En Brasil las manifestaciones de
diferentes movimientos sociales no cesan. Es cierto que han aumentado para
tratar de aprovechar dos eventos que les ofrecen visibilidad global: el mundial
de fútbol y las próximas elecciones presidenciales a celebrarse en octubre,
pero eso no las deslegitima: sus reivindicaciones son razonables y justas.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
El Mundial de Fútbol de la FIFA ha sido el catalizador de las protestas en Brasil. |
América Latina es la región del
mundo más desigual, y Brasil el país más desigual dentro de América Latina. La
opulencia y el despilfarro conviven con la miseria y el hambre. Desde la
llegada del Partido de los Trabajadores (PT) al poder hace ya casi doce años,
ha habido avances espectaculares en el mejoramiento de la calidad de vida de la
población. Son conocidos los datos que dan cuenta del enfático crecimiento de
la clase media, y las bondades de políticas sociales que han permitido mitigar
el fenómeno de la desigualdad.
Pero esos mismos avances han
creado, a su vez, nuevas demandas, que al gobierno brasileño se le han
transformado en nuevos problemas. Por ejemplo, la nueva clase media ahora exige
mejores servicios de educación y salud, más acceso al crédito, vivienda digna,
y el gobierno, a pesar de los esfuerzos, parece no estar en la posibilidad de
dar respuestas en el ritmo y calidad que
se requiere.
Bien visto, la calidad de las
nuevas demandas nos muestran lo bueno que se ha hecho, pero también todo lo que
falta por hacer.
Desde otra óptica, algunas de las exigencias
que se plantean muestran los límites que tiene el modelo de desarrollo
brasileño. Es cierto que se ha mejorado la calidad de vida, pero el concepto
mismo en el que se basa debería ser cuestionado: el gobierno apostó por un
crecimiento del consumo, y tomó una serie de medidas para hacerlo posible a los
recién llegados a la clase media. Ahora, se pagan las consecuencias: las calles
no da abasto por tantos automóviles, la calidad del transporte no le satisface
a la gente, crece el problema de la contaminación, de la basura. ¿Es ese un desarrollo
sostenible?
Son demandas justas que emanan de
una sociedad contradictoria pero, también, dinámica y en pleno proceso de
transformación.
A ese río revuelto se aproximan
pescadores que quieren extraer ganancias aprovechándose de las circunstancias.
Ya el año pasado quedó claro que las manifestaciones que se iniciaron en torno
al transporte público habían sido utilizadas para fines políticos partidarios,
tanto de extrema izquierda como de derecha. Las de ahora no están exentas de
esto, y esta circunstancia se acrecienta por la proximidad de las elecciones
presidenciales. Pero esto forma parte de la dinámica de todas las protestas
sociales en todas partes del mundo.
Las protestas también muestran un
cambio que no es exclusivo de Brasil: hay reivindicaciones que se asocian con
temas que han ganado espacio en la agenda social y política, y que hace unos
años, cuando se inició la era de los gobiernos progresistas, es decir, hacia
inicios del siglo XXI, no ocupaban el mismo lugar.
Se trata del tema del extractivismo,
del medio ambiente, del agua, de los derechos humanos asociados a las
orientaciones sexuales, del derecho al aborto, etc. Hay sitios en los que estas
reivindicaciones prácticamente copan la agenda social.
Las protestas en Brasil tienen un
poco de todo esto: ponen sobre el tapete nuevos sujetos sociales, nuevas
reivindicaciones que, de alguna forma,
son producto de las nuevas dinámicas sociopolíticas desatadas por los nuevos
gobiernos progresistas.
Se ha abierto la Caja de Pandora.
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