Parece que la realidad es cíclica y, por
suerte, nuestra generación también ha visto cómo los mudos se cansaron de ser
enmudecidos. Los invisibles no soportaron ser más invisibilizados y los
oprimidos se negaron a ser más dominados…
Óscar
Ureña García* / Especial para Con Nuestra América
En Madrid, los ciudadanos reclamaron un referéndum sobre el futuro de la monarquía. |
Esta semana se celebran 25 años de la rebelión
cívica en la plaza de Tiananmen, China. Junto a esta conmemoración, la
abdicación del Rey Juan Carlos I de España, ha generado una serie de
manifestaciones sociales en las que miles de jóvenes exigen un referendo para
decidir el futuro de la monarquía. Estos acontecimientos tienen un hecho en
común: ambos casos demuestran que la idea de que el mundo es de los adultos,
políticos o empresarios, caducó de manera definitiva.
No es algo que surgió de un pestañazo. En los
años 60, hubo un despertar. Las políticas de muchos adultos inescrupulosos
provocaron que en Norte América y Europa surgieran movimientos de jóvenes que
empezaron a tener voz. Guerras atroces (como lo son todas las guerras) y
políticas ilógicas que mataban a los condenados y empobrecían a los pobres,
generaron que una nueva generación se expresara en diferentes partes del mundo.
Muchas de esas voces fueron silenciadas violentamente, como sucedió en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, en México, o como también
aconteció hace 25 años en la plaza de Tiananmen, en China. Ejemplos que
demuestran que el mundo mostró la necesidad de escuchar el imponente grito de
los jóvenes, sofocados por la injusticia del sistema opresor.
Parece que la realidad es cíclica y, por
suerte, nuestra generación también ha visto cómo los mudos se cansaron de ser
enmudecidos. Los invisibles no soportaron ser más invisibilizados y los
oprimidos se negaron a ser más dominados. Las redes sociales fueron la mecha
que sirvió para la explosión de la Primavera Árabe, en la que miles de jóvenes,
y otros no tan tanto, alzaron su alarido de descontento y generaron cambios en
sus países.
En Chile, los universitarios no soportaron que
el Estado quisiera negarles una educación accesible. No gratuita, sino posible.
Y pusieron en jaque a la idea de que los jóvenes, de clase media o baja, tienen
que conformarse con lo que otros decidan por ellos.
Los indignados españoles se hartaron de los
indignos y se encumbraron en un grito de “Basta”, porque la representatividad
dejó de representarlos desde hacía muchos años. Se levantaron con la garganta
ensanchada y se hicieron escuchar. Esta semana, muchos de esos jóvenes,
regresaron a las calles para exigir que se convoque a un referendo para decidir
si España continúa con la Monarquía Parlamentaria.
Esta semana se celebran 25 años de la rebelión
cívica en la plaza de Tiananmen. Y entre reportajes que no dicen nada y notas
breves en nuestros telenoticieros, aunado a la abdicación del Rey de Juan Carlos
I, estos acontecimientos nos invitan a reflexionar que la voz de los jóvenes
tiene que elevarse con más fuerza. Nos exige reconocer que lo más importante es
que nos motivemos a dejar de lado ese engaño, esa idea infundada que generaron
algunos políticos para adormecer, de que tendremos derecho a decir, hacer,
pensar, hasta que tengamos cierta edad, cierto poder adquisitivo y cierta
visión del mundo.
Lo que sucedió en China y lo que hoy acontece
en España nos invita a soñar con más fuerza lo que tanto ha proclamado el
periodista y pensador uruguayo, Eduardo Galeano: “Otro mundo es posible”.
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