Sin la crítica al
egoísmo consumista dominante, de la falta de solidaridad –especialmente con los
más frágiles–, no lograremos avanzar sobre la fuerte hegemonía ideológica del
neoliberalismo y ganar la batalla de las ideas, decisiva en los enfrentamientos
centrales del mundo de hoy.
Emir Sader / Página12
Y cuando finalmente la
izquierda llegó al gobierno, había perdido la batalla de las ideas.” La
afirmación de Perry Anderson sintetiza el mayor desafío para los que queremos
superar y sustituir al neoliberalismo en todas sus dimensiones.
Significa que el
neoliberalismo ha fracasado como propuesta económica, lo cual abre la
posibilidad para que la izquierda aparezca como alternativa de gobierno. Cuando
llega al poder, tiene que enfrentar toda la herencia maldita del
neoliberalismo: recesión, debilitamiento del Estado, desindustrialización,
fragmentación social, entre otras.
Pero, además, tiene que
hacer frente al elemento de mayor fuerza del neoliberalismo, a nivel de cada
país, pero también a nivel internacional: su fuerza ideológica, la fuerza del
“modo de vida norteamericano”, que impone su hegemonía de forma casi
incuestionable a escala global.
El estilo de consumo
shopping center se ha globalizado de manera aparentemente avasalladora. Es una
especie de punta de lanza del neoliberalismo, materializando su principio
general, de que todo es mercancía, todo tiene precio, todo se vende, todo se
compra. Por ello el shopping center es el ejemplo más claro de lo que
convencionalmente se ha llamado “no lugares”.
El shopping suele no
tener ni ventana ni reloj. Entrar en esos espacios es desvincularse de las
condiciones de las ciudades como efectivamente existen, para articularse con la
red de consumo globalizada, mediante las marcas y su estilo de consumo. Con el
conjunto de “ventajas” que trae el shopping center –protección del mal tiempo,
del robo, lugar para estacionar los coches, cantidad de cines, de lugares para
comer, etc. etc.– representa un instrumento poderoso de formas de vida, de
sociabilidad, construidos alrededor del consumo y de los consumidores.
El shopping center es
la utopía neoliberal y express, la forma más acabada –junto con la publicidad,
las marcas, la televisión, el cine norteamericano, entre otros instrumentos– de
la hegemonía del modo de vida norteamericano. Lugar que ocupa prácticamente sin
cuestionamientos, salvo resistencias en el islamismo, en los evangélicos.
La lucha antineoliberal
ha logrado imponer consensos en el plano económico en contra de la centralidad
del mercado y las políticas de austeridad, en favor, por ejemplo, de la
prioridad de las políticas sociales. Pero no ha generado todavía valores,
formas de sociabilidad, alternativas al neoliberalismo y a su mundo de valores
centrados en el consumismo. Es cierto que hay mecanismos monstruosos para
promocionar los valores neoliberales, pero también es cierto que no tenemos
valores alternativos –solidarios, humanistas– que aparezcan como alternativas.
No se puede incorporar
propuestas sencillamente anticonsumistas, en sociedades en que el acceso al
consumo es una conquista para la gran mayoría de la población. Acceso que trae
aparejadas las ventajas del consumo y, por extensión, promueve el mundo del
consumo –shopping center incluido– como um objetivo de vida. Así, no es simple
esa pelea. Pero es indispensable.
Sin la crítica al
egoísmo consumista dominante, de la falta de solidaridad –especialmente con los
más frágiles–, no lograremos avanzar sobre la fuerte hegemonía ideológica del
neoliberalismo y ganar la batalla de las ideas, decisiva en los enfrentamientos
centrales del mundo de hoy.
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