El proyecto político,
filosófico y cultural martiano plasmado en Nuestra América ha alcanzado un avance asombroso en los últimos
años, como se acaba de demostrar en esa expresión de independencia y rebeldía
ante el imperio que fue la séptima Cumbre de las Américas.
"Martí", plumilla de Miguel Alexis Machado Valdés. |
Ángel Guerra Cabrera / LA JORNADA
El 19 de mayo de 1895,
hace 120 años, cayó en combate José Martí, no sólo apóstol de la independencia
de Cuba, sino el iniciador indiscutible del antimperialismo moderno en América
Latina y el Caribe. Como también continuador de las ideas de plena soberanía,
unidad e integración latino-caribeñas de Miranda y Bolívar, que enriqueció a lo
largo de su fecunda vida.
Martí llegó a los 22 años
“al México republicano, liberal y juarista de Lerdo de Tejada, que le abrió los
brazos y lo sentó al lado de Guillermo Prieto, Manuel Altamirano, Ignacio
Ramírez el Nigromante, Juan José Baz, Vicente Villada, Manuel
Mercado, fogueados en las luchas contra la intervención francesa, y de hombres
de la nueva generación como Justo Sierra y Juan de Dios Peza”, ha escrito el
doctor Alfonso Herrera Franyutti, ilustre biógrafo de su relación con México y
estudioso consagrado de su vida y obra.
Aquí el cubano investigó
muy en serio la civilización mesoamericana y comprendió que “cuando eche a
andar el indio, echará a andar América”. Idea presente en parte importante de
su obra junto a la de que “no hay razas”, al defender la identidad universal
del ser humano y criticar en su fundacional ensayo Nuestra América (1891)
a las repúblicas oligárquicas surgidas de la primera independencia por haber
marginado al indio, al negro y al mestizo.
En su primera estancia
mexicana entre 1875 y 1876 Martí forjó una amistad para toda la vida con el
michoacano Mercado, su anfitrión y confidente siempre. A él escribe la carta
póstuma el día antes de ser alcanzado mortalmente por el fuego enemigo,
considerada su testamento político, en la que expone de manera muy clara la
naturaleza de su proyecto estratégico, que “en silencio ha tenido que ser”.
“Mi hermano queridísimo”
inicia la misiva y dos líneas después sentencia: ya estoy todos los días en
peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber –puesto que lo entiendo y
tengo ánimos con que realizarlo– de impedir a tiempo con la independencia de
Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa
fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré,
es para eso.
Esta concepción martiana
era fruto de haber vivido intensamente por más de una década en el “norte
revuelto y brutal” durante los años de impetuoso desarrollo industrial,
concentración capitalista, y gestación del imperialismo, que describe y
disecciona magistralmente en sus Escenas Norteamericanas, publicadas en
diarios de México a Buenos Aires, además de otros muchos textos memorables. El
desaparecido historiado marxista estadunidense Phillip Phoner le manifestó a
este cronista que ningún otro autor, incluidos los marxistas, había escrito con
la profundidad de Martí sobre esa época en Estados Unidos.
El proyecto político,
filosófico y cultural martiano plasmado en Nuestra América
ha alcanzado un avance asombroso en los últimos años, como se acaba de
demostrar en esa expresión de independencia y rebeldía ante el imperio que fue
la séptima Cumbre de las Américas.
Ello habría sido
inconcebible sin más de medio siglo de resistencia de Cuba ante la hostilidad
de Washington y los pujantes movimientos antineoliberales de los pueblos
latino-caribeños. Esos que hicieron surgir presidentes y gobiernos cuyas
políticas se han alejado del Consenso de Washington, que unidos por el genio y
empuje de Hugo Chávez, consiguieron edificar una cultura política y una
arquitectura de unidad, integración e independencia regional en década y media
como no se había alcanzado desde que estas ideas fueran enarboladas por Bolívar
y luego por Martí.
La revolución cubana
liderada por Fidel y Raúl Castro tiene su cimentación principal en las recias
luchas cubanas contra el colonialismo y el imperialismo y en el pensamiento de
Martí. Él se propuso frenar, con la independencia de Cuba y Puerto Rico, el
expansionismo de Estados Unidos, iniciado por el despojo a México de más de la
mitad de su territorio. Quien echó su suerte “con los pobres de la tierra”
aspiraba a una república que uniera su destino al de sus hermanas de nuestra
América, agrupadas en un solo haz para frenar las pretensiones neocoloniales
estadunidenses y servir de contrapeso para lograr el “equilibrio del mundo”.
Raúl Roa dijo de él que
“vio, previó y postvió”. Por eso es tan exacta la rotunda afirmación de Fidel
de que Martí había sido el autor intelectual del ataque al cuartel Moncada
(1953).
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