En este país la
picaresca dice que alguien “se ha sacado el tigre de la rifa” cuando ha llegado
a ocupar un cargo de dificilísima gestión. Cuando alguien ha obtenido algo que
no es ninguna ganga obtener. Andrés Manuel
se ha sacado el tigre de la feria.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Me he sentado a
escribir estas líneas cuando recién he concluido el comunicado número 69 de la
Secretaría Nacional de Derechos Humanos de Morena. Lo he hecho al regresar a casa, después
de una burocrática audiencia en la
Fiscalía Especializada en Delitos Electorales de Puebla (FEPADEP). Como Secretario Nacional de Derechos Humanos,
soy denunciante de actos de
vandalismo en contra de nuestra sede en
Puebla, ocurridos en los días previos a la elección. El motivo del comunicado
número 69 es el anuncio que me ha hecho por whatsapp, Gabriel García, Secretario de Organización del Comité
Ejecutivo Nacional. Sentado en el café,
mientras espero la referida audiencia, leo el mensaje de Gabriel: “Carlos, acaban
de asesinar al Presidente Electo de Buenavista, Michoacán. Por favor ayúdanos
con el pronunciamiento que lamentablemente se ha vuelto costumbre”. En mis casi tres años en el encargo de
derechos humanos, he contabilizado 34
asesinatos de militantes o afiliados a Morena.
Además, muchos crímenes e injusticias más que son realidad cotidiana en
este México bronco. Pienso, mientras bebo la infusión de menta que he pedido,
que éste es uno de los desafíos de Morena: pacificar a un país en el cual dos
terceras partes de sus municipalidades están influidas o controladas por el
crimen organizado.
En este país la
picaresca dice que alguien “se ha sacado el tigre de la rifa” cuando ha llegado
a ocupar un cargo de dificilísima gestión. Cuando alguien ha obtenido algo que
no es ninguna ganga obtener. Andrés Manuel
se ha sacado el tigre de la feria. México ya era un tigre desbocado cuando lo
apoyamos en 2006 en su primer intento presidencial. Lo era más todavía en 2012
cuando el fraude nos lo hicieron no solamente adulterando resultados, sino
comprando votos a granel. En diciembre de 2018, asumirá la presidencia de un
país sumamente maltrecho. Un grupo de poder político-empresarial que ha
secuestrado al gobierno para poder satisfacer sus particulares intereses (“la
mafia del poder”); un narcotráfico rampante; una burocracia dorada que ya he empezado
a patalear porque se van a reducir notablemente sus salarios; una corrupción
pública rampante que al menos roba unos 25 mil millones de dólares al año; una
violencia que ha cegado en los últimos 12 años 235 mil vidas y ha desaparecido
de manera forzada entre 25 y 30 mil
personas. A esto hay que agregar una
planta productiva desmantelada por más de tres décadas de neoliberalismo, un
endeudamiento galopante realizado por el gobierno de Peña Nieto, más de 60% de
pobres, millones de jóvenes sin estudio ni empleo. Y muchas otras calamidades
más.
Uno de estos días, al
salir del edificio en donde parcialmente me mantengo, la señora de la limpieza
me ha visto con mi chaleco guinda y el holograma de Morena pues me dirijo a una
actividad partidaria. Con una escoba y un recogedor en las manos me ha dicho:
“Yo voté por ustedes. Ojalá no vayan a decepcionar a la gente”. Me quedo
ensimismado. De todos los desafíos que tiene Morena, este es el decisivo.
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