sábado, 9 de mayo de 2015

Neoecuménicamente, Abya Yala

Nuevas fuentes de inspiración macroecuménica, como expresión del panorama pluri-religioso y cultural, son motivo de inspiración desde el cual se tejen relaciones sociales y de producción soberana desde Latinoamérica y el Caribe.

José Toledo Alcalde / Especial para Con Nuestra América


Qué bello sería que el Istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras partes del mundo". Simón Bolívar

Las expresiones de convivencia y movilidad social en Latinoamérica y el Caribe (en adelante Abya Yala) desde ejes en común como tierra, alimentación, educación, salud, comunicación y espiritualidad, (extramuros eclesiásticos) nos abrieron amplias dimensiones de compresión sobre los retos y desafíos del ecumenismo a mediados de la segunda década del siglo XXI. Termino de raíces griegas, usado comúnmente desde una connotación religiosa, el cual incómodamente nos interpela en medio de la búsqueda de los nuevos rostros de interacción social y sus manifestaciones sincréticas y seculares las cuales trascienden  los límites de la institucionalidad religiosa (católica o protestante). La necesidad de reapropiación del vocablo ecuménico, no solo desde su naturaleza filológica, sino socio-política y ética, surge no desde el laboratorio de la realeza lingüística, sino emerge desde la misma dinámica de los movimientos sociales y la creación de sus alianzas y redes estratégicas. Macroecumenismo o ecumenismo secular, estos espacios trans-eclesiasticos de interdependencia se nutren de la fuerza, sabiduría y del respeto por la más amplia variedad y diversidad de expresiones religiosas-espirituales, de género-transgénero y cultural. Nos ocuparemos en medio de la insurgencia de esta nueva perspectiva ecuménica sincrética y secular de realizar una somera y superficial revisión de conceptos como ecumenismo, dialogo interreligioso y macroecumenismo.
Memoria. Desde la interpretación del pueblo Kuna Yala de Panamá, Abya significa sangre y Yala montaña, tierra en plena madurez o tierra de sangre vital, nombre atribuido a las Américas antes de la llegada de las expediciones invasoras provenientes de Europa. Por otro lado, oikoumene, de la raíz griega oikos “casa”, interpretada como “[tierra] habitada”, “casa común” fue en donde se desarrolló la vida domestica. Nombre designado por los griegos al mar Mediterráneo, ambiente geográfico, espacio vital de todos y todas. En un primer momento, el vocablo oikoumene, fue entendido desde una perspectiva geográfica. Filósofos como Herodoto, Demóstenes, Aristóteles, etc. lo usaron para diferenciar el mundo helénicamente habitado y los otros mundos desconocidos. Fue a fines del siglo IV a.C cuando, desde la expansión invasora de Alejandro Magno, fue usado frecuentemente el concepto oikoumene haciendo alusión al mundo habitado y en expansión. Es desde la expansión de los límites helénicos y el reconocimiento de otras culturas que el concepto oikoumene adquirió significado cultural. Esta precaria unidad de diversas expresiones culturales encontró sus primeras manifestaciones en el surgimiento de la referencia unificadora del globalizante poderío griego: el ser humano helénico como modelo superior. Este individuo cosmopolita, continuado en el Imperio romano, será la futura antítesis del bárbaro, ignorante, e incivilizado de las poblaciones por subyugar. De las pequeñas polis (ciudades) griegas, la expansión de la “casa habitada” del poderío griego se entendió geográfica y culturalmente como oikoumene.[1]

Es a partir de la caída del poderío helénico y la instauración del imperio romano en donde oikoumene se entendió desde su visión política acompañando el voraz y avasallante crecimiento de los límites del imperio al cual denominaron Mare Nostrum (Mar nuestro). Cabe resaltar, que a pesar del poderío político-militar de Roma, la lengua universal de la época fue el koiné, habla común o griego helenístico, con toda su implicancia cultural helénica. De allí que cuando hablamos de ecumenismo su comprensión histórica desde las esferas geográfica, cultural y política es clave. En palabras de teólogo Julio de Santa Ana: “La totalidad de las experiencias humanas revela su complejidad, su variedad, su gran diversidad, lo cual es aun más evidente cuando se observa cuando se observa la forma como las diversas sociedades a través de la historia han intentado organizarse e institucionalizar el uso del poder sobre la sociedad”.[2] El imperio se convirtió en el epicentro del universo y la fusión de los pueblos giraba, sometidamente, en torno al poder absoluto de Roma. Fue con Constantino (272-337), su conversión al cristianismo y la asunción de la cristiandad como religión oficial del imperio en el periodo del emperador Teodosio (347-395) , con el cual el oikoumene geográfica-cultural y políticamente se consolida. Ese carácter universal de la cristiandad como religión imperial fue el que persistió hasta las confrontaciones entre la Iglesia Católica y la disidencia clerical europea entendida como Reforma. Europa en el siglo XVI estuvo plagada de sangrientas guerras religiosas entre el papado y los reformadores. La necesidad de la unificación religiosa (ecumenismo religioso) surge desde Europa y a partir de la crisis de la cristiandad occidental, aspecto que fue antepuesto a su histórica significación geo-cultural-política.

La fusión eclesiástica tuvo la impostergable tarea de recrearse en espacios visibles y protagónicos en un nuevo escenario histórico, diametralmente diferente a sus inicios allá por los años 1795 en el cual se formó la Sociedad Misionera de Londres conformada por la Sociedad bíblica británica y agrupaciones misioneras de Norteamérica. Es en 1846 en donde se dan las bases del naciente movimiento ecuménico, la Alianza Mundial de Londres será la antesala de la Conferencia Misionera de Edimburgo celebrada en 1910. Histórico evento del cual surgieron al Concilio Mundial de Iglesia (CMI). Cuatro esfuerzos fueron los que precedieron a su constitución: en 1921 el Concilio Misionero Internacional; de Vida y Acción en 1925 en Estocolmo; de Fe y Constitución en Lausana, Suiza 1927 y la formación del CMI constituida en Ámsterdam, Holanda en 1948. Todo esto desde los esfuerzos de las diferentes expresiones denominacionales de las iglesias provenientes de la Reforma protestante. Por otro lado, en 1920 la Iglesia Ortodoxa había promulgado una encíclica a “todas las Iglesias del Mundo” proponiendo la creación de una “Liga de Iglesias”. Desde la perspectiva Católica, no obstante, los esfuerzos entre anglicanos, católicos romanos y ortodoxos (patriarcado de Constantinopla) creando en 1857 la Asociación para la promoción de la unidad de la cristiandad (APUC) y no fue hasta el Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII (1962-1965), que la apertura ecuménica cristiana-interreligiosa adquiere preponderancia.

En 1964 el Concilio Vaticano II promulgó tres textos conciliares: Unitatis redintegratio (UR) sobre el ecumenismo, Dignitatis Humanae (DH) sobre la libertad religiosa y Orientalium Ecclesiarium (OE) sobre las Iglesias Orientales. UR en su introductoria declaración de principios declaraba su naturaleza exclusivamente cristiana: “En este movimiento de unidad, llamado ecuménico, participan los que invocan al Dios Trino y confiesan a Jesucristo como Señor y Salvador” (1964). La clara posición central de la Iglesia Católica fue el punto vector de todo intento de unidad, como otrora lo fue el imperio romano, fuera del imperio todo era contrario a su supremacía, dentro, todo bajo sus pies. De allí la historia de los “hermanos separados” y los que ni siquiera llegan a ser primos, los completamente perdidos de la gracia divina. En el imperio la supremacía de las divinidades romanas y la deidad encarnada, el César. La declaración DH señaló: “todos los hombres y grupos sociales, en el ejercicio de sus derechos, están obligados por la ley moral a tener en cuenta los derechos de los demás y sus deberes para con los otros y para con el bien común de todos. Con todos hay que obrar conforme a la justicia y al respeto debido al hombre” y en el texto OE se remarcó a las iglesias orientales como “hermanos separados” con derecho al ejercicio del sacerdocio dentro de los parámetros cristocentricos.

Ecumenismo y dialogo inter-religioso. Desde los documentos del Concilio solo se puede hablar de ecumenismo y diálogo interreligioso desde una perspectiva cristiana, sujeta a los documentos de la Iglesia y contando con la Biblia como normatividad directriz. La apertura a organizaciones religiosas no cristianas (Judaísmo, Islamismo, etc.) ingresaron dentro de un marco de relaciones entendido como dialogo inter-religioso, más no como ecumenismo propiamente dicho, ya que el término fue exclusivamente reservado a acciones provenientes del ámbito cristiano. Entonces, tenemos a estos dos grandes ejes ecuménicos de la cristiandad: el representado por el Concilio Mundial de Iglesias (CMI, Ginebra, 1948) y en de la Iglesia Católica con su larga historia de Concilios ecuménicos. Fuera de allí todo es dialogo inter-religioso y relación con los “hermanos separados” como lo aseveró el Concilio Vaticano II: “Es necesario que los católicos reconozcan con gozo y aprecien los bienes verdaderamente cristianos, procedentes del patrimonio común, que se encuentran en nuestros hermanos separados”.  El primer encuentro interreligioso organizado por el CMI se celebró en el Líbano en 1970 con representantes budistas, hindúes y musulmanes. En 1975 se realizó en Nairobi y en 1977 un grupo de especialistas formularon “directrices para el dialogo”, en 1979 el CMI recomendó las directrices para su “estudio y acción”. En palabras del teólogo Gustavo Gutiérrez[3]: “El hecho es que ante el tema de la pluralidad religiosa es claro que una aproximación ecuménica es de primera importancia…es lo que se ha llamado el “ecumenismo ecuménico” que no se limita a las relaciones entre confesiones cristianas, sino que plantea un amplio dialogo con otras tradiciones religiosas…”.[4] A pesar de la apertura extramuros , en donde la salvación fuera de la iglesia era entendida como posibilidad, la propuesta ecuménica siempre insistió en su perfil doctrinal y dogmáticamente cristiano como bien lo resumió Gottfried Brakemeier: “El ecumenismo significa exactamente eso, es decir, concientizar a las personas de los fundamentos de la comunión humana, catapultados por la obra del trino Dios, para construir sobre ellos una ‘comunidad’ que sepa ser grata a Dios, que sea solicita en el cumplimiento de la voluntad divina y que tenga, exactamente así, la promesa de bendición”. [5]

En la búsqueda de nuevos paradigmas de unidad, el teólogo Theo Buss[6] abordó el movimiento ecuménico desde una perspectiva liberadora en la cual observamos su alusión al teólogo Hans Kung quien reconoció en las religiones la existencia de máximas y preceptos fundamentales: “cada religión tiene normas éticas no negociables, máximas basadas en una fe incondicional, un absoluto, validas para centenares de millones de creyentes”.[7]  Es así como, para el teólogo, desde el perfil religioso, existen 5 ejes transversales que cruzan el panorama ético interreligioso y una regla de oro: Desde la normatividad judeo-cristiana existe el Decálogo en Exodo20, Deuteronomio 5 y Mateo 22, 36-40 o desde la cosmovisión andina Ama Sua (no seas ladrón), Amma Llulla (no seas mentiroso) y Ama Khella (no seas flojo). Según Hans Kung existen cinco claves éticas aplicables a todos los campos de interrelación: No mataras, No mentiras, no robaras, no fornicaras y respetaras y amaras a tus padres e hijos. La regla de oro empezando desde el filósofo chino Confucio (551-479 a.C) señala: “Lo que tú mismo no deseas, no lo hagas a otros”. El judío Hillel sostuvo: “No hagas a otros lo que no quieras que te hagan a ti. Para el cristianismo desde el Sermón de la montaña sentenció: “Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí tienen toda la ley y los profetas (Mateo 7,12).

El ultimo Concilio ecuménico, Vaticano II, respondió a su época (1960-1964). La Iglesia abrió sus ventanas a nuevos vientos; Medellín (1968) y Puebla (1972) definieron los nuevos derroteros teológico-pastorales donde se rediseño el perfil eclesiológico de un caminar en donde la Iglesia comenzaba asumir la opción preferencial por los pobres desde las entrañas de su propia institucionalidad. Fue a inicios de los ‘70 en Chile que se conforma el grupo Cristianos por el Socialismo (CPS) compuesta por un grupo de sacerdotes católicos quienes responden desde la Teología de la Liberación y los movimientos sociales las demandas de unidad como resistencia a la política represiva desatada con el derrocamiento de Salvador Allende. Como resultado de esta suerte de ecumenismo secular, muchos sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos sufrieron persecución, torturas y asesinatos como consecuencia de esta nueva opción política desde la opción por el proyecto político de las clases explotadas. En palabras del sacerdote peruano Alejandro Cussianovich: “La opción político de las clases explotadas pone en crisis, es decir en tela de juicio, una perspectiva individualista tan marcante aun en la vida espiritual y en las formas de vida religiosa; el mundo de lo político desde los sectores populares cuestiona y pone de manifiesto las limitaciones de cierta perspectiva personalista…lo político y popular conllevan a una perspectiva más bien colectiva, comunitaria y universal”.[8] Esta visionaria interpelación de Cussianovich colocó una de las bases fundantes del ecumenismo sincrético y secular como paradigma de unidad e integración desde Abya Yala para el mundo.

No obstante todos estos avances tuvieron que surgir reflexiones como Iglesia, Carisma y Poder (1982) del teólogo brasilero Leonardo Boff el cual puso en evidencia la decadencia de la estructura religiosa católica. Más allá de los esfuerzos ecuménicos surgidos de las elites religiosas y las aperturas teológico-pastorales desde métodos de interpretación antagónicos al fundamentalismo hermenéutico de teologías sistemáticas de orden liberal, el ecumenismo surgido desde la experiencia de las Comunidades de Base en el Brasil (CBs), su presencia en el Movimiento Sem Terra, y en el Partido dos Trabalhiadores (PT), marcó una clara diferencia en la propuesta ecuménica de las organizaciones populares con base de fe y sus planteamientos ortodoxos sobre prácticas ecuménicas espontaneas y solidarias surgidas desde la periferias del poder central, insurgiendo – de esta manera - nuevos márgenes del poder socio-político desde ejes alternativos contra hegemónicos. Ecumenismo espiritual, socio, político, económico y ético  donde a partir de la esperanza y resistencia de los pobres la creación de redes comunitarias extrapoló el exclusivo enfoque religioso. 

El ecumenismo militante de las iglesias populares y comunidades de bases fue cruentamente perseguido en años de las dictaduras militares en América Latina y el Caribe. Laicos y laicas y el clero en su conjunto sufrieron la sangrienta cacería del sector burgués-militar financiado directamente por los EE.UU. Chile, Perú, El Salvador, Colombia, Bolivia fueron testigos del sistemático acoso de la jerarquía religiosa por parte de uno de sus más radicales representantes conservadores el Papa Juan Pablo II, miembro del Opus Dei y amigo de sanguinarios dictadores como Pinochet o Videla. ¿En estas circunstancias que mensaje ecuménico de justicia y opción preferencial por los pobres y excluidos podría surgir de una institución eclesiástica infectada por opciones políticas cómplices del statu quo político-religioso?

Ecumenismo financiero. Después de la caída del muro de Berlín y la crisis del Socialismo histórico se dio inicio a la fase más cruel e inicua del rostro del capitalismo, el paradigma neoliberal y la concomitante globalización de la religión del consumo y el ecumenismo corporativamente financiero, ecumenismo entendido como la ocupación de los espacios vitales y la homogeneidad de las diversidades. En este contexto nuevas corrientes teológicas surgieron, la teología del progreso, del desarrollo y corrientes para-teológicas de crecimiento personal llenaron un mercado en donde el vacio de valores éticos fue imprescindible llenarlo con nuevas ideologías de control a través de filosofías del éxito. Pragmáticas visiones de la hegemonía del mercado como nuevo sujeto eje de un ecumenismo invisible, el de los ricos y pobres en torno a la teoría de la acumulación y el consumo. Es así como una suerte de neo-ecumenismo secular aparece en donde la simbología religiosa fue reemplazada por un nuevo paradigma ecuménico el económico. La imagen de Dios reemplazada por los poderes omnipresentes y omniscientes de entidades todopoderosas y reguladoras de todo tipo de existencia, las corporaciones financieras y gurúes, profetas de un sistema basado en el libre mercado globalizan con el Capital como ídolo supremo se convierte en una nueva religiosidad fuente de un ecumenismo secular sostenedor del establishment. Paradigma económico confrontado desde Abya Yala por la puesta en escena de nuevas propuestas de unidad y creación de frentes alternativas de unidad e integración como el surgimiento del Movimiento Bolivariano 300 (M300) aglutinador de expresiones de las sociedad de la región provenientes de diferentes frentes socio-político-religioso.

Fue a inicios de los ’90, en la fase de la consolidación del neoliberalismo ensayado desde el ‘73 en Chile, en donde el M300, liderado por el otrora teniente Hugo Chávez Frías, insurgen fallidamente en lo que vendría a ser la aparición del  Bolivarianismo, fase inicial de lo que algunos analistas califican como el ingreso al Socialismo del siglo XXI. Es en este nuevo contexto regional en donde nuevas coaliciones y convergencias sociales son constituidas. La aparición de la utopía Bolivariana reaviva un discurso teológico que surge a partir de  principios evangélicos como la justicia, equidad y paz siendo asociados permanentemente como base de una experiencia, no más exclusiva y excluyente cristiana, sino interreligiosa y popular. Las coaliciones sociales integradas en torno a los valores revolucionarios del proyecto bolivariano hizo posible que las diferencias de fe, creencias, credos y dogmas no sean más una limitación para la unidad y no solo del sector confesionalmente cristiano, estamos hablando de la sociedad en su conjunto. Esto no quiere decir que no existan diferencias irreconciliables aun dentro del proceso de transformación socialista, las existe y su existencia es reflejo fiel de la multidiversidad y las luchas por crear situaciones de unidad en medio de la diversidad y pluralidad como reacción de principios ante toda perspectiva de ecumenismo económica y religiosamente excluyente. 

En anecdótica analogía nos coloca la historia al releer los esfuerzos de unidad e integración americana, en la cual se involucró el libertador Simón Bolívar en 1826 cuando convocó al primer Congreso Americano. Intento que fueran seguidos por el Congreso Americano en Lima (1847), el Congreso Continental en Santiago de Chile (1856) y el segundo Congreso Americano de Lima (1864). No se dejo esperar la reacción hegemónica de Washington y en 1889 convoco a la I Conferencia Panamericana en donde se propuso la Unión Aduanera y la creación de una moneda en común. No obstante, los esfuerzos de integración – pan-ecumenismo regional – de parte del libertador no dejaron de contar con ese perfil uni-versal, eclesiocentrico y culturalmente excluyente, en donde la diversidad de credos, confesiones y expresiones culturales fueron – hasta cierto punto – invisibilizadas imponiendo, de esta manera, la normatividad cultural-teológico-religiosa, como clave de integración ecuménica. En palabras de Simón Bolívar: “Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la más grande nación del mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria. Es una idea grandiosa pretender formar de todo el mundo nuevo una sola nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse; mas no es posible porque climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América”. [9]

El ecumenismo con base religiosa y teológica excluyente, desde y hacia el cristianismo, empoderó y empodera la lógica de la fragmentación de las espiritualidades desde la óptica hegemónica del pensamiento único. Estructura de control y dominio occidental el cual se nutre de sociedades fragmentadas unidas en torno a un único valor, el pensamiento único en torno a una alternativa resolutiva de conflictos como es la teoría del mesianismo cristiano. Son excepciones, a la regla ecuménica unilateral, como Monseñor Oscar Arnulfo Romero (asesinado en El Salvador), Leonardo Boff, Frei Beto o Gregorio López Gorostieta (asesinado en México) y reflexiones de grupos ecuménicos de base quienes emitieron y emiten juicios de valor y apoyan procesos de transformación desde los movimientos sociales donde asumieron sus compromisos políticos en favor de la defensa de los débiles y excluidos y en pro de nuevos conceptos y modelos de convivencia con equidad y justicia global.

Nuevo paradigma. De la misma forma y como respuesta a la hegemonía del desequilibrio planetario, nuevas respuestas teológicas dan sus frutos. Verbi gratia, la corriente eco-teológica, el reflexionar sobre la tierra y su entorno cósmico desde la perspectiva de la fe adquiere notable relevancia desde un singular marco teórico discurso teórico y la intensa búsqueda de articulación organizacional a escala global y el relevante esfuerzo del Departamento Ecuménico de Investigaciones en el DEI, en San José, Costa Rica, el cual desde encuentros como el taller socio-teológico “Desconexiones decoloniales: luchas y espiritualidades de los pueblos originarios y afrodescendientes de Abya Yala” promueve el encuentro ecuménico en donde expresiones de movimientos sociales políticos y religiosos discuten pautas de integración y construcciones de redes ecuménicamente solidarias en torno a sus tradiciones culturales, resistencias decoloniales, espiritualidades, construcciones de esperanzas y códigos éticos.
           
Enfoques pastorales como la pastoral de personas en situación de refugio, migración o de orientaciones sexuales diversas cumplen un esperanzador rol dentro de este nuevo enfoque de análisis surgido dentro del gran esquema de fragmentación de la espiritualidad de los pueblos en base al pragmatismo ortodoxo de la institucionalidad religiosa y el interés del statu quo por perpetuar una religiosidad espiritualmente ahistórica, acrítica y apolítica. Nuevas fuentes de inspiración macroecuménica, como expresión del panorama pluri-religioso y cultural, son motivo de inspiración desde el cual se tejen relaciones sociales y de producción soberana desde Latinoamérica y el Caribe.

En medio de un contexto regional en donde el resurgir de nuevos modelos de relaciones socio-político-económica son articulados desde experiencias como UNASUR, ALBA-TPC, CELAC, MERCOSUR, etc., se impone la necesidad de unir esfuerzos éticos antes de marcar diferencias religiosas o confesionales. Unidad regional, macroecumenismo ético-político, en torno a los intentos de perpetuar la idolatría del Capital como religión. Walter Benjamín señaló: “Hay que ver en el capitalismo una religión. Es decir, el capitalismo sirve esencialmente a la satisfacción de las mismas preocupaciones, penas e inquietudes a las que daban antiguamente respuesta las denominadas religiones. La comprobación de esta estructura religiosa del capitalismo, no sólo como forma condicionada religiosamente (como pensaba Weber), sino como fenómeno esencialmente religioso” (1921).[10] El cambio de clave normativa, pasar del imaginario salvífico espiritual al económico, del dogma religioso al financiero, del pago del diezmo a las letras de crédito, es el camino por desmitificar que el ecumenismo sincrético-secular, signo de unidad del siglo XXI tiene por delante, proyecto inclusivo e integrador resultado del legado bolivariano y martiano.   

Ya, José Martí avizoraba la unidad de los contrarios en miras a un ecumenismo basado en principios éticos: ¡Pues nada menos proponemos que la religión nueva y los sacerdotes nuevos! ¡Nada menos vamos pintando que las misiones con que comenzará a esparcir pronto su religión la época nueva! Revelar…la Ley ineludible, la razón triunfante, el porvenir seguro, la esterilidad de la precipitación, la reacción que acarrea la rebelión inculta, el triunfo definitivo de la calma activa, es ser caballero de los hombres, obrero del mundo futuro, cantor del alba, y sacerdote de la iglesia nueva. Una iglesia sin credo dogmático, sino con ese grande y firme credo que la majestad del Universo y la del alma buena e inmortal inspiran, ¡qué gran iglesia fuera! ¡y como dignificaría a la religión desacreditada! Esa es la iglesia nueva que reemplazará a la que se va”. [11] Paradoxalmente, es en los EEUU en donde hemos encontrado una propuesta secular-eclesiástica de praxis ecuménica desde un perfil sincrético-secular.

La propuesta ecuménica de la Iglesia Unitaria Universalista de los EE.UU nos da ideas de ese poliedro  códigos éticos propuestos en la consolidación de procesos ecuménicos sincréticos-seculares en donde el factor religioso sea tan solo un componente más de una serie de transversalidades éticas. Esta inusual propuesta eclesiástica, carente del credo de los apóstoles, manifiestos conciliares y dogmaticas teologías propone una experiencia ecuménicamente comunitaria basada en la construcción de espacios de interacción  social e incidencia política desde valores y principios ético-político-transversales. Principios como la dignidad y valor propio de cada persona; la justicia, equidad y compasión en las relaciones humanas; la aceptación del uno al otro y el estímulo del crecimiento espiritual en nuestras congregaciones; búsqueda libre y responsable por la verdad y el sentido; el derecho de la conciencia y el uso del proceso democrático dentro de nuestras congregaciones y en la sociedad en general; la meta de una comunidad mundial con paz, libertad y justicia para todos; el respeto por la gran red interdependiente de nuestra Planeta Tierra de la cual somos una parte. Dentro del compromiso que asumen notamos siete lineamientos: 1. Vivir con integridad, tanto intelectual, como moral; decir lo que sabemos que es así y hacer lo que sabemos que es correcto. 2. Vivir con compasión; identificarse como los otros seres humanos y criaturas sobre la tierra; ayudar y ser amables.3. Vivir con percepción; ser sensibles a la belleza, a los sentimientos y a las verdades ocultas.4.Vivir en relación; estar abiertos a la intimidad y participar en la comunidad.5. Vivir con propósito; establecer un compromiso continuado con el crecimiento, y perseverar en los esfuerzos para asimilar nuevas habilidades, y usar nuestras capacidades productivamente para cambiar el mundo de maneras útiles. 6. Vivir con atención; ser consientes de nuestro dolor y nuestro gozo, ser reflexivos en nuestro conocimiento de nosotros mismos, y saborea todos los momentos de la vida y la última, 7. Vivir con profundidad; mantener un sentido de conexión con nuestro propio pasado y futuro, con el mundo que nos rodea, con aquellos que amamos, y con aquella fuente de vida que hace posible el resto.[12] Desde esta perspectiva no hay lugar para salvación y perdición, para mesías o programas proselitistas de unidad.

Frente a la unicidad de pensamiento de un ecumenismo religioso, en donde fuera de la Iglesia Católica no hay salvación, como lo señaló Joseph Card. Ratzinger,la acción del Espíritu no está fuera o al lado de la acción de Cristo. Se trata de una sola economía salvífica de Dios Uno y Trinoserían contrarias a la fe cristiana y católica aquellas propuestas de solución que contemplen una acción salvífica de Dios fuera de la única mediación de Cristo”.[13] Leonardo Boff reaccionó a esta unilineal comprensión de la espiritualidad: “el Cardenal Ratzinger, después Papa Benedicto XVI, destrozó 50 años de ecumenismo Dominus Iesus, que es uno de los documentos más retrógrados y más dañinos a la Iglesia. ¿Por qué? Porque resucita la vieja idea medieval: que fuera de la Iglesia no hay salvación, y de cara a las demás iglesias dice: no son iglesias. Tiene elementos eclesiales, porque ha ofendido a todas las iglesias. A las religiones dice: todas ellas están en peligro de salvación, porque no pertenecen a la iglesia. Entonces, repetir en el siglo XXI esa típica doctrina, yo diría que es casi una blasfemia contra el Espíritu Santo, destrozó todo el ecumenismo”. [14] Gran abismo separa la sectaria posición del ex Sumo Pontífice con la franca apertura del Papa gaucho Francisco quien desde su radical postura ético-moral a favor de los valores fundantes de la religiosidad judeo-cristiana libra una importante lucha ecuménica al parecer mas sincrético-secular que religiosa. 

Ecumenismo y teología de la triple “T”. La elección del Papa Francisco, primer pontífice latinoamericano, y el innegable giro de la Iglesia hacia caminos de apertura e inclusividad, nunca antes vistas, cambian el rostro alicaído de una de las primeras potencias religiosas del mundo trastornado por una historia corroída por la corrupción generalizada y la negación de sus principios de fe. El acercamiento del Sumo Pontífice al teólogo peruano Gustavo Gutiérrez Merino, uno de los gestores principales de la Teología de la Liberación Latinoamericana, abrió un nuevo capítulo de relaciones teológico-pastoral con una perspectiva de la fe asumida como sepultada y superada por la vorágine de corrientes de razonamiento post-moderno dentro del marco acrítico, apolítico y ahistórico rasgos ideológicos fundantes del  neoliberalismo imperante el cual asumimos se encuentra en su última fase.  Fue en su encuentro con los Movimientos Populares celebrada en el Aula Vieja del Sínodo el martes 28 de octubre de 2014[15] en donde el Papa Francisco mostró el rostro decolonizador de un perfil ecuménico basado en códigos éticos antes que en apologías eclesiológicas o ilustradas campañas proselitistas. Para Leonardo Boff: “Francisco pronunció palabras que fueran leídas por muchos analistas como una exhortación a los excluidos para que luchen, como un llamado al derecho a la rebelión de quien no tiene tierra, vivienda ni trabajo para que los consiga a través de la lucha social”.[16]

Nuevo e insurgente rostro ecuménico. Quedó demostrado en el histórico encuentro que el nuvo rostro del ecumenismo parte de los movimientos sociales de sectores empobrecidos y excluidos de nuestras sociedades, así como de sus luchas como sujetos de transformación y más nunca como objetos de proselitismo religioso. La teoría del ecumenismo religioso y evangelísticamente proselitista cayó por los suelos del obsoleto paradigma colonialista de la cristiandad. No hubo llamado al arrepentimiento, ni alusión a la Iglesia como la “santa madre” y redenciones expiatorias. No existió teología de la cruz o de la salvación, en todo caso, la teología compartida fue la demostración de la figura de la divinidad involucrada en el proceso de liberación socio-política de los sectores excluidos del sistema el cual es gobernado por el “dios dinero” y una teología convertida en código político-ético ejemplarmente diseñada en la triple T: tierra, techo y trabajo. El planteamiento medular se basó en el análisis del desequilibrio injusto del sistema imperante. En relación al problema de la tierra señaló: “Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación, que no es sólo física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción”.

La implícita y explicita defensa de la soberanía alimentaria, como código ético ecuménico,  fue articulada desde la Doctrina Social de la iglesia y el abordaje del hambre como inequidad producto del corroído sistema Capitalista: “Cuando la especulación financiera condiciona el precio de los alimentos tratándolos como a cualquier mercancía, millones de personas sufren y mueren de hambre. Por otra parte se desechan toneladas de alimentos. Esto constituye un verdadero escándalo. El hambre es criminal, la alimentación es un derecho inalienable. Sé que algunos de ustedes reclaman una reforma agraria para solucionar alguno de estos problemas, y déjenme decirles que en ciertos países, y acá cito el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, ‘la reforma agraria es además de una necesidad política, una obligación moral’ (CDSI 300[17]). La defensa al techo fue el segundo código ético: “Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas, orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una minoría feliz… pero se le niega el techo a miles de vecinos y hermanos nuestros, incluso niños, y se los llama, elegantemente, “personas en situación de calle”… “Sigamos trabajando para que todas las familias tengan una vivienda y para que todos los barrios tengan una infraestructura adecuada (cloacas, luz, gas, asfalto, y sigo: escuelas, hospitales o salas de primeros auxilios, club deportivo y todas las cosas que crean vínculos y que unen, acceso a la salud –lo dije- y a la educación y a la seguridad en la tenencia”.

El tercer elemento ético que completa la triada de un nuevo perfil ecuménico sincrético-secular es el trabajo: “No existe peor pobreza material - me urge subrayarlo-, no existe peor pobreza material, que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre, si el beneficio es económico, sobre la humanidad o sobre el hombre, son efectos de una cultura del descarte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.

Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión se le suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, “sobrantes”… “Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, al centro de todo sistema social o económico tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores”. Es así como el encuentro se convirtió, en lo que llamaríamos, la agenda ecuménica sincrético-secular para el siglo XXI. En palabras del Papa Francisco: “Sé que entre ustedes hay personas de distintas religiones, oficios, ideas, culturas, países, continentes. Hoy están practicando aquí la cultura del encuentro, tan distinta a la xenofobia, la discriminación y la intolerancia que tantas veces vemos. Entre los excluidos se da ese encuentro de culturas donde el conjunto no anula la particularidad, el conjunto no anula la particularidad. Por eso a mí me gusta la imagen del poliedro, una figura geométrica con muchas caras distintas. El poliedro refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan la originalidad. Nada se disuelve, nada se destruye, nada se domina, todo se integra, todo se integra. Hoy también están buscando esa síntesis entre lo local y lo global. Sé que trabajan día tras día en lo cercano, en lo concreto, en su territorio, su barrio, su lugar de trabajo: los invito también a continuar buscando esa perspectiva más amplia, que nuestros sueños vuelen alto y abarquen el todo”.

A estas alturas nos planteamos la interrogante: ¿Tiene la teología ecuménica desde Abya Yala algo que decir en un mundo convulsionado por plagas de destrucción como las guerras, riqueza-pobreza, ecocidio, etnocidio, éxodos humanos, homofobias, mafias corporativas-gubernamentales, etc.? Pareciera que la teología de la triple T, la Paz y la Ecología fusionada por los movimientos sociales y el Papa Francisco, así como la experiencia secular-eclesiástica de la Iglesia Unitaria Universalista señalan un jalón referencial a considerar en los nuevos rostros ecuménicos entretejidos en el vasto tapete del movimiento social en Abya Yala.  Desde el amplio espectro político de inspiración bolivariana y martiana asistimos al nacimiento de una nueva comprensión de las relaciones sociales, comerciales, productivas y ambientales las cuales surgieron del paradigma socialista de la Mayor de las Antillas la  cual encuentra su desarrollo y consolidación regional en el adolescente periodo del proyecto bolivariano. No tiene sentido que la visión ecuménica persista en su visión unilateralmente religiosa. Los desgarros del poliedro histórico de los movimientos sociales, la resistencia y siempre vigencia de las espiritualidades originarias, así como el vertiginoso cambio del paradigma político internacional, de orientación socialista desde Abya Yala hacia el mundo, nos colocan en la compleja situación de reapropiarnos del concepto ecuménico desde una visión sincrética-secular en donde la unidad de los diversos gire en torno a ejes solidarios y éticos.

La interpeladora visión de la solidaridad como signo del neo-ecumenismo en Abya Yala, visión exprimida por el Papa Francisco en el encuentro con los movimientos sociales: “Solidaridad es una palabra que no cae bien siempre, yo diría que algunas veces la hemos transformado en una mala palabra, no se puede decir; pero es una palabra mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra y la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero: los desplazamientos forzados, las emigraciones dolorosas, la trata de personas, la droga, la guerra, la violencia y todas esas realidades que muchos de ustedes sufren y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida, en su sentido más hondo, es un modo de hacer historia y eso es lo que hacen los movimientos populares”.

Será desde la realidad de los pueblos originarios, lejos de propuestas institucionales de prácticas ecuménicas de convenciones y concilios jerárquicos, aquellas que nos ayudaran, conjuntamente con las propuestas alternativas que van surgiendo, a reorientar los intentos de unidad e integración de las diversidades culturales fragmentadas. Finalizamos haciendo referencia a tres visiones de unidad desde las culturas del Pacifico: Maneaba, de las islas Kiribati; Fale Tele, de las islas Samoa y la estera desplegada de los Tonga. Para los Maneaba la unida e integración se da desde la visión de una casa central y abierta la cual sirve como espacio de encuentro inter-generacional en donde el compartir alimentos y todo tipo de cuidados es parte de la construcción social. El fale tele  significa “Casa Grande” de forma redonda, sin paredes en donde se comparten experiencias de vida cotidianas el detalle diferencial radica en el rol reconciliador del espacio en donde congregaban personas con diferencias entre sí y es con la estera desplegada con la cultura Tonga crea condiciones de dialogo e interacción en donde las personas dentro de la estera tienen derecho a la palabra, comunión y reconciliación.[18]



NOTAS: 

[1] Ver Julio de Santa Ana. Ecumenismo y Liberación. Madrid: Ediciones Paulinas, 1987.
[2] Op.cit. Santa Ana, p.p. 20.
[3] Gustavo Gutiérrez. El reto de la pluralidad de religiones en Páginas, Lima: Centro de Estudios y Publicaciones. No 222 Junio 2011, p.p. 19.
[4] Op.cit. G. Gutiérrez, expresión de R. Panikkar citado por C. Geffré en el “Prólogo” al libro de M. Aebrischer-Crettol, Vers un oecuménisme interreligieux. Jalons pour une théologie chrétienne du pluralisme religieux (Paris, Le Cerf, 2001, p.l).
[5] Gottfried Brakemeier. Multireligiosidad y el futuro del ecumenismo. Curso de ecumenismo. Consejo Latinoamericano de Iglesias, 2010.
[6] Theo Buss. El Movimiento Ecuménico. En la perspectiva de la liberación. La Paz: Editorial Hisbo-Clai (Quito), 1996.
[7] Hans Kung. “Projekt Weltethos”. R. Piper, Mónaco de Bavaria, 1990.
[8] Alejandro Cussianovich. Desde los pobres de la tierra. Perspectivas de vida religiosa. Lima: CEP, 1975, p.p. 19
[10] Escrito aparecido postumamente en Gesammelte Schriften Bd. VI Suhrkamp Verlag,Frankfurt a. M., S. 100-103, 1985.
[11] Rafael Cepeda. Lo ético-cristiano en la obra de José Martí. Matanzas, Cuba: Centro de Información y Estudio Augusto Cotto y Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia en Latinoamérica CEHILA-Cuba, pág. 127, s/d
[17] Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia.
[18] Chris Ferguson y Ofelia Ortega. La Diaconía ecuménica. Reconciliadora, compasiva, transformadora, profética, procuradora de justicia. Quito: Consejo Latinoamericano de Iglesias (Clai), p.p. 66-67, 2006.

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