El Mundial es el circo
más grande del mundo, para escarnio de las empresas transnacionales
norteamericanas, que no pueden hacer del Super Bowl algo similar.
Fander Falconí / El Telégrafo (Ecuador)
Las mujeres de Pakistán fabrican los balones del Mundial para la transnacional Adidas. |
La Brazuca, que se
fabrica en Pakistán, es la pelota del Mundial Brasil 2014. El pasado domingo,
el jugador suizo Haris Seferovic, en los últimos segundos del partido, empujó
esa esférica a las redes del arco defendido por Alexander Domínguez y desató la
tristeza de todos los ecuatorianos.
Pakistán, y en particular
sus mujeres, tienen una larga tradición
en la fabricación de balones. Su trabajo se remonta a 1990, cuando fueron
contratadas por la transnacional Adidas, que produce en Alemania pelotas para
las ligas de varios países europeos, la Liga de Campeones y ahora para la Copa
del Mundo.
Adidas hace su plan de
negocios y desarrolla la tecnología de la Brazuca en Alemania. Programa su
marketing para América Latina en México o en Sao Paulo. Vende la mercancía en
todo el gigantesco mercado emergente de la región, con la publicidad
extraordinaria de un mundial de fútbol en Brasil. Y manufactura el ‘bien de
mercado’ con mano de obra baratísima de Pakistán.
En Alemania, el valor agregado
generado en ese plan de negocios es máximo. En Pakistán, las mujeres, que
fabrican la pelota que hace delirar al mundo, ganan menos por mes de lo que
vale una botella de un regular vino del Rin en un mercado de Stuttgart.
‘La sonrisa de las empresas
transnacionales’ es una idea de Jürgen Schuldt, que hace alusión al
aprovechamiento del ambiente de negocios globalizado que hacen las
transnacionales. De acuerdo al investigador peruano, las empresas
transnacionales reasignan sus inversiones y ciertas etapas de sus procesos de
producción de bajo valor agregado y de rendimientos decrecientes a los países
del Sur, a fin de reducir sus costos.
Por lo tanto, podríamos
decir también que el fútbol arranca varias sonrisas. El Mundial es el circo más
grande del mundo, para escarnio de las empresas transnacionales
norteamericanas, que no pueden hacer del Super Bowl algo similar.
Schuldt sostiene que en
los extremos de la cadena productiva se genera un valor agregado superior -con
más altas remuneraciones y mayores tasas de ganancia- y rendimientos crecientes
a escala. En esos segmentos se especializan las empresas del Norte rico.
Mientras, en las partes centrales de la cadena, se encuentran las actividades
que ofrecen menores valores agregados -con rendimientos decrecientes y menores
tasas de ganancia-. Las empresas transnacionales transfieren esos procesos a
los países del Sur para que se especialicen en ellos.
Queda claro que los
dueños del balón de fútbol tienen un público cautivo, fiel y seguro, porque
podemos cambiar de partido político, divorciarnos y volvernos a casar,
cambiamos de gustos y circunstancias, y envejecemos... pero mantenemos el mismo
sentimiento por la ‘Tri’ (gane o pierda), la blanquirroja, la celeste, la
verdeamarela, la naranja, o por cualquier otra expresión multicolor. Es la
misma emoción desde que jugábamos con pelotas (las Soria de cuero y con bleris)
no tan sofisticadas, rápidas y veloces, como la Brazuca.
Disfruten del Mundial.
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