Los conflictos del
futuro serán de las potencias contra los países del sur, nunca entre ellas. Por
lo cual, para América Latina y el Caribe, avanzar en el proceso de integración
es la única posibilidad para sobrevivir y tener una presencia activa en el
mundo del mañana, caracterizado por el equilibrio de poder entre las potencias.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
En abril del año pasado
se presentó en Santiago, la edición chilena de mi libro más reciente “La
balanza de poder. Las razones del equilibrio del sistema internacional”.
En agosto se comenzó a distribuir la
edición argentina de la misma obra. El libro ha despertado cierto interés en
espacios de discusión y debates académicos como me lo han hecho saber algunos
lectores a través de comunicaciones en las que dan a conocer oportunas opiniones
e interesantes ideas que habría que considerar para una eventual segunda
edición. Casi todos los correos han sido muy sugestivos, sobre todo aquellos
que provienen de personas no vinculadas a las relaciones internacionales en
forma profesional, lo cual ha evidenciado el cumplimiento del objetivo
propuesto de escribir una obra al alcance de todos.
Debo decir, sin
embargo, que la reacción más acentuada de aquellos que leyeron el libro, ha
sido el escepticismo respecto de la propuesta. La idea de que el mundo avanza
hacia la estructuración de un sistema multipolar ante la incapacidad de Estados
Unidos de sostener la unipolaridad se ha sembrado en la mayoría de las
ciudadanos. Buena cantidad de centros de investigación, analistas y decisores
vinculados a las relaciones internacionales y la política exterior coinciden en
apreciar tal situación de la que yo difiero. Por cierto, pienso que para
nosotros, ubicados en el sur y en América Latina, tal opción sería la más
deseable, pero no creo que sea en lo que están pensando los centros de poder
mundial.
El libro intenta
responder a la pregunta sobre cuál será la nueva estructura del sistema
internacional, sus actores, las posibles alianzas y, sobre todo, la agenda que
prevalecerá en un futuro que se torna convulso y complejo, se trata de abordar
las posibilidades y las capacidades de los actores que optan por desempeñar un
papel protagónico en el sistema internacional del futuro. Para entender el mapa
actual y la emergencia de las nuevas potencias se precisa caracterizarlas y
reconocerlas.
Se han planteado varias
hipótesis, a saber, que en un futuro próximo el mundo mantenga la unipolaridad;
se redefina en una bipolaridad ahora con Estados Unidos y China como polos de
poder; o se establezca la multipolaridad con varios actores globales capaces,
pero desde mi punto de vista, lo más probable es que se implante un sistema
internacional de balance de poder. Esta convicción surge de la observación de
que, a pesar del conflicto, en los últimos años ha primado el acuerdo para que
se respeten las áreas de influencia de las potencias y se proceda a la
repartición del mundo, en particular de sus riquezas energéticas y minerales.
Lo que está ocurriendo en Ucrania, y particularmente lo acaecido en Crimea es
prueba fehaciente de ello.
En este sentido,
concluyo diciendo que los conflictos del futuro serán de las potencias contra
los países del sur, nunca entre ellas. Por lo cual, para América Latina y el
Caribe, avanzar en el proceso de integración es la única posibilidad para sobrevivir
y tener una presencia activa en el mundo del mañana, caracterizado por el
equilibrio de poder entre las potencias. Mi opinión viene desde el sur y para
el sur, desde Nuestra América y para Nuestra América y es –modestamente- un
alerta para los países de América Latina y el Caribe
Desde la acera
contraria, en días recientes, se ha anunciado la próxima publicación del libro
“World order” (Orden mundial) escrito
por Henry Kissinger quien se desempeñó
como Consejero de Seguridad Nacional del gobierno de Estados Unidos entre 1969
y 1975, y como secretario de Estado entre 1973 y 1977, ambos cargos durante las
presidencias de los republicanos Richard Nixon y Gerald Ford. Un adelanto de la
obra fue dada a conocer a través de un artículo aparecido en la influyente
revista Foreign Affairs del mes de abril. Kissinger, a quien el Washington Post
caracteriza como “ uno de los hombres más fuertes y polémicos en la historia de
la diplomacia estadounidense” y “una
figura irónica de la Guerra Fría”,
afirma que para abordar los retos del siglo XXI, Estados Unidos necesita
, en primer lugar, una estrategia puntual y luego, un cambio de táctica para
llegar a los resultados previstos.
Sin cambiar la
dirección, ni los objetivos a obtener en el plano diplomático, como por ejemplo en relación a Irán, Occidente
debería acoplarse a la realidad,
partiendo de lo cual, tendría que trabajar con extremo cuidado en la
atención de las doctrinas que tienen aquellos países que consideran como
adversarios y que poseen sistemas políticos y visiones distintas a las propias,
lo cual no implicaría obligatoriamente conciliar desde su perspectiva, es decir “mediante la diplomacia de la
sucesiva presentación de propuestas y contraofertas para resolver una disputa”,
según la opinión de Federico Gaon. Este analista internacional argentino expone
en “Escenarios XXI”, una revista digital
especializada en temas relativos a las relaciones internacionales que “Como
bien lo justifica Kissinger, en las culturas orientales este camino es interpretado
como debilidad. Ergo, lo que realmente está discutiendo, es que la consecución
de un orden mundial dependerá del grado de flexibilidad que las regiones o
países con cosmovisiones características puedan articular para encontrar puntos
medios entre sus diferencias”.
Todo esto lleva a
Kissinger a proponer una revaloración de lo que Gaon llama “la vieja práctica
que en el pasado supo conducir (para bien o para mal) desde Washington”. En
este marco, el anciano, pero omnipresente político estadounidense de origen
judío, propone revisar el concepto de balance de poder, a partir del hecho de
que los acuerdos no pueden ser estáticos sino que deben ser estudiados en
permanente movimiento.
La diferencia entre mi
planteamiento y el de Kissinger, es que él visualiza la balanza de poder desde
la necesidad de Estados Unidos de seguir manteniendo su liderazgo global, en
esa medida, le concede, el papel de preservador del sistema. Con ello, viola
una de las normas fundamentales que propone el investigador estadounidense
Morton Kaplan como garantía de funcionamiento de la balanza. Una de ellas, es
que ningún actor esencial pueda ubicarse por encima del resto, so riesgo de que
el equilibrio se rompa produciéndose un quiebre del sistema. No obstante,
Kissinger expone que, en el contexto internacional actual, solo la balanze de
poder tendrá capacidad de garantizar la paz en el mundo.
En el trasfondo del
conflicto en el Medio Oriente y el norte de África, así como la emergencia de
China y su proceso de transformación en primera potencia del planeta,
Kissinger, expone que para alcanzar un orden mundial legítimo, los actores del
sistema internacional deberán aprender a coexistir con aquellas culturas
diferentes a la occidental, toda vez que son portadoras de un sistema de valores
y principios disímil. La comprensión de este fenómeno, debería ser la base de
la estructura de un nuevo sistema internacional, que debe dar pie a un orden
jurídico que considere esta diversidad global. Agrega que “En este momento en
la historia esto sería una modernización del sistema westfaliano de acuerdo a
las realidades contemporáneas” y concluye afirmando que el objetivo de nuestra
era, “debe ser alcanzar dicho equilibrio, restringiendo mientras tanto a los
perros de la guerra”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario