Lo que debe preocuparnos
no es exactamente el enriquecimiento, sino el empobrecimiento que como efecto
secundario, si no contamos con políticas sociales que lo eviten, este nos pueda
llegar a producir.
Javier Gómez Sánchez / La Pupila Insomne
Uno de los temas que llamó la atención en las
más recientes sesiones de la Asamblea Nacional, dedicadas a la discusión del
Proyecto de Reforma Constitucional, fue el de la limitación de la concentración de
la riqueza. Ya con anterioridad los cónclaves del Partido Comunista de Cuba y de la propia Asamblea Nacional del Poder Popular que
dieron lugar a los Lineamientos primero, y la Conceptualización después,
debatieron el asunto.
Lo cierto es que estamos ante un
tema en el que no acabamos de definir una combinación efectiva entre el
criterio subjetivo y la vida práctica. Igualmente persiste cierta confusión
entre acumulación de riqueza y concentración de
riqueza. La acumulación de riqueza es existente en cualquier sociedad,
todos lo hacemos en un monto u otro. No es eso lo que se desea limitar, aunque
con frecuencia se confunde, lo que me recuerda cuando una periodista española
me preguntó si en Cuba se pretendía poner un tope a la cantidad de dinero que
la gente podía tener en el banco.
La concentración es la
posesión en pocas manos de una cantidad de medios de producción existentes y
que al ser lógicamente de un número limitado, implica una minoría propietaria y
mayoría desposeída. La concentración de riqueza, entiéndase de medios de
producción, en unas pocas manos privadas, conlleva a la concentración de poder
en esas manos. La típica situación en que un puñado de grupos empresariales
privados tiene más poder en un país que el propio gobierno. El clásico drama
del capitalismo entre la concentración de la riqueza y la socialización del
trabajo que la produce.
El disfrute real de la riqueza, los
mecanismos de socialización, el carácter verdaderamente colectivo, la calidad y
el buen manejo de la forma de propiedad estatal, así como el tipo de
producciones y servicios que deben permanecer en ella, ha sido de amplio debate
a lo largo de los últimos 10 años en Cuba. Pero hasta ahora la única manera de
socializar, además del trabajo, la apropiación de la riqueza- junto a las
fórmulas de cooperativa también presentes en Cuba- es la redistribución por el
estado. Ante la lamentable impresión de que lo que es del Estado ¨no es de
nadie¨, se debe recordar que lo privado es solo de uno o de unos pocos.
Se debe recordar a quien lo necesite que en
el capitalismo más desarrollado e incluso en el menos, los gobiernos no
renuncian a la propiedad estatal sobre grandes empresas de servicios básicos y
estratégicos o de explotación de recursos naturales. Cuando por la tendencia de
algún partido temporalmente en el poder, estas han sido en totalidad o en parte
privatizadas, muchos casos han traído consecuencias negativas con gran impacto
social, y abundan los ejemplos en que la empresa es recuperada por el Estado.
La simple recaudación de impuestos, papel al
que se pretende limitar el Estado, no es por sí sola suficiente ante las
necesidades de un país con necesidades sociales de desarrollo, sino que deja en
manos de los productores privados la imposición absoluta o mayoritaria de los
términos de un tipo de servicio. No necesitamos ir muy lejos para esto, en Cuba
lo hemos visto básicamente en el transporte público y su dependencia de los
privados, con el intento de imposición de tarifas más elevadas y la respuesta
del Estado de crear alternativas con los Taxi Rutero (forma cooperativa) y la
estatal Transmetro (forma estatal).
Durante las recientes sesiones, según lo
divulgado por Granma, uno de los diputados “expuso la duda de que
el proyecto se refiere a la limitación de la concentración de la propiedad y no
incluye, como sí lo hacen los Lineamientos, el tope a la concentración
de la riqueza”. Por lo que otro diputado, miembro de la Comisión, “explicó que
al elaborar este artículo se tuvo en consideración la propiedad y no la
riqueza, porque cuando no existe la concentración de la primera, es muy difícil
que aparezca la otra”.
Otro diputado, agregó: “Es el alcance de la
propiedad la que podemos regular, no así el de la riqueza (…) Lo que tenemos
que definir es que hay una propiedad privada, ya la ley se encargará de definir
cuál será su alcance”.
Creo que una de las cosas que más domina la
visión sobre este asunto, no es realmente el prejuicio hacia la riqueza y sus
“nuevos ricos” cómo solo quieren presentar algunos, aunque no deja de estar
presente, sino que en la mirada por el lado contrario, en Cuba todavía en este momento
vemos la riqueza individual como una señal de prosperidad colectiva.
Venimos de una situación de tanta precariedad
material que es entendible que pensemos así.
La necesidad actual y futura de que una
parte significativa de la población pueda existir y proveerse de alimento,
vivienda, empleo, transporte y esparcimiento de forma no dependiente del Estado
y que lo haga a partir de una forma lícita, marcaron la naturaleza de las
Reformas y de la apertura del trabajo por cuenta propia. Su existencia en un
porcentaje cada vez mayor respecto al total de la población, aunque
inevitablemente minoritario, permitiría concentrar más recursos colectivos
del Estado en las garantías para todos, como seguridad ciudadana, educación,
salud y la atención de los que tienen menos posibilidades o son más
vulnerables.
La distorsión salarial domina el cristal con
que se ve el funcionamiento del sector privado, a pesar de que desde las
autoridades laborales, sindicales y la propia prensa han venido dando alarmas
de las condiciones de explotación presentes en este -desconocimiento de
derechos como la protección por maternidad, vacaciones y accidentes de trabajo,
por ejemplo-, la actual y desproporcionada capacidad de pago de los privados
hace que estos sean vistos no solo como meros empleadores sino como proveedores
de una economía personal superior a la media para sus empleados. El que pone un
paladar en Cuba y da empleo a 10 personas que se benefician también de esas
distorsiones cambiarias y tarifarias, por despiadado que sea, no es considerado
un explotador sino un benefactor.
Las condiciones actuales, bajo las que se
expanden las dinámicas de mercado, hacen que aún no se manifieste una de las
reglas más básicas del capitalismo, aquella mencionada más arriba en la que a
través de la explotación del hombre por el hombre, la minoría rica se basa en
la existencia de la mayoría pobre.
O sí, pero ocurrió en este país hace tanto
tiempo que la mayor parte de la población no lo vivió.
Es para mantener eso dentro de unos límites
socialmente sostenibles que debería preocuparnos el efecto futuro de la
concentración. Las amargas experiencias en el transporte público y la venta de
productos agrícolas, hacen pensar también en el carácter del medio de
producción sobre el que se ejerce la propiedad y los servicios. Una lección de
lo que ocurre cuando se deja a la libertad falsa del mercado un servicio de
primera necesidad. El anunciado “experimento” en el que el Estado proveerá
combustible a bajo precio a los propietarios de transportes públicos, los llamados
“carrotenientes” a cambio de que bajen el precio del pasaje es un camino
diferente y prometedor.
Tal vez deba analizarse, además de la
acumulación de medios de producción en unas pocas manos, la acumulación de
manos sobre unos pocos medios de producción. Con un número limitado de
“almendrones” de dedicados al “boteo”, hemos mantenido una larga cadena de
choferes, titulares y arrendadores sobre los bolsillos de los pasajeros,
incluyendo “inversionistas” desde el extranjero que gracias a nuestras
distorsiones logran la rentabilidad sobre la fuerza de trabajo y otros costos
que nunca obtendrían en el país donde residen. No definir desde un inicio en
ese sector la relación entre la realización de la actividad y
la propiedad sobre el medio de producción con que se realiza,
permitió eslabones parasitarios e insostenibles en la cadena.
Pero tal vez sea en algunas zonas citadinas y
en las ofertas comerciales que van surgiendo en ellas, dónde se pueda comenzar
a apreciar más la capacidad de empobrecimiento que acompaña al enriquecimiento,
ante la carencia y escasa proyección local de acciones que mitiguen su efecto.
En el texto Juntos y revueltos,
en enero del 2017, comenté cómo la diferencia económica ¨ha ido
introduciendo cambios en la composición social de algunas zonas geográficas en
la capital cubana (…) para dar lugar a un nuevo tipo de propietarios con un
mayor manejo económico.(…)Se van perfilando ciertos conflictos indirectos de
convivencia entre la ¨nueva clase media¨
(No ¨nuevos ricos¨, es
ridículo llamar rico a quien posee una casa y un auto chino de tercera
categoría para la industria automotriz) y las capas más proletarias al vivir
juntas en municipios en que el segundo grupo seguirá siendo mayoría.¨
Posteriormente La Pupila Insomne publicó los
textos Empobrecimiento HD y Continúa el empobrecimiento HD, en el cual alertaba de las consecuencias
sociales de la conversión por parte TRD y CIMEX de varios de sus
establecimientos en zonas del municipio Playa, de tiendas de productos a precio
normal a tiendas de alimentos exclusivos de marcas a altos precios:
“Nos vuelven más pobres en la medida en que
no se construyen nuevas tiendas, sino que se eliminan o reducen a las que con
dificultad el promedio de los ciudadanos puede acudir para sus necesidades
básicas, y las sustituyen por otras solo al alcance de una ínfima minoría”, Empobrecimiento
HD. Julio, 2017.
“Para los
productos nacionales u otros a precio ¨normal¨ han quedado un par de estantes y
neveras al fondo de la tienda. Como si los que viven en esa zona de Playa
fueran todos ¨nuevos ricos¨ o diplomáticos extranjeros. Lo más triste en el
flamante supermercado fue ver, en medio de ese esplendor de pacotilla, como las
personas que buscaban inclinándose en la magra nevera donde quedaba alguna
hamburguesa barata o alguna bolsa de yogurt nacional de menos de 1 cuc, las
cosas que la población más compra, eran personas ancianas y evidentemente
humildes”, Continúa el empobrecimiento HD. Enero,
2018.
En un
encuentro al que nos invitaron algunos directivos de una de esas empresas
estatales a raíz de la publicación de Empobrecimiento HD en
Cubadebate, escuchamos que el criterio por el que se habían guiado para hacer
los cambios es que en la zona había emergido una población con un alto poder adquisitivo
y que los pobladores que no lo tenían podían ir a comprar a “otros lugares” (entiéndase
buscar otras tiendas).
Aunque
reconozco que en cierta medida se ha ido rectificando la situación en algunas
de las tiendas que se mencionaron como ejemplo, crea alarma constatar que es
posible que como mismo el naciente sector privado reproduce algunos de los
vicios de los servicios estatales, la mentalidad típica
del rentismo privado puede ser reproducida por una empresa estatal en
el socialismo, algo que sería inadmisible.
Lo que
debe preocuparnos no es exactamente el enriquecimiento, sino el empobrecimiento
que como efecto secundario, si no contamos con políticas sociales que lo
eviten, este nos pueda llegar a producir.
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