sábado, 1 de febrero de 2020

A propósito de "Los dos papas"

Desde fines de diciembre pasado comenzó a circular por Netflix "Los dos Papas", del brasileño Fernando Meirelles. Una súper producción que se centra en los diálogos mantenidos entre el Papa Benedicto XVI interpretado por el célebre actor Antony Hopkins y el Cardenal Bergoglio caracterizado por Jonathan Pryce, tan convincente que se confunde con el original. 

Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde Buenos Aires, Argentina

La acción sucede durante la elección del primero y luego, cuando Benedicto decide alejarse del cargo y proponer al argentino como sucesor de Pedro, entre los años 2005 y 2013. Ambos – siguiendo un formato controvertido de conceder una mirada que comporta dos extremos opuestos – aparentan confesar momentos íntimos como también sus pecados.

Uno mostrará su soledad más descarnada, avergonzado e impávido ante la inocultable deshonestidad de su colaborador más cercano, apresado por la guardia suiza y el otro, sus vínculos con la gente desde siempre, desde su lado mundano y futbolero; hincha fanático de San Lorenzo. Pero sobre todo, muestra su lado oscuro, su estrecha relación con el almirante Masera en la última dictadura, cuando él era el responsable de la orden e impartía su autoridad sobre sus hermanos, eludiendo reconocer lo que hacían las Fuerzas Armadas. Hecho que allí, lo muestra arrepentido, porque advierte la tortura y desaparición de muchos colaboradores y conocidos alrededor suyo y que no actuó como lo hicieron muchos sacerdotes comprometidos, aunque prestó ayuda a muchos que acudieron a él.
 

Una vez caído el régimen militar y separado de la orden, se retira a una parroquia a las sierras cordobesas donde intenta enmendar errores, sirviendo humildemente a sus feligreses como uno más. Es un retiro espiritual obligatorio como si esa penitencia lo pusiera al servicio sacerdotal más simple y genuino. Tal como se siente cuando le manda la carta a Benedicto XVI solicitándole que acepte su retiro, justo en el momento en que el Papa lo manda llamar y le hace decir a Bergoglio que, “no existen las casualidades sino las causalidades”. Expresión sobre la que gira su futura elección como, Sumo Pontífice, Vicario de Cristo, Patriarca Universal, Jefe del Estado Vaticano, entre los tantos títulos que recaen sobre su calva testa.

Tiene la misión, como le reclama Benedicto, de llevar a cabo la reforma que él jamás podría llevar a cabo, precisamente porque representa lo opuesto. El guión del film insiste en las respuestas de un Bergoglio que siempre se muestra ganador, elaborando la metáfora que el ego de los argentinos es tan grande que pueden subirse y de allí suicidarse.

Más allá del relato cinematográfico, cabe recordar que la orden creada por Ignacio de Loyola y aprobada por el Papa Paulo III en 1540, con la denominación Compañía de Jesús, estuvo encargada de llevar a cabo la contra reforma, es decir, luchar contra las ideas reformistas iniciada un siglo antes por Martín Lutero.

Fue una orden disciplinada militarmente, como lo era su fundador y que sirvió al imperio español en su expansión por el mundo.[1]

Que un miembro de esa orden, además latinoamericano se haga cargo de las grandes reformas que requiere la Iglesia luego de casi cinco siglos, no deja de ser una paradoja de los tiempos.

Meirelles se da el gusto, como un porteño de pura cepa, de remontar la juventud de Jorge Bergoglio, hasta el momento que siente el llamado de Dios y deja a su novia, con quien disfruta verlo bailar tango; ese maravilloso y único género musical que identifica a los rioplatenses.

De más está agregar la excelente puesta musical que se lleva las palmas por acompañar el relato fílmico, desde lo sublime a lo profano, incluyendo versiones de piano de un Hopkins que conocemos su virtuosismo, hasta una canción de la inolvidable Mercedes Sosa, además de tangos y cumbias villeras.

En su maravillosa crítica al film, Leonardo Boff, con autoridad y conociéndolos a ambos, finaliza su análisis: “La película es una hermosa metáfora de la condición humana, con dos formas diferentes de realizar la humanidad, que no se oponen sino que se componen y completan, una con ternura y la otra con vigor. Vale la pena ver la película, porque nos hace pensar y nos ofrece lecciones de escucha mutua, de diálogo abierto, de verdades dichas sin tapujos y una amistad que va creciendo a medida que la relación se distiende con cada encuentro. El perdón que se dan uno a otro y el abrazo final, largo y amoroso, engrandece lo humano y lo espiritual presente en cada uno de nosotros.”[2]

Como en El fiscal, la presidenta y el espía, el documental realizado por el inglés Justin Webster difundido también por Netflix, divide las aguas entre los que creen que el fiscal Alberto Nisman se suicidó y otros que lo mataron; del mismo modo Los dos Papas genera idéntica polarización, a pesar de que – según trascendió – el Vaticano autorizó el film.

El núcleo duro de la sociedad porteña, aquel mimado por el gobierno anterior y amparado por el blindaje de los medios, acusa a Francisco de “peronista”. Reprocha que no quiso venir a su país durante los últimos cuatro años, aunque pocos reparan en que le dio al entonces presidente Mauricio Macri, una breve audiencia de 22 minutos en la Biblioteca del Vaticano, donde se lo retrató con cara de pocos amigos; humorada tal vez por la renuencia del ex presidente hacia la lectura. Esta gente intenta ignorar la alta política que desarrolla el Pontífice, reduciéndola a politiquería partidaria minúscula y local, con es fogonero canchero del que tuvo siempre la sartén por el mango.

Conciliador como siempre, el presidente Alberto Fernández antes de viajar a verlo al Papa este último día del mes de enero, se refirió a esa triste dicotomía que alguien bautizó grieta: “El Papa no es de nadie. El Papa ni es de los peronistas ni de los no peronistas. El Papa es una figura moral, enorme en el mundo, y los argentinos tenemos que acostumbrarnos a terminar con esta discusión de apropiarnos del Papa. Es una figura que está mucho más allá de nosotros y hay que cuidarlo en su autoridad, y hay que cuidar lo que realmente representa: es el Pastor más importante de la Iglesia. No tenemos que someterlo a las disputas internas.”

Con el actual presidente, el Papa Francisco mantiene una excelente relación sobre los temas económicos y sociales, aunque difiere sustancialmente sobre el tema del aborto. Razón por la cual, exigió que el representante argentino en el Vaticano no fuera un político, sino un diplomático de carrera. En este sentido, en las últimas horas se conoció la designación de María Fernanda Silva, primera mujer argentina afrodescendiente incorporada al Servicio Exterior del país.

Sus preocupaciones por el cambio climático lo han llevado a elaborar su encíclica Laudato Si: sobre el cuidado de la Casa Común, como también a proteger a los refugiados sirios y de África, exhortando a los gobiernos a que los acepten y den cabida en sus países.

Constantemente se manifiesta por un orden económico más justo y solidario e implementa acciones en este sentido, como son las emprendidas por la Pontificia Academia de Ciencias Sociales, las que seguramente tendrán importantes consecuencias para los países deudores como Argentina.

Estuve en México en 2016, la semana de su visita y fui testigo de sus cualidades prácticas y espontáneas desarrolladas, cuando visitó tres puntos importantes del país azteca; siendo el último, el realizado en Ciudad Juárez, en el palco montado de cara a El Paso, Texas. Allí polemizó en su viaje de regreso con Donald Trump antes de ser elegido presidente de EEUU, molesto por sus bravuconadas e insistencia en prolongar el muro divisor entre las dos naciones.

Pude comprobar entonces también, en forma directa, su gran capacidad política para amonestar a la sospechosa cúpula eclesiástica mexicana y a la vez mostrarse humilde y paternal con sus fieles seguidores que lo aguardaban acampando días con sus familias. Sus caricias con los niños y discapacitados, su permanente ternura con las madres y humildes no menguaron severidad a la hora de dirigirse a los poderosos y aquellos que hacen la vista gorda ante tanta injusticia y diferencia social. En cada uno de los lugares elegidos expuso claramente su rol en este tiempo convulso que nos toca vivir.

Más allá de esto, es interesante darle una mirada al film dado que evoca la humanidad de dos personas muy distintas entre sí, dentro de la compleja institución eclesiástica que ha servido de modelo político de organización y permanencia a través de los tiempos.


[1] Pavone, Sabina, Los Jesuitas, desde los orígenes hasta la supresión, 1ª. Ed., Buenos Aires, Libros de la Araucaria, 2007.
[2] Leonardo Boff, Los dos papas, dos modelos de hombre, dos modelos de Iglesia, www.religióndigital.org

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