Bajo este título recojo dos artículos sucesivos acerca del mismo tema:
el de cómo el clientelismo político y el oportunismo neoliberal propiciaron el
vaciamiento ideológico y la desnaturalización del Partido Revolucionario
Democrático (PRD, de Panamá), que el general Omar Torrijos fundó tres años
antes de morir. Ese fenómeno, que no es excepcional en América Latina, al cabo
ha conducido al PRD al mayor desastre electoral y político de su historia,
poniéndolo en la disyuntiva de refundarse o perecer con más pena que gloria.
Desde Ciudad Panamá
¿Es posible
reconciliar al PRD con el torrijismo?
Torrijismo y PRD son cosas diferentes. El primero es heredero de la
cultura política patriótica y popular de los años 60 del siglo pasado, que en
los 70 influyó en el gobierno reformador liderado por el general Torrijos. Como
corriente social, tuvo expresión política en el movimiento Nuevo Panamá. A su
turno, el PRD fue la estructura político‑electoral que 10 años más tarde se le
añadió al torrijismo como medio para competir en las subsiguientes elecciones
pluripartidistas.
En este corto espacio es imposible resumir las características del
torrijismo como forma de pensamiento y motivaciones políticas en los 35
siguientes años de la evolución del PRD, pero cabe hacer algunas
puntualizaciones.
En sus inicios, ese partido asumió al torrijismo como su
ideología, esto es, como el conjunto de ideas, métodos y costumbres propios de
su cultura política, y así lo consagran su Declaración de Principios y su
Programa. Entre sus rasgos característicos se destacó un fuerte acento social,
incluyente y reformador, que impulsó un nuevo sistema de representación popular
‑un método democrático en el cual los pobres podían competir con los ricos‑;
una prolija atención a los problemas sectoriales y locales que dio frutos tales
como el Código de Trabajo y los comités de salud, etc., etc.; así como una
estrategia de desarrollo nacional similar a la que ahora intentan los actuales
gobiernos progresistas latinoamericanos.
Eso le dio al torrijismo un perfil ideológico compatible con la
socialdemocracia de aquella época, muy distinta de la actual, que capituló ante
el neoliberalismo y ahora contribuye a desmantelar las conquistas sociales de
los pueblos europeos.
Y el otro rasgo torrijista fue un patriotismo popular que confió en su
capacidad para solucionar por medios políticos el problema crucial del país: la recuperación de la integridad
territorial y de la soberanía y propiedad sobre el principal recurso de la
nación. Todo esto, articulado a una valerosa convicción independiente,
latinoamericanista y no alineada ‑y al
coraje para plantarse ante las grandes potencias‑, le dio a Panamá sus lustros
de mayor prestigio internacional.
Dicha cultura política alcanzó amplio arraigo en todo el país, y le dio
al PRD inicial su piso piso social y una capacidad organizativa hermanada con
el sistema de representación popular de aquellos años. Ese piso permitió que el
partido emergiera como el mayor y el más organizado y combativo del país. Tanto
así que resistió a los embates del período que siguió a la muerte física de
Omar, cuando el PRD fue temprana víctima de los errores de la cúpula militar y
de los consiguientes intentos de desideologizarlo y corromperlo, de eliminarlo
físicamente bajo la Invasión y, luego, de someterlo a la agenda neoliberal.
Su base ideológica originaria se manifestó en la capacidad de la gente
del PRD para aglutinarse, innovar y superar adversidades, lo que a su vez hizo
de ese partido un exitoso aparato electoral. Aparato que, por consiguiente, le
resultó muy atractivo a muchos arribistas políticos que procuraron agregarse al
mismo para satisfacer sus ambiciones personales. A la postre eso contribuyó a
que el PRD tuviera crecimientos clientelistas ajenos al fortalecimiento del
papel político‑cultural del torrijismo. Lamentablemente, sucesivas dirigencias
nacionales del partido descuidaron la selección y educación política de los
nuevos ingresos promovidos por ese fenómeno.
El crecimiento clientelista del PRD se disparó como una hinchazón
malsana. Mutatis mutandis, el partido
asumió conductas y postuló candidaturas ajenas y hasta opuestas a su carácter
originario. Ocurrió un gradual divorcio entre el torrijismo y la máquina
electorera. Y en similar medida, una importante proporción de quienes antes lo
acuerparon por razones político‑culturales y programáticas fueron asimismo
desmotivándose y, en consecuencia, desmovilizándose. Así lo refleja el hecho de
que en las dos últimas elecciones muchos de los miembros del PRD dejaron de
votar o votaron por candidatos ajenos al partido, dejándolo caer al segundo y
ahora al tercer lugar de las preferencias ciudadanas.
El partido electoral suplantó al partido permanente y al partido de los
frentes de masas. Esas derrotas, así causadas al PRD por sus propios dirigentes
de turno han vuelto a plantear la necesidad de reconstruir o refundar al
partido. Sin embargo, esto también emplaza un problema moral, cuestión de la
cual depende la confianza ciudadana. Hay muchas dudas sobre si esa organización
política podrá ser reconstituida por los mismos que antes la dejaron
desnaturalizarse, o por quienes buscan emparapetarla a su propia medida para
candidatizarse.
Dígase lo que se diga, la crisis del PRD viene de un largo proceso de
desenganche entre el piso ideológico‑cultural que antes le dio sustancia y la
superposición electorera que luego remplazó a su naturaleza política original.
Si uno observa las experiencias latinoamericanas de estos últimos años, es
claro que el torrijismo hoy en día tiene amplísimas posibilidades de
desarrollarse y crecer como corriente político‑cultural. No obstante, muchos
torrijistas ya no confían en la estructura del PRD ni en quienes la
representan.
De hecho, los torrijistas perciben que se han quedado sin un partido
fiel a sus expectativas de desarrollo con justicia y equidad, y hoy buscan una
estructura alterna en la que puedan confiar. Habrá un nuevo PRD cuando este
logre darse una dirigencia capaz de recuperar y conservar de nueva cuenta la
confianza de los torrijistas. De lo contrario, a la vuelta de un tiempo otro
movimiento sociopolítico lo remplazará.
Rescatar al
torrijismo de su manipulación
Más que una doctrina, el torrijismo es un método. Lo principal de esa
corriente no está en citas o frases encontrables en testimonios y documentos.
Está en los modos en que los dirigentes y el pueblo torrijistas enfrentaron, en
sus respectivos lugares y tiempos, los principales problemas del país.
El propio Omar ‑quien por sus logros le dio nombre a esta corriente‑
no fue alguien dado a la charla teórica:
siempre prefirió decir en cada ocasión lo que correspondía al caso. Aunque hizo
varios discursos de reveladora importancia (por ejemplo, el de “gobernador de
qué” o el pronunciado ante el Consejo de Seguridad de la ONU), prefería ofrecer
el concepto oportuno en el momento preciso. Para conocer su visión general era
preferible observar sus conductas y decisiones en su contexto que coleccionar
sus dichos, con frecuencia más dotados de ironía que de intenciones
doctrinarias.
En pocas palabras, hay un modo torrijista de ser y de hacer, más que una
afición a idear frases citables.
Este siempre ha sido uno de los quebraderos de cabeza de los arribistas
e imitadores que luego se le fueron pegando al PRD para hacer carrera sin
provenir del torrijismo ni buscar el sentido
de sus luchas y conquistas. Ellos repiten frases sueltas y perjuran besar la
bandera y continuar su obra, pero sin identificarse con los destinatarios, las
intenciones ni los objetivos de sus actuaciones. Faltándoles eso, ¿qué es lo
que ellos prometen “continuar”?
Aquí no hay el espacio necesario para cubrir ese tema. Sin embargo, hay
un ejemplo que ‑por lo mucho que lo han resobado hasta vaciarlo de contenido‑,
sí puede ayudarnos a ilustrar el asunto. Se trata de la muy llevada y traída
frase de que “quien más consulta menos se equivoca”.
En su simple dimensión cuantitativa este es un viejo dicho del sentido
común y no se distingue por su genialidad. Es una falta de respeto reducir el
pensamiento de Omar a esa módica dimensión. En realidad, lo que le dio
relevancia al uso torrijista de esa frase fue el contexto y las intenciones
sociopolíticas que le dieron sentido.
Este fue (y es) un uso incluyente, para el cual “consultar” significó darle
participación a los marginados de siempre: a los interioranos y los campesinos,
a las organizaciones obreras, a los indígenas, al movimiento estudiantil y a
los intelectuales de izquierda.
Antes de que el torrijismo arribara al gobierno, en Panamá las acciones
oficiales ya se consultaban: a los
gringos ‑civiles y militares‑, así como a los jefes económicos y políticos de
la oligarquía local, a quienes siempre se les atendieron sus opiniones. Lo que
le dio un significado moral y político relevante a esa frase fue darle
dimensión incluyente y democrática, al ampliar la consulta efectiva a los
grandes sectores sociales que le dan sustancia, historia y cultura a la nación.
En tiempos de la guerra fría, de la confrontación nacional contra la
“quinta frontera” y de enfrentamiento popular contra los fueros y privilegios
oligárquicos, la decisión de extender el campo de la consulta y la
participación a los sectores y personalidades antes discriminados y perseguidos
fue un acto subversivo, esto es, uno que subvirtió el orden que hasta entonces
había dominado al país.
Repetir ‑como si se tratara de un slogan comercial‑ que “quien más
consulta menos se equivoca”, obviando el corajudo sentido patriótico y social
que le dio nuevo valor moral y político a esa frase, no es un gesto torrijista.
Es un acto de irrespeto a la circunstancia histórica, al pueblo y al líder que
le dieron esa otra dimensión. Sobre todo ahora, cuando nuestra nación todavía
procura salir de un período en el cual la consulta ciudadana fue cínicamente
remplazada por un régimen de abuso autocrático y corrupto.
Otro tanto debe decirse de numerosas otras acciones, anécdotas y dichos
de Omar y del torrijismo que después los frívolos y los arribistas han vaciado
y manipulan, castrándoles el sentido patriótico y social que les dio valor. El
sentido que, precisamente ahora, es indispensable recuperar para que este país
pueda encontrar el rumbo perdido.
Estos artículos se publicaron en el diario panameño digital Hora Cero, los días 12 y 17 de junio de 2014.
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