El 27 de junio de 2014 se cumplieron
60 años de la ignominia que ha marcado a Guatemala hasta el día de hoy. En vez
de un sistema democrático con un ejército apegado a la institucionalidad y un
sistema de partidos estable, vivimos
durante la segunda mitad del siglo XX
una dictadura militar y genocida aliada a un bloque de partidos de
extrema derecha.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En Indonesia la matanza
de 200 mil personas acusadas de ser comunistas es recordada como una epopeya
patriótica. Los genocidas son considerados héroes de guerra. Los comunistas,
reales o supuestos, son recordados como un cáncer que los patriotas extirparon
de tajo. Por supuesto, fuera de Indonesia la ignominia es recordada de otra
manera. Los especialistas evocan lo sucedido en la Indonesia de 1965, como uno
de los grandes genocidios del siglo XX.
En Guatemala, a diferencia de Indonesia, la memoria está dividida y la
división se ha manifestado de manera abierta en los últimos tiempos. Las
derechas recuerdan al derrocamiento del presidente Jacobo Arbenz como una gesta
patriótica que salvó a Guatemala de las garras del comunismo. Por ello el
acontecimiento es concebido como una “liberación” que hasta ha nombrado a un
boulevard de la ciudad de Guatemala. La ultraderecha se apropió de la noble
palabra de “liberación” y los anticomunistas se convirtieron en
“liberacionistas”.
Por supuesto, los especialistas en tal acontecimiento miran
la contrarrevolución de 1954 con otros ojos. Lo consideran como el parteaguas
que sumió a Guatemala en un conflicto cruento que a la larga habría de costarle
la vida a 200 mil guatemaltecos. Los ideólogos anticomunistas concibieron
al conflicto que terminó derrocando a Arbenz, como la lucha de la
“democracia contra el comunismo” o de la “civilización cristiana y occidental
contra el ateísmo totalitario y materialista”. En realidad el conflicto que
dividió a Guatemala durante muchas décadas,
fue entre un proyecto oligárquico que buscó defender los privilegios e
injusticias del capitalismo agroexportador heredado de la reforma liberal de
1871 y un proyecto de nación que se enmarcaba en los límites de un capitalismo
democrático, asentado en el mercado interno y la industrialización. Por ello la
derecha anticomunista a través de la contrainsurgencia no solamente asesinó a
comunistas y revolucionarios radicales, sino también a socialcristianos,
socialdemócratas, nacionalistas revolucionarios o demócratas a secas.
El 27 de junio de 2014
se cumplieron 60 años de la ignominia que ha marcado a Guatemala hasta el día
de hoy. En vez de un sistema democrático con un ejército apegado a la
institucionalidad y un sistema de partidos estable, vivimos durante la segunda mitad del siglo
XX una dictadura militar y genocida
aliada a un bloque de partidos de extrema derecha. En lugar de un desarrollo
nacional sustentado en el desenvolvimiento agrario, expansión del mercado
interno, campesinado en dignidad y
prosperidad, industrialización de alguna envergadura, soberanía política e
independencia económica, lo que vivimos fue un capitalismo agroexportador
asentado en el latifundio y la expoliación, una industrialización frágil y
limitada al mercado común centroamericano, exclusión de una gran parte de la
población.
Hoy Guatemala es una
sociedad descompuesta. Al capitalismo excluyente le ha sucedido la calamidad
neoliberal. Los anhelos destruidos en 1954 siguen vigentes, pero ahora se le
suman los derivados de una sociedad con mayor marginalidad desigualdad, y
corrupción. Y con una violencia
delincuencial que en número de víctimas pronto será igual a la del genocidio.
Conmemoremos lo
perdido. También lo que hubiéramos ganado.
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