A 120 años de la caída en
combate del Héroe Nacional de Cuba, José Martí, este discurso de Che Guevara recuerda lo que la vida del Apóstol ha simbolizado para el pueblo
cubano.
Ernesto Guevara / Cubadebate
En conmemoración del 107°
aniversario del nacimiento del Héroe Nacional de Cuba -1960-, el Comandante
Ernesto Che Guevara se dirigió a la población reunida en el hemiciclo de la
Cámara del Capitolio Nacional. Un año después de la victoria de la Revolución
Cubana, el Che traza una línea de continuación histórica entre la gesta
martiana de emancipación del colonialismo español y la lucha de liberación
encabezada por Fidel Castro, contra la opresión del imperialismo
norteamericano.
Discurso en
la conmemoración del natalicio de José Martí
28 de enero de 1960
Queridos
compañeros: niños y adolescentes de hoy, hombres y mujeres de mañana; héroes de
mañana, si es necesario, en los rigores de la lucha armada: héroes, sino, en la
construcción pacífica de nuestra nación soberana:
Hoy es un
día muy especial, un día que llama a la conversación íntima entre nosotros, los
que de alguna manera hemos contribuido con un esfuerzo directo a la Revolución,
y todos ustedes. Hoy se
cumple un nuevo aniversario del Natalicio de José Martí, y antes de entrar en
el tema quiero prevenirles una cosa: he escuchado hace unos momentos: ¡Viva el
Che Guevara!, pero a ninguno de ustedes se le ocurrió hoy gritar: ¡Viva Martí!…
y eso no está bien…
Y no está
bien por muchas razones. Porque antes que naciera el Che Guevara y todos los
hombres que hoy lucharon, que dirigieron como él dirigió; antes que naciera
todo este impulso libertador del pueblo cubano, Martí había nacido, había
sufrido y había muerto en aras del ideal que hoy estamos realizando.
Más aún, Martí
fue el mentor directo de nuestra Revolución, el hombre a cuya
palabra había que recurrir siempre para dar la interpretación justa de los
fenómenos históricos que estábamos viviendo y el hombre cuya palabra y cuyo
ejemplo había que recordar cada vez que se quisiera decir o hacer algo
trascendente en esta Patria… porque José Martí es mucho más que cubano: es
americano; pertenece a todos los veinte países de nuestro continente y su voz se
escucha y se respeta no sólo aquí en Cuba sino en toda América.
Cúmplenos a
nosotros el haber tenido el honor de hacer vivas las palabras de José Martí en
su Patria, en el lugar donde nació. Pero hay muchas formas de honrar a Martí.
Se puede honrarlo cumpliendo religiosamente con las festividades que indican
cada año la fecha de su nacimiento, o con el recordatorio del nefasto 19 de
mayo de 1895. Se puede honrar a Martí citando sus frases, frases bonitas,
frases perfectas, y además, y sobre todo, frases justas. Pero se puede y se debe
honrar a Martí en la forma en que él querría que se le hiciera, cuando decía a
pleno pulmón: «La mejor manera de decir, es hacer.»
Por eso
nosotros tratamos de honrarlo haciendo lo que él quiso hacer y lo que las
circunstancias políticas y las balas de la colonia se lo impidieron.
Y no todos,
ni muchos -y quizás ninguno- pueda ser Martí, pero todos podemos tomar el
ejemplo de Martí y tratar de seguir su camino en la medida de nuestros
esfuerzos. Tratar de comprenderlo y de revivirlo por nuestra acción y nuestra
conducta de hoy, porque aquella Guerra de Independencia, aquella larga guerra
de liberación, ha tenido su réplica hoy y ha tenido cantidad de héroes
modestos, escondidos, fuera de las páginas de la historia, y que, sin embargo,
han cumplido con absoluta cabalidad los preceptos y los mandatos del Apóstol.
Yo quiero
presentarles hoy a un muchacho que quizás muchos de ustedes conozcan ya, y
hacer una pequeña historia de aquellos días difíciles de la Sierra.
¿Ustedes lo
conocen o no lo conocen? Es el comandante Joel Iglesias, del Ejército Rebelde y
el jefe de la Asociación de Jóvenes Rebeldes.
Ahora les
voy a explicar por qué razones está en ese puesto y por qué lo presento con
orgullo en un día como hoy.
El
comandante Joel Iglesias tiene 17 años. Cuando llegó a la Sierra tenía 15 años.
Y cuando me lo presentaron no lo quise admitir porque era muy niño. En aquel
momento había un saco de peines de ametralladora -la ametralladora que usaba en
aquella época- y nadie lo quería cargar. Se le puso como tarea y como prueba el
que llevara ese saco por las empinadas lomas de la Sierra Maestra. El hecho de
que esté hoy aquí indica que lo pudo llevar bien.
Pero hay
mucho más que eso. Ustedes no habrán tenido tiempo, por el poco espacio que
caminó, de ver que cojea de una pierna; ustedes no han podido ver, no han
podido oír tampoco, porque no los ha saludado, que tiene la voz ronca y que no
se le escucha bien. Ustedes no han podido ver que tiene en su cuerpo 10
cicatrices de balas enemigas y que esa ronquera que tiene, esa cojera gloriosa,
son los recuerdos de las balas enemigas, pues siempre estuvo en primer lugar en
el combate y en los puestos de mayor responsabilidad.
Yo recuerdo
que había un soldado -que después también fue comandante- que murió hace poco
por una equivocación trágica.
Ese
comandante se llamaba Cristino Naranjo. Tenía cerca de cuarenta años, y el
teniente que lo mandaba era el teniente Joel Iglesias, de quince años. Cristino
le hablaba de tú a Joel, y Joel, que lo mandaba, le hablaba de usted, Sin
embargo, Cristino Naranjo nunca dejó de obedecer una orden, porque en nuestro
Ejército Rebelde, siguiendo las orientaciones de Martí, no nos importaban ni
los años, ni el pasado, ni la trayectoria política, ni la religión, ni la
ideología anterior de un combatiente. Nos importaban los hechos en ese momento
y su devoción a la causa revolucionaria.
Nosotros
sabíamos también, por Martí, que no importaba el número de armas en la mano,
sino el número de estrellas en la frente. Y Joel Iglesias, ya en
aquella época, era de los que tenían muchas estrellas en la frente, no esa sola
que hoy tiene como comandante del Ejército.
Por eso
quería presentárselo en un día como hoy, para que supieran que el Ejército
Rebelde se preocupa de la juventud, y de darle a esa juventud que hoy asoma a
la vida, lo mejor de sus hombres, lo mejor de sus ejemplos combatientes y de
sus ejemplos de trabajo. Porque creemos que así se honra a Martí.
Quisiera
decirles a ustedes muchas cosas como esta hoy. Quisiera explicarles, para que me
entiendan, para que lo sientan en lo más hondo de sus corazones, el porqué de
esta lucha, de la que pasamos con las armas en la mano, de la que hoy
sostenemos contra los poderes imperiales, y de la que quizás tengamos todavía
que sostener mañana en el campo económico, o aún en el campo armado.
De todas
las frases de Martí, hay una que creo que define como ninguna ese espíritu de
Apóstol. Es aquella que dice: «Todo hombre verdadero debe sentir en la mejilla
el golpe dado a cualquier mejilla de hombre.»
Eso era, y
es, el Ejército Rebelde y la Revolución cubana. Un Ejército y una Revolución
que sienten en conjunto y en cada uno de sus miembros, la afrenta que significa
el bofetón dado a cualquier mejilla de hombre en cualquier lugar de la tierra.
Es una Revolución
hecha para el pueblo y mediante el esfuerzo del pueblo, que nació de abajo, que
se nutrió de obreros y de campesinos, que exigió el sacrificio de obreros y de
campesinos en todos los campos y en todas las ciudades de la Isla. Pero que ha
sabido también recordarlos en el momento del triunfo.
“CON LOS
POBRES DE LA TIERRA QUIERO YO MI SUERTE ECHAR”, decía Martí,… y así mismo,
interpretando sus palabras, lo hicimos nosotros.
Hemos
venido puestos por el pueblo y dispuestos a seguir aquí hasta que el pueblo lo
quiera, a destruir todas las injusticias y a implantar un nuevo orden social.
No le
tenemos miedo a palabras, ni a acusaciones, como no tuvo miedo Martí. Aquella
vez que en un primero de Mayo, creo que de 1872, en que varios héroes de la
clase obrera norteamericana rendían su vida por defenderla y por defender los
derechos del pueblo, Martí señalaba con valentía y emoción esa fecha, y marcaba
el rostro de quien había vulnerado los derechos humanos, llevando al patíbulo a
los defensores de la clase obrera. Y ese primero de Mayo que Martí apuntó en
aquella época, es el mismo que la clase obrera del mundo entero, salvo los
Estados Unidos, que tienen miedo de recordar esa fecha, recuerdan todos los
años en todos los pueblos, y en todas las capitales del mundo, y Martí fue el
primero en señalarlo, como siempre era el primero en señalar las injusticias.
Como se levantó junto con los primeros patriotas y como sufrió la cárcel a los
quince años; y como toda su vida no fue nada más que una vida destinada al
sacrificio, pensando en el sacrificio y sabiendo que el sacrificio de él era
necesario para la realidad futura, para esta realidad revolucionaria que todos
ustedes viven hoy.
Martí nos
enseñó esto a nosotros también. Nos enseñó que un revolucionario y un
gobernante no pueden tener ni goces ni vida privada, que debe destinarlo todo a
su pueblo, al pueblo que lo eligió, y lo manda a una posición de
responsabilidad y de combate.
Y también
cuando nos dedicamos todas las horas posibles del día y de la noche a trabajar
por nuestro pueblo, pensamos en Martí y sentimos que estamos haciendo vivo el
recuerdo del Apóstol…
Si de esta
conversación entre ustedes y nosotros quedara algo, si no se esfumara, como se
van las palabras, me gustaría que todos ustedes en el día de hoy… pensaran en
Martí. Pensaran como en un ser vivo, no como un dios ni como una cosa muerta;
como algo que está presente en cada manifestación de la vida cubana, como está
presente en cada manifestación de la vida cubana la voz, el aire, los gestos de
nuestro gran y nunca bien llorado compañero Camilo Cienfuegos. Porque a los
héroes, compañeros, a los héroes del pueblo, no se les puede separar del
pueblo, no se les puede convertir en estatuas, en algo que está fuera de la
vida de ese pueblo para el cual la dieron, El héroe popular debe ser una cosa
viva y presente en cada momento de la historia de un pueblo.
Así como
ustedes recuerdan a nuestro Camilo, así deben recordar a Martí, al Martí que
habla y que piensa hoy, con el lenguaje de hoy, porque eso tienen de grande los
grandes pensadores y revolucionarios: su lenguaje no envejece. Las palabras de
Martí de hoy no son de museo, están incorporadas a nuestra lucha y son nuestro
emblema, son nuestra bandera de combate.
Esa es mi
recomendación final, que se acerquen a Martí sin pena, sin pensar que se
acercan a un dios, sino a un hombre más grande que los demás hombres, más sabio
y más sacrificado que los demás hombres, y pensar que lo reviven un poco cada
vez que piensan en él y lo reviven mucho cada vez que actúan como él quería que
actuaran.
Recuerden
ustedes que de todos los amores de Martí, su amor más grande estaba en la niñez
y en la juventud, que a ellas dedicó sus páginas más tiernas y más sentidas y
muchos años de su vida combatiendo.
Para acabar,
les pido que me despidan como empezaron, pero al revés: con un Viva Martí, ¡que
está vivo!
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