Desde el lugar de la
memoria y la conciencia histórica, es fundamental que Turquía reconozca que
hubo un genocidio en lo que hoy es su territorio y que fueron los Jóvenes
Turcos participes de esta feroz masacre contra el pueblo armenio. Pero al mismo
tiempo, es menester aclarar que el genocidio fue cometido por el otrora imperio
y no por la actual república.
Maximiliano Pedranzini* / Especial para Con Nuestra
América
Desde Misiones,
Argentina
El Imperio Otomano perpetró el primer genocidio del siglo XX contra el pueblo armenio. |
Se cumple el centenario
del genocidio que abre el siglo XX: el genocidio contra el pueblo armenio. El
“Medz Yeghern”, el “Gran Crimen” como bien lo denominan. Un exterminio que
duraría casi una década y que tendría como verdugo bestial al entonces imperio
otomano que supo dominar un vastísimo territorio en el que se encontraban la
región de los Balcanes y parte del Mediterráneo, el Cáucaso, Oriente Medio y el
norte de África, y en el que se encontraba sometido el pueblo armenio entre
tantos otros pueblos sojuzgados por la mano imperial.
El derrotero del
genocidio se produjo hondamente entre 1915 y 1923, año en que el imperio cae
definitivamente para dar paso a la moderna república de Turquía impulsada por
Kemal Atatürk y la fuerza progresiva de los llamados “Jóvenes Turcos” que
estaban en franco ascenso. El ocaso estrepitoso del imperio que surgiera por el
siglo XIII era un hecho inevitable. Su ingreso en la “Gran Guerra” de la mano
del sultán Mehmed V en 1914 en la alianza con las Potencias Centrales aceleró
la desintegración del imperio. La derrota fue el corolario del imperio y la
dimisión del Mehmet VI, último sultán y hermano de su predecesor. Los jóvenes
nacionalistas turcos estuvieron de acuerdo con que el imperio participé de la
contienda bélica, presionando al sultanato a sumarse a Alemania y al imperio austrohúngaro.
Pero el momento de
mayor crueldad tuvo su antecedente de la mano del sultán Abdul Hamid II,
llamado el “sultán sanguinario” quien condujo la matanza sistemática de 200.000
armenios durante su reinado. La cifra fue en aumento ya en el reinado de los
hermanos Mehmed y la logística operacional de los Jóvenes Turcos asesinando a
más 1.500.000 armenios. Las ideas reformistas de estos laicos antiabsolutistas
no cambiaría la esencia de su pensamiento contra los armenios y los demás
pueblos que conformaban el imperio. Más bien funcionaron como un vector de
profundización ideológica de la maquinaria genocida otomana. Este
comportamiento fortalecía a un nacionalismo que se situaba en el pináculo de
las demás naciones y etnias que integraban el imperio, siendo los principales
hacedores de las prácticas más nefastas que haya conocido la humanidad del
siglo pasado. Fueron los grupos de tareas, los escuadrones de la muerte contra
el pueblo armenio. El brazo asesino del imperio. Un partido que surge en 1906 en
un contexto de descontento masivo contra el gobierno de Abdul Hamid II
exigiendo reformas políticas y la modernización del Estado.
En efecto, el genocidio
fue perpetrado por el imperio otomano con la activa participación de los
jóvenes nacionalistas turcos, pero no por la república de Turquía, creada
oficialmente el 29 de octubre de 1923 cuando el exterminio ya había cedido.
Desde el lugar de la memoria y la conciencia histórica, es fundamental que
Turquía reconozca que hubo un genocidio en lo que hoy es su territorio y que
fueron los Jóvenes Turcos participes de esta feroz masacre contra el pueblo
armenio. Pero al mismo tiempo, es menester aclarar que el genocidio fue
cometido por el otrora imperio y no por la actual república. Cuestión que, en
este sentido y por la reivindicación de la memoria del pueblo armenio debe o
debería dejar tranquilo a los turcos contemporáneos que aún continúan apelando
al “negacionismo” como discurso oficial, nos empuja a pensar que la Turquía
republicana hace suya las acciones sangrientas de esos años.
¿A qué le temen los
turcos? Como un reflejo permanente del inconsciente colectivo que se replica
desde el Estado nacional. Una situación histórica interesante que se repite en
las repúblicas que alguna vez fueron grandes imperios. Hacen suyo ese pasado
que consideran glorioso, colmado de majestuosidad; son parte de ese pasado
monárquico, imperial, se zambullen en él reivindicándolo desde su presente
republicano. Aspecto que torna difícil el reconocimiento del genocidio por parte
de Turquía, ya que sin duda representa la pieza más importante de este
rompecabezas al que llamamos “memoria”.
* Ensayista. Integrante
del Centro de Estudios Históricos, Políticos y Sociales “Felipe Varela”, de
Argentina
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