En
uno de los tantos mítines que suele encabezar, Andrés Manuel López Obrador ha expresado que las encuestas de las que tiene conocimiento
lo colocan 5 puntos arriba del PRI en las preferencias electorales de
2018. Falta mucho para ese año y cualquier cosa puede suceder. Pero
López Obrador lleva más de 11 años de estar gravitando de manera decisiva en la
vida política mexicana.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
Andrés Manuel López Obrador. |
La
izquierda mexicana en los últimos años
sería inexplicable sin su presencia carismática. Hasta antes del primer lustro
del siglo XXI, López Obrador era un reconocido
dirigente del PRD cuya
presidencia ocupó de manera exitosa
entre 1996 y 1999. Su liderazgo se había
ido construyendo desde que en 1988 se unió a la Corriente Democrática del PRI.
Al fundarse el PRD en 1989, fue candidato a gobernador del estado de Tabasco y
se enfrentó por primera vez a un fraude electoral. Posteriormente ocupó la
presidencia de dicho partido en su
estado natal Tabasco y en 1994 fue
nuevamente candidato a gobernador del estado y nuevamente fue víctima
del fraude. Su lucha por el sufragio efectivo lo hizo encabezar marchas a la
ciudad de México (“Éxodos por la democracia”) que lo hicieron conocido
nacionalmente. En marzo de 2000 fue registrado como candidato a la Jefatura de
Gobierno de la ciudad de México.
Hasta
ese momento su liderazgo era importante
pero no tenía la dimensión histórica de hoy. Su propia candidatura a la
jefatura de gobierno fue ferozmente
competida por compañeros suyos del PRD que tenían similares aspiraciones. Y en
las elecciones de 2000 las cuales ganó, obtuvo un apretado triunfo con apenas
el 1% de diferencia frente a su inmediato contendiente. Convertido Jefe de
Gobierno capitalino fue incontenible su ascenso: mientras en las elecciones de
1994 la alianza de izquierda había obtenido
más de 6 millones de votos y casi 17% de los sufragios, en 2006 según
las dudosas cifras oficiales, López
Obrador alcanzó 15 millones y el 35%.
Una diferencia de 18% que evidenciaba que un nuevo líder histórico había
aparecido en el escenario político del país. En el corto plazo acaso cuatro
elementos podrían ser la clave del vertiginoso ascenso de López Obrador: la
relación entre ética y política que lo proyectó como alguien incorruptible; su
compromiso con la justicia social que se evidenció en los programas sociales de
su gestión de gobierno (2000-2005); su rescate del nacionalismo revolucionario
que lo proyectó como patriota y nacionalista y finalmente, su compromiso con la
causa democrática que tenía una larga trayectoria de luchas contra los fraudes
electorales pero que se consolidó en el conflicto poselectoral de 2006.
El
partido de López Obrador enfrenta actualmente un reto crucial. Morena
participará por primera electoralmente en las elecciones de diputados del 7 de
junio de 2015. Elecciones intermedias, sin el imán electoral de su dirigente,
con el gobierno y un sector de izquierda unidos en la promoción del
abstencionismo, Morena triunfará si
obtiene más de un dígito. Y si eso
sucede, en el 2018 será una real posibilidad.
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