Las
reivindicaciones inmediatas y urgentes de las grandes mayorías pueden ser
sintetizadas en la recuperación de algún tipo de Estado que garantice su acceso
a servicios básicos de educación, salud y seguridad social, y preserve los
derechos de los trabajadores.
Guillermo Castro H. / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
Un
reciente artículo de Nils Castro[1] hace referencia al
rápido desgaste político de las administraciones neoliberales que, en su
momento, fueron presentadas como evidencia del fin de un “ciclo progresista”
que habría abarcado la primera década de este siglo en nuestra región. Lo que
distingue al artículo es, sobre todo, su decidida orientación hacia el futuro,
y a la creación de las circunstancias necesarias para abrir paso a una vida
mejor para los pueblos de nuestra América.
Esa
novedad se expresa en el núcleo principal del texto, dedicado al análisis de
las victorias que en su momento obtuvo la reacción neoliberal. No todos los
éxitos obtenidos por la contraofensiva reaccionaria, dice el autor, “pueden
achacarse a la avidez, las artimañas y el poder económico y mediático de las
derechas, ni al patrocinio común del imperialismo.” Más, agrega, debe
atribuirse “a acomodamientos, imprevisiones y equívocos del liderazgo” que
administró aquellos gobiernos progresistas, que “minusvaloró el papel de sus
partidos y de las organizaciones populares.”
Hoy,
añade, tiene poca utilidad “atribuir su actual reflujo solo a las vilezas de
los medios de la clase dominante y sus mentores foráneos”, pues esos
medios “solo son tan eficaces como las deficiencias de las izquierdas se lo
facilitan al hacer más vulnerables a sus gobiernos.” De este modo, los éxitos y
fiascos generados en la primera década y media de este siglo por aquellos
gobiernos “suman una experiencia de enorme valor político, que debe analizarse
con autocrítica responsabilidad.”
Esa
autocrítica permitirá “obtener lecciones prácticas para erradicar las
equivocaciones y desarrollar los aciertos de la recién pasada oleada
progresista, para darle mejor armazón ética, política y de organización popular
a la que ahora viene.” Esa nueva oleada, dice, se forma al calor tanto del
desastre en que han venido a encallar los gobiernos de Argentina y Brasil, como
de la movilización social expresada en la votación obtenida por Gustavo Petro
en Colombia, las expectativas que levantan un Lula y un PT regenerados en
Brasil, y la “potente victoria electoral de López Obrador” en México.”
Hasta
ahora, la crítica política al desempeño de aquellos partidos y gobiernos de la
primera oleada progresista era descartada por sus defensores como extremismo de
izquierda carente de asidero en la realidad. La realidad ha venido a demostrar
que esa crítica podía adoptar la forma de una exageración unilateral de uno de
los aspectos de la verdad, pero no era ajena a ella. Superar ese carácter
unilateral, y procurar una recuperación de la verdad en su conjunto, no será
una tarea sencilla.
A
primera vista, todo sugiere que estamos ante un momento de correlación de
debilidades, que aqueja tanto al neoliberalismo como al neodesarrollismo. Las
reivindicaciones inmediatas y urgentes de las grandes mayorías pueden ser
sintetizadas en la recuperación de algún tipo de Estado que garantice su acceso
a servicios básicos de educación, salud y seguridad social, y preserve los
derechos de los trabajadores. Pero aun esa demanda resultará imposible en el
orden de cosas existente, si no ocurre una radical transformación del Estado
existente para ponerlo en capacidad de velar por el bienestar de sus
ciudadanos.
Esa
transformación demandará, ahora sí, una revolución democrática de los
trabajadores del campo y de la ciudad. Eso dependerá de la capacidad de las
organizaciones políticas involucradas para trascender sus límites de origen.
Ninguna de ellas fue creada para ir más allá de esos límites, y su regeneración
- si ocurre, y ojalá ocurra - tan solo les permitirá operar de manera más
eficiente dentro del orden (y el desorden) que genera la crisis.
Una
vez más, será necesario estar atento a las diferencias entre las sociedades que
concurren al mismo proceso. Se trata de un universo de conflictos que va desde
Brasil y Argentina, hasta México y Nicaragua – donde la nueva oleada
progresista podría verse convertida en reaccionaria si no existe la capacidad
política para distinguir la contradicción principal que se genera en lo
profundo del ser social, del aspecto principal de esa contradicción, que se
expresa en la lucha por el control político del Estado.
Otro
problema a prever es el del impacto de una nueva oleada progresista en países
como Panamá, donde la primera no tuvo un impacto significativo y cuyos
gobiernos recientes han prestado un apoyo entusiasta al proceso de restauración
oligárquica en su entorno. En todos esos países – y Colombia es una muestra –
se hace evidente ya una ampliación de la resistencia social a las consecuencias
de esa restauración, a pesar del éxito logrado por ella en la desarticulación y
la mediatización de las organizaciones del movimiento popular.
En
momentos así, es bueno siempre un viaje a la raíz que nos ayude a orientar la
búsqueda de caminos que nos lleven a una cosecha de frutos nuevos. Y en esa
raíz encontramos la advertencia de José Martí a las tareas de análisis y
decisiónen tiempos de riesgo y oportunidad como los que encaramos:
A
lo que se ha de estar no es a la forma de las cosas, sino a su espíritu. Lo
real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se
ve. La política es el arte de combinar, para el bienestar creciente interior,
los factores diversos u opuestos de un país, y de salvar al país de la
enemistad abierta o la amistad codiciosa de los demás pueblos.[2]
Lo
que eso signifique para nuestros tiempos definirá el modo más adecuado de
establecer y encarar los desafíos que hoy encaran nuestros pueblos, en la
circunstancia propia de cada uno. Lo más importante, aquí, será la claridad en
los fines a alcanzar, como en los medios que demanden. De otro modo, correremos
una vez más el riesgo de que sean los medios los que determinen los fines, y la
crisis se convierta en el modo de ser de nuestras sociedades.
Panamá, 17 de julio de 2018.
[2] “La
Conferencia Monetaria de las Repúblicas de América”. La Revista
Ilustrada, Nueva York, mayo de 1891. Obras Completas. Editorial
de Ciencias Sociales, La Habana, 1975. VI, 158.
No hay comentarios:
Publicar un comentario