara a cara, en la convivencia en las aulas, los jóvenes encontrarán el momento
para deliberar sobre su horizonte inmediato en mucho mejores condiciones que las
actuales.
El funcionamiento del
movimiento, basado en la toma de decisiones en asambleas de base y aprobación
de acuerdos no vinculatorios para quienes no los comparten, la rotatividad de
sus representantes y voceros, la ausencia de líderes visibles y el uso de un
lenguaje fresco y no doctrinario, le ha proporcionado una liquidez y una
autenticidad inusitada en las luchas recientes.
La movilización tiene en
la experiencia de Atenco tanto un emblema como un punto de observación
privilegiado para asomarse al futuro que le espera al país en caso de que
Enrique Peña Nieto asuma la Presidencia. La justificación de la represión que
hizo el mexiquense ha sido escuchada por los jóvenes como una advertencia de lo
que será su gobierno: el regreso al gorilato de Gustavo Díaz Ordaz. De allí la
ola de indignación y malestar que brotó entre los estudiantes y que, conforme
pasa el tiempo, en lugar de disminuir crece.
El movimiento #YoSoy132
es un actor político no partidario que no se sujeta ni a las reglas del juego
de la política mexicana. Se mueve de acuerdo con su lógica, sus tiempos y sus
ritmos. Es una fuerza autónoma. Es un factor de descontrol e incertidumbre en
la coyuntura. El equipo de Peña Nieto no tiene ni la experiencia, ni la visión
ni los cuadros para tratar con expresiones de descontento social de esta
naturaleza. Nada está completamente escrito en el futuro inmediato. Los meses
que vienen serán de pronóstico reservado.
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