Enfrentar el desafío de
ser y estar plenamente en nuestra América, de participar activamente en este
tiempo de construcción de autonomía e independencia, y de forja de una política
exterior latinoamericana y soberana en torno a la CELAC, parece ser un desafío
que sobrepasa la creatividad, el valor y el compromiso de las dirigencias
políticas costarricenses.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Manuel González Sanz, canciller de Costa Rica. |
A un mes de haber
asumido el poder en Costa Rica, gracias a un triunfo electoral en segunda
ronda sin precedentes en América Latina –obtuvo el respaldo de un 78% de los
votos emitidos-, el gobierno del presidente Luis Guillermo Solís empieza a dar
sus primeros pasos en medio de la compleja herencia de las últimas administraciones
neoliberales y de la audacia de algunas decisiones del nuevo gabinete (por
ejemplo, la inclusión en la agenda pública de ciertos temas de Derechos Humanos
que confrontan a la conservadora sociedad costarricense). Pero también, el llamado
“gobierno del cambio” muestra gestos de ambigüedad en algunas áreas en las que
todavía no logra posicionarse con claridad ni deslindarse de los lastres del
pasado reciente. Y esto resulta particularmente evidente en materia de política
exterior, donde la continuidad de los discursos y las prácticas diplomáticas que
nos alejan como país del resto de nuestra América, parecen imponerse.
Las primeras
manifestaciones de Solís sobre temas propios de política internacional y de
integración regional, cuando todavía era candidato presidencial del Partido
Acción Ciudadana, en febrero de este año, ya dejaban entrever algunos signos de
contradicción: en una entrevista para el diario El País de España, se apresuró a marcar
distancias con el bloque de países del ALBA, del que dijo no verse como miembro
“en un sentido político” (¿se puede participar de otra manera que no sea política en el sistema internacional?),
y en su lugar, enfiló sus intenciones hacia la integración en la iniciativa
neoliberal de la Alianza del Pacífico. Pocos días después, y ante la presión de
empresarios industriales y agrícolas, preocupados por el desmantelamiento casi
total de cualquier instrumento arancelario para regular el comercio de bienes
con los países de la Alianza, Solís viró en sus planteamientos y moderó su
discurso para no perder el respaldo de esos sectores.
En ese diálogo con el
medio español, el presidente Solís también explicó que si bien no comulga con
el esquema de integración del ALBA, presumimos que por razones ideológicas y de
la hegemonía geopolítica que ejerce Estados Unidos en el área, y que condiciona
la política exterior de Costa Rica, sí consideraba posible “aprovechar espacios que el ALBA ha abierto para negociaciones multilaterales,
como la CELAC”, organismo que actualmente preside nuestro país.
Pese a esta mirada
positiva sobre las posibilidades que ofrece el foro latinoamericano y caribeño,
en una entrevista
concedida al diario La Nación, el
nuevo Canciller de la República, Manuel González Sanz, dio declaraciones en
sentido contrario a las del mandatario Solís, y llega al punto de definir como
una carga para Costa Rica la
presidencia de la CELAC. “No critico la decisión que se tomó en su
momento de asumir la Presidencia de la CELAC (2013) –dijo el Canciller- pero teniendo un cambio de gobierno, implica
para Costa Rica un esfuerzo adicional. Lo óptimo hubiera sido tener esta
presidencia después, tal vez ni siquiera en el 2015. (…) Los recursos
económicos y humanos para esta coordinación, en un marco de austeridad, nos
ponen en una situación comprometida”.
Más allá de las
consideraciones económicas a las que alude el Canciller, siempre relativas en
función de las prioridades y objetivos estratégicos que defina la política
exterior de un Estado que comprenda sus responsabilidades regionales, lo cierto
es que las palabras de González Sanz envían un pésimo mensaje sobre el interés
de Costa Rica por consolidar la CELAC; y a la vez, ponen en entredicho el
protagonismo que “el gobierno del cambio” podría asumir en caso de presentarse
alguna crisis en la que su mediación sea necesaria. Una posibilidad no lejana,
en la actual coyuntura latinoamericana.
Enfrentar el desafío de
ser y estar plenamente en nuestra América, de participar activamente en este
tiempo de construcción de autonomía e independencia, de “inventar o errar” –al
decir del maestro Simón Rodríguez-, de marcha unida “como la plata en las
raíces de los Andes”- según nos lo recomendara José Martí-, y en definitiva, de
forja de una política exterior latinoamericana y soberana en torno la CELAC,
parece ser un desafío que sobrepasa la creatividad, el valor y el compromiso de
las dirigencias políticas costarricenses.
Ojalá que el nuevo
gobierno rectifique sus pasos a tiempo y sea capaz de perfilar un rumbo
nuestroamericano a su política exterior. De no hacerlo, habrá perdido una
oportunidad histórica de romper el autoaislamiento y el aldeanismo que nos
condenan.
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