Nicolás Maduro cumplió dos años en la
presidencia de Venezuela, marcados por una guerra económica sin cuartel,
guarimbas, desestabilización y hasta una agresión directa de Washington, con el
decreto de Obama que declaraba –sin siquiera sonrojarse– la amenaza venezolana
para la seguridad estadounidense.
Aram
Aharonian / Miradas al Sur
El gobierno de Nicolás Maduro enfrentará un nuevo reto en las elecciones parlamentarias del 2015. |
Evaporada la efervescencia de la VII Cumbre
de las Américas, retorna la rutina, lo ordinario y la confrontación interna.
“Cual pasajera ilusión, la Cumbre se desvanece y el volátil foco mediático
redirecciona la opinión pública hacia otros derroteros fundamentalmente
locales. Se impone una suerte de micropolítica en la que entran en juego
intereses y creencias, razones y pasiones”, señala la socióloga Maryclén
Stelling. Lejos queda “la victoria de paz” obtenida en Panamá.
Ahora, las elecciones parlamentarias que se
realizarán este año (hasta ahora el chavismo tiene mayoría absoluta en la
Asamblea Nacional unicameral), marcan el ritmo de la convivencia y la
confrontación, en momentos en que las últimas encuestas revelan una
recuperación de los niveles de aprobación de la gestión del Maduro y también un
fortalecimiento del chavismo como identidad y posición política.
Igualmente han subido los niveles de
optimismo y esperanza y bajaron los de preocupación y molestia, con respecto a
enero pasado. Sin embargo, persiste elevada la incertidumbre con respecto al
rumbo económico del país y se mantienen los índices de desabastecimiento en
general: éste es el problema que más preocupa a la gran mayoría de los
venezolanos.
El mayor crecimiento y recuperación se
observa en las bases sociales que históricamente respaldaron a la Revolución
Bolivariana, indican los muestreos. Entre los factores que explican este
ascenso, se destaca la campaña contra el Decreto Obama, que le aportó banderas,
metas, tareas y argumentos a estos sectores sociales, los cohesionó y movilizó
de manera entusiasta en defensa de la soberanía, la independencia nacional y el
Legado de Chávez.
La encuestadora Hinterlaces señala que hoy,
el chavismo es la única fuerza social, cultural y simbólica, con carácter
popular, y es la única vanguardia política del país, frente a una oposición
dividida, sin mensaje ni oferta, elitesca, sin presencia en los movimientos
sociales ni en las calles.
Mientras, el sector oficial celebra los dos
años de gobierno de Maduro. A 13 años del golpe del 2002, el presidente planteó
“radicalizar la revolución”, prometió un “13 de abril (la reconquista del
gobierno tras el golpe) económico” y poner mano dura contra la “guerra
económica” y contra “todo el que se oponga”.
Y la oposición retoma con fuerza la campaña
antigobierno y activa el aparato mediático transnacional. La campaña se
reinicia con la denuncia del empeño de las reservas para paliar la crisis, de
estar !raspando la olla para cubrir una brecha entre ingresos y egresos de 30
millardos de dólares!
Pero le queda menos de un mes para que sus
110 aspirantes se midan en unas
primarias, organizadas en medio de diferencias y desacuerdos tras hacer el
proceso en 34 circuitos (de 87 en total), lo que indica que la gran mayoría de
candidaturas se eligen por consenso, lo que genera molestia a los partidos
pequeños de la Mesa.
No hay duda que las elecciones parlamentarias
serán definidas por las respuestas y propuestas a los problemas de la gente en
su vida cotidiana y no por los grandes temas políticos, entre ellos, las
acciones tomadas por el propio presidente Barack Obama con la intención de
cambiar el gobierno venezolano.
Maduro
debe mejorar su desempeño económico y ofrecer soluciones a la escasez, las
largas colas y el alto costo de la vida, pero si la situación sigue igual o
desmejora, la oposición puede beneficiarse del voto castigo, sin que pese mucho
su actitud elusiva frente a la injerencia estadounidense. Lo que queda para el
análisis son las actitudes tomadas por los dos sectores opositores: el que está
dispuesto a ganar posiciones en las parlamentarias (aun cuando no se deslastra
de las conspiraciones) –alrededor de la Mesa de Unidad Democrática– y el
golpista, porque marcan cómo sería dirigido el país en relación a su soberanía
y su posición geopolítica.
Algunos sectores y personalidades opositores
han rechazado las acciones injerencistas y desestabilizadoras lanzadas desde
Washington (bloqueo comercial a la Fuerza Armada, aprobación de la “Ley de
protección de los derechos humanos y de la sociedad civil de Venezuela”,
sanciones, definición de Venezuela como una amenaza), pero lo cierto es que en
su gran mayoría las han respaldado, justificándolas porque están dirigidas a
desestabilizar al gobierno. Y, para
ellos, los declamadores de “democracia”, todo vale: los fines justifican los
medios y los medios (de comunicación) justifican los fines.
Es más, algunos “patriotas” opositores
sostienen (y lo escriben o lo dicen en radio y televisión) que debe ser más
fuerte y directa la intervención extranjera. Las pocas críticas a las medidas
estadounidenses son por la modalidad aplicada, que le brindó al gobierno de
Maduro la posibilidad de apoderarse de las banderas del nacionalismo. La MUD en
su comunicado estimó que la intervención para cambiar al gobierno de Venezuela
ha debido ser emprendida por organismos multilaterales.
“En el fondo hay una explicación: la vieja
visión de subordinación al dispositivo geopolítico estadounidense que marcó al
hemisferio durante la guerra fría. Hay quienes todavía hoy continúan atados a
esos patrones de pensamiento”, señala el politólogo Leopoldo Puchi.
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