Debe emprenderse una reorientación de la política
exterior para contener la presión externa, que se ejerce por medio sanciones
como el bloqueo financiero y que afectan la capacidad de producción nacional,
en particular a la industria petrolera, lo que trae como consecuencia que
disminuyen los ingresos del país y se agravan las condiciones de vida de los
venezolanos.
Leopoldo
Puchi / www.efectococuyo.com
Se puede observar una ligera distensión en lo que
se refiere a la presión de factores extranjeros sobre Venezuela. Un respiro en
las tensiones que, de actuarse con rapidez, puede facilitar una reformulación
de las políticas del Estado en dos direcciones: las líneas económicas y las de
la esfera internacional, con el fin de
aliviar la carga social de la hiperinflación y reactivar la producción nacional.
La desaceleración de la presión externa es
consecuencia de una serie de eventos de menor intensidad, pero que
indudablemente han influido sobre la evolución de los acontecimientos. Es así
como la iniciativa del Grupo Boston de promover la excarcelación de Joshua Holt
y la decisión tomada por el presidente Nicolás Maduro de liberarlo han
contribuido a crear este instante que puede ser utilizado para cambios y para
propiciar el diálogo.
Del mismo modo, la lectura que se le ha dado a lo
acontecido en la última reunión de la Asamblea General de la Organización de
Estados Americanos, por parte de muy importantes funcionarios de Washington,
apunta en la dirección de una reevaluación de los procedimientos utilizados.
Igualmente, habría que anotar que el cambio de gobierno en España saca de juego
una punta de lanza ultra radical e inclina la balanza europea hacia posiciones
menos pugnaces, como las de Portugal y Grecia.
La existencia de esta rendija de distensión brinda
la oportunidad para que en lo interno el Gobierno proceda a tomar medidas en
sus políticas macroeconómicas que contribuyan a controlar la inflación y
permitan la formación de los precios, lo que brindaría un mínimo de la
estabilidad necesaria para el crecimiento de la producción. Entre esas
decisiones estaría la modificación de la Ley de ilícitos cambiarios, para
permitir al sector empresarial importar bienes terminados e insumos con sus
propias divisas de forma legal y pueda asentar los costos en la contabilidad.
Sería un primer escaño de una reforma económica que debe contemplar a la disminución
de la emisión monetaria sin respaldo en la producción.
Al mismo tiempo, debe emprenderse una reorientación
de la política exterior para contener la presión externa, que se ejerce por
medio sanciones como el bloqueo financiero y que afectan la capacidad de
producción nacional, en particular a la industria petrolera, lo que trae como
consecuencia que disminuyen los ingresos del país y se agravan las condiciones
de vida de los venezolanos.
El grado tan elevado al que han llegado las
sanciones y el deterioro tan fuerte de las relaciones de Venezuela con Estados
Unidos y sus países aliados no es solo consecuencia de la actitud de los
círculos más belicistas de Washington, sino que también hay que tomar en cuenta
que Venezuela durante mucho tiempo no ha ejercido eficazmente su diplomacia en
función de neutralizar a los más radicales y ganar aliados. Un
redimensionamiento de la diplomacia, en medio del respiro de la actual
distensión, puede contener nuevas sanciones. Nunca está de más corregir.
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