Martí tiene un lenguaje
prospectivo que permite evitar una visión apocalíptica, cuando lanza la idea de
‘con todos para el bien de todos’. Se trata de un nuevo paradigma más allá del
capitalismo, y no de una socialdemocracia de agua tibia como las europeas; ni
de un unanimismo acrítico, sino de la lucha para el bien común de la humanidad.
François Houtart / El Telégrafo
Por primera vez, a
principios de junio, el consejo científico del Instituto José Martí se reunió
en Europa, en Villa Real de San Antonio al Sur de Portugal. El instituto se
dedica al estudio y a la difusión del pensamiento de José Martí y su consejo
está constituido por miembros de varias nacionalidades. Se encuentran, entre
otros, Federico Mayor, antiguo director de la Unesco; Frei Betto, de Brasil;
Jorge Puig, antiguo ministro de la República de Santo Domingo; Raúl Pérez
Torres, de Ecuador; Héctor Pardo, de Cuba; y otros de Italia, Francia, Bélgica,
etc.
La Europa de hoy se
encuentra en una crisis profunda, fruto de las políticas neoliberales que
acentuaron la desigualdad social. La respuesta de la Unión Europea son
políticas de austeridad, que acentúan el problema, haciendo pagar a los más
pobres y a las clases medias el precio de la crisis. Durante la reunión del
consejo se anunció que la Comisión Europea, junto con el FMI y el Banco Mundial
(la troica), pedía a España un aumento del IVA y una disminución de los gastos
sociales.
Se hablaba también de
un libro publicado en París, El capital en el siglo XXI, del economista francés
Thomas Piketty. Después de varios años de investigación sobre la distribución de
los ingresos en varios países, en el curso de los dos últimos siglos, el autor
llegaba a la conclusión de que el aumento de las desigualdades provocaba una
estagnación del crecimiento y no lo contrario, como lo afirma la economía
clásica. Tal resultado contradecía la lógica del capitalismo, aprovechándose de
la crisis para acentuar su concentración.
Frente a eso, el
pensamiento y la experiencia de José Martí tienen sentido. Él no tenía la
respuesta a todas las situaciones ni podía anticipar los problemas de hoy, pero
disponía de una experiencia en el ‘vientre del monstruo’, con dos aportes a la
situación de Europa.
En primer lugar, la
crítica del capitalismo, en plena expansión en Estados Unidos del fin del siglo
XIX. Martí describió, como testigo directo, la lucha entre los capitalistas y
los trabajadores, y daba nombres y cifras. Mostraba que la acumulación exigía
la desposesión de los trabajadores, recibiendo un salario de miseria. No fue un
analista como Carlos Marx, sino un testigo. Al mismo tiempo, denunció la
colusión entre el capital y los dos partidos estadounidenses, Republicano y
Demócrata, indicando sus funciones de auxilio de los intereses capitalistas.
Es importante para
Europa saber que la misma lógica produce los mismos resultados, y que si los
tiempos son diferentes, el capitalismo permanece, es el mismo: salvaje cuando
puede y ‘civilizado’ (social o verde) cuando lo debe. Se aprovecha de la crisis
para forzar a desregular, y regresa a su carácter agresivo, sin la menor
consideración ética. El lobbying de las empresas frente al Parlamento y a la
Comisión europeos es la manifestación de la misma colusión entre política y
capital.
En segundo lugar, Martí
tiene un lenguaje prospectivo que permite evitar una visión apocalíptica,
cuando lanza la idea de ‘con todos para el bien de todos’. Se trata de un nuevo
paradigma más allá del capitalismo, y no de una socialdemocracia de agua tibia
como las europeas; ni de un unanimismo acrítico, sino de la lucha para el bien
común de la humanidad.
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