A pocos días que Juan Carlos
Varela tome el poder en Panamá, el tema de la gobernabilidad se convierte
central en este quinquenio. Esta –en el sentido de la relación del que gobierna
con el gobernado– es un tema neurálgico para las reflexiones políticas desde el
siglo XVI.
Abdiel Rodríguez Reyes / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
“Si
queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”
Giuseppe
Tomasi Di Lampedusa
Juan Carlos Varela, presidente electo de Panamá. |
Estas
elecciones habilitaron el sistema de partidos y la alternancia en el poder
entre la élite política nacional. A contracorriente, hay
indicadores que demuestran el declive de estos. Por un lado la candidatura
independiente[1]
de Juan Jované y por otro la inscripción de un partido de izquierda, el FAD, ya
extinto. También hay una tendencia que viene arrastrando una baja considerable
de votantes con respecto a los ciudadanos habilitados para votar. Es por ello
que se puede destacar que solamente 724,440 electores decidieron el rumbo del
país. Esto es lo que conocemos como democracia[2].
Gatopardismo
A
la falta de propuestas alternativas reales-alcanzables en la arena política,
hemos cambiado para quedar en lo mismo. Estas elecciones estuvieron llenas de
contradicciones[3] a
lo interno de la élite política nacional. Para muchos estaba en juego la
“institucionalidad democrática”, debido a la excesiva concentración de poder
del saliente presidente Ricardo Martinelli.
El
triunfo de Varela continua con la costumbre electoral de la alternancia en el
poder, y no buscar una alternativa real, esta práctica que se ha convertido,
entre nosotros, en la forma de frenar el continuismo y cederle el poder a la
oposición, lo que se ve reflejado desde 1990 cuando se celebraron las primeras
elecciones generales “libres”, de la mano del consenso de la embajada de
Estados Unidos en Panamá.
Con
un 76,77% de participación, donde Varela salió ganador con un 39,7%, lindante
al segundo lugar, José Domingo Arias con un 31,40%, y en tercer lugar Juan
Carlos Navarro con un 28,16%, muestran las deficiencias de las encuestadoras[4],
no la encuesta como herramienta científica de medición de percepción.
Si
tomamos en consideración los inscritos en los partidos, que conforman las alianzas.
Por ejemplo La Alianza Fuerza de lo Nuevo entre MOLIRENA y CD; 570, 779. La
Alianza El Pueblo Primera; Panameñismo y PP; 215,657. El PRD; 455,887. Y
el FAD con 51,314, que queda eliminado[5]. Podemos ver claramente que la sociedad
panameña elige a su gusto sin necesariamente responder a un partido. Sin
menoscabar la mística de cada partido y los niveles de organicidad de cada
cual.
El
actual presidente no obtuvo la mayoría en la asamblea, lo que le dificultará su
gestión de gobierno, la composición de la asamblea está dividida y no le
favorece. La Alianza por más Cambios cuenta con 32 diputados, 3 Molirena y 28
CD, convirtiéndose en mayoría. La Alianza el Pueblo Primero con 1 diputados, 1
PP y 12 del Panameñismo. Y, el PRD con 25 diputados. Más una independiente, Ana
Matilde Gómez. Sin lugar a duda para poder gobernar, Varela tendrá que
hacer lobbys entre los partidos para lograr gobernabilidad. Por tal razón al
momento de dar su primer discurso, el mismo 4 de mayo en el hotel Sheraton,
Varela señaló que gobernaría sin banderas políticas partidistas, sino con la
bandera de Panamá, e invito a un gobierno de unidad, lo que brevemente acogió
en CEN del PRD.
Otra
cuestión que se desprende de estos resultados es que hay un contrapeso de
fuerzas políticas, que hará de este quinquenio un escenario interesante para
negociaciones y alianzas tácticas entre las bancadas de los distintos partidos,
signada por intereses ajenos a la colectividad. Por un lado si los diputados
del PRD apoyan la agenda de Gobierno serán mayoría, y si se abstienen o hay
diferencias a lo interno, Cambio Democrático, llevará el control del hemiciclo
legislativo, es por ello que para frenar una posible alianza panameñismo-PRD ya
se han adelantado reuniones a puertas cerradas entre Martinelli, (único
autorizado para hablar con otros partidos), y miembros del PRD.
Lo
que queda en evidencia, es que los locos empiezan a ser menos, cuestión que se
refleja con la derrota de Arias, pero a pesar de todo, del aparato
gubernamental de estos cinco años surgió una fuerza política y un nuevo capital
que responde a intereses muy particulares, y que serán fieles a las decisiones
que se tomen desde el partido Cambio Democrático ahora en oposición. La disputa
por el poder apenas comienza.
Gobernabilidad de la élite política nacional
A pocos días que Juan Carlos
Varela[6]
tome el poder el tema de la gobernabilidad se convierte central en este
quinquenio.
Esta –en el sentido de la
relación del que gobierna con el gobernado– es un tema neurálgico para las reflexiones
políticas desde el siglo XVI.
Michel Foucault, en sus
lecciones de 1978 en el Colegio de Francia, prefirió utilizar
“gubernamentalidad” para referirse a cuestiones específicas y concretas a la
hora de gobernar, tales como el conjunto de instituciones que permiten ejercer
el poder sobre la población, mediante la dominación del saber y los
dispositivos de seguridad.
En esencia, mientras más
efectivas sean las entidades que permitan ese control, mejores serán las
posibilidades de mantenerse en el poder para las élites políticas que gobiernan
y los dispositivos de seguridad.
El concepto data de finales de
la década de 1980. Para gran parte de Latinoamérica, durante ese periodo la
gobernabilidad significó el pacto social entre la sociedad civil y los partidos
políticos que los representaban[7].
Marcos Roitman, catedrático de
la Universidad Complutense de Madrid, sostiene que “un proyecto de
gobernabilidad eficiente queda subsumido en una retórica de futuro en la cual
se llama a eliminar las resistencias y los obstáculos que impiden la natural
marcha del progreso de la historia”.
Para que esto funcione es
necesario un gobierno democrático. La gobernabilidad sin espacio para la
participación ciudadana quedaría sometida a la dominación del gobierno.
Esta condición, al menos estos
últimos 25 años, no ha ido más allá de los pactos, reformas y alternancias en
el poder entre la élite política nacional, con medianas reivindicaciones que no
han sido duraderas ni han permitido mejores condiciones, teniendo en cuenta
nuestra particularidad como país.
En términos generales, la tarea
del nuevo gobierno de Panamá será lograr una interacción real con la sociedad
civil y los movimientos sociales, a favor de una comprensión mutua tanto en el
discurso como en la acción.
La
derrota del FAD
Con
la fulminante derrota que sufrió el Frente Amplio por la Democracia que no
llegó ni al 1%. Hubo un declive en la izquierda y el movimiento social. Un
indicador de lo que pasaría en las elecciones generales, fueron las primarias, que
solo contaron con la participación de 5,199 adherentes que representó el 8% de
su membrecía. Esto era la crónica de una muerte anunciada.
Entre
las principales críticas[8]
y problemas que podemos enumerar, salen a relucir los factores endógenos que
llevaron al FAD a la derrota, es por ellos que se debe centrar la atención en
el hecho fundamental de este fracaso, a saber la confusión de roles[9]
y el vanguardismo obrero, que provocó la subordinación de todas las estructuras
del movimiento social, a las decisiones que se tomaron en la estructura
orgánica o puesto de mando del FAD.
En
el proceso electoral ya con el FAD inscrito se dio una cooptación de dirigentes
de izquierda que gracias a la estructura partidista se les facilitó la
logística electoral para poder postularse y garantizar una plataforma
operativa, a pesar de alguna que otra diferencia, esta fue la lógica por la
cual unos dirigentes se pasaron de apoyar a Juan Jované, a postularse por el
FAD como candidatos a puesto de elección popular.
Debido
a que se consumaron todas las fuerzas en el partido, se fue desmantelando poco
a poco toda la estructura social (incluyendo al frente estudiantil) que fue
acumulada por años de lucha en Frenadeso. El vanguardismo obrero que garantizó
el control hegemónico, y la exclusión de otros sectores de la izquierda como el
caso de Jované y el Partido del Pueblo con los cuales no llegaron a acuerdos,
incluso hasta con militantes de sus propias filas, fueron la receta perfecta
para dejar vulnerable a la izquierda y todo el movimiento social.
Los
comités populares que son entre tantas, una de las tareas fundamentales de un
partido con las características del FAD, de la clase trabajadora, que se
confundió con la clase obrera y que estos personificaban la lucha social que
reivindicaría las demandas de toda la clase trabajadora/popular, fueron puestos
en un segundo plano, para ser suplantados por discusiones coyunturales de cómo
ganar las elecciones.
Una
lección que deja esta derrota, es que un sindicato no puede ser un partido con
un proyecto político amplio democrático y que no se pueden confundir los roles
en lo heterogéneo que resulta ser el esfuerzo de inscribir un partido que
busque reivindicaciones económicas, sociales y culturales como norte de una
ciudadanía emancipada.
¿Qué
le queda al FAD? La alternativa que le queda al FAD es volver a tratar de
levantar el trabajo político que en muchos años lograron en FRENADESO, y que
abandonaron con el instrumento electoral – es decir el FAD– esto explica la
razón de ser, del último comunicado de FRENADESO, del 21 de junio de 2014
titulado: “Nos esperan cinco años más de lo mismo”.
NOTAS:
[1] “El
surgimiento de candidatos independientes o ciudadanos sin partidos puede
considerarse como un debilitamiento de la democracia representativa” Reynoso,
D. (2010). “Estudio comparado sobre la libre postulación y las candidaturas
independientes en América Latina”, pp. 317-355. En Harry Brown. (ed.). Las
reformas electorales en Panamá: claves de desarrollo humano para la toma de
decisiones. Panamá: PNUD-Tribunal Electoral de Panamá.
[2] “En
los estados modernos, la democracia no es realmente representativa ni
participativa de la voluntad popular, sino de las clases privadas propietaria.
Según sean las fases del desarrollo histórico del capitalismo, este ente en su
expresión política se perfecciona, implicando en igual medida, las capacidades
administrativas y gobernativas de la burocracia”. Carlos Chuez. (2011). Problemas
Contemporáneos del Marxismo. Panamá: Imprenta de la Universidad de Panamá.
[3] Podemos
mencionar los que describe Marcos Roitman Rosemann en la Jornada, después de
pasar en Panamá una semana justo antes de las elecciones: “la campaña electoral
fue sucia hasta extremos obscenos y nada democrática. Publicidad agresiva e
insultos hasta la descalificación personal, unidos a una sicología del miedo
que guiaba la intencionalidad de voto hacia la sempiterna utilidad del mismo”.
Roitman, M. (2014, mayo 11). “¿Hacia dónde se dirige Panamá?”. La
Jornada.
[4] Hay una percepción
generalizada de que las encuestas fueron un fracaso. Eso es falso en la medida
que la encuesta se deben considerar como una “investigación realizada sobre una
muestra de sujetos representativa de una población más amplia, que se lleva a
cabo en el contexto de la vida cotidiana, utilizando procedimientos
estandarizados de interrogación, con el fin de obtener de mediciones
cuantitativas de una gran variedad de características objetivas de la
población” según Manuel García Forrento. No una bola de cristal que nos dirá
que nos depara el destino en materia electoral, que es lo que han vendido las
encuestadoras, aparte de crear tendencias en el electorado.
[5] El
FAD “perdió el financiamiento post electoral que es exclusivamente para
aquellos partidos que hayan logrado subsistir. El porcentaje mínimo de
subsistencia para un partido es el 4% de la votación valida en cualquiera de
las elecciones en las que participe… el financiamiento se destina
principalmente al funcionamiento cotidiano de los partidos políticos, gastos de
funcionamiento, y a las actividades de capacitación y fortalecimiento
organizacional”. Rotsay Rosales Valladares. (2010). “Financiamiento de los
partidos políticos y las campañas electorales en Panamá” ”, pp. 217-273. En
Harry Brown. (ed.).
[6] Que pertenece a la
élite política nacional de estos últimos 25 años de democracia representativa.
[7] Los que quedaron excluidos de esta forma de organización política de la
sociedad empezaron a formar parte de lo que el sociólogo estadounidense
Immanuel Wallerstein llamó movimientos antisistémicos.
[8] Por
ej. Paco Gomes Nadal hizo énfasis en el hegemonismo del FAD-Frenadeso sobre las
demás fuerzas sociales y, su debilidad como “aglutinador de las nuevas
tendencias contemporáneas”. Marco Quintanar, señaló “el problema de los mandos
medios y la fluctuación de las líneas políticas” e “incongruencias
discursivas”. José Ángel Garrido habló de la “derecha disfrazada del
FAD”. Y, Olmedo Beluche recalca la falta de unidad en la izquierda como una de
las principales deficiencias.
[9] La
interacción del partido o instrumento electoral con los demás sectores o
fuerzas políticas/sociales.
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