Desde fines
de diciembre pasado comenzó a circular por Netflix "Los dos Papas",
del brasileño Fernando Meirelles. Una súper producción que se centra en los
diálogos mantenidos entre el Papa Benedicto XVI interpretado por el célebre
actor Antony Hopkins y el Cardenal Bergoglio caracterizado por Jonathan Pryce,
tan convincente que se confunde con el original.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra
América
Desde Buenos Aires, Argentina
La acción
sucede durante la elección del primero y luego, cuando Benedicto decide
alejarse del cargo y proponer al argentino como sucesor de Pedro, entre los
años 2005 y 2013. Ambos – siguiendo un formato controvertido de conceder una
mirada que comporta dos extremos opuestos – aparentan confesar momentos íntimos
como también sus pecados.
Uno mostrará
su soledad más descarnada, avergonzado e impávido ante la inocultable
deshonestidad de su colaborador más cercano, apresado por la guardia suiza y el
otro, sus vínculos con la gente desde siempre, desde su lado mundano y
futbolero; hincha fanático de San Lorenzo. Pero sobre todo, muestra su lado
oscuro, su estrecha relación con el almirante Masera en la última dictadura,
cuando él era el responsable de la orden e impartía su autoridad sobre sus
hermanos, eludiendo reconocer lo que hacían las Fuerzas Armadas. Hecho que
allí, lo muestra arrepentido, porque advierte la tortura y desaparición de
muchos colaboradores y conocidos alrededor suyo y que no actuó como lo hicieron
muchos sacerdotes comprometidos, aunque prestó ayuda a muchos que acudieron a
él.
Una vez caído
el régimen militar y separado de la orden, se retira a una parroquia a las
sierras cordobesas donde intenta enmendar errores, sirviendo humildemente a sus
feligreses como uno más. Es un retiro espiritual obligatorio como si esa
penitencia lo pusiera al servicio sacerdotal más simple y genuino. Tal como se
siente cuando le manda la carta a Benedicto XVI solicitándole que acepte su
retiro, justo en el momento en que el Papa lo manda llamar y le hace decir a
Bergoglio que, “no existen las casualidades sino las causalidades”. Expresión
sobre la que gira su futura elección como, Sumo Pontífice, Vicario de Cristo,
Patriarca Universal, Jefe del Estado Vaticano, entre los tantos títulos que
recaen sobre su calva testa.
Tiene la
misión, como le reclama Benedicto, de llevar a cabo la reforma que él jamás podría
llevar a cabo, precisamente porque representa lo opuesto. El guión del film
insiste en las respuestas de un Bergoglio que siempre se muestra ganador,
elaborando la metáfora que el ego de los argentinos es tan grande que pueden
subirse y de allí suicidarse.
Más allá del
relato cinematográfico, cabe recordar que la orden creada por Ignacio de Loyola
y aprobada por el Papa Paulo III en 1540, con la denominación Compañía de
Jesús, estuvo encargada de llevar a cabo la contra reforma, es decir, luchar
contra las ideas reformistas iniciada un siglo antes por Martín Lutero.
Fue una orden
disciplinada militarmente, como lo era su fundador y que sirvió al imperio
español en su expansión por el mundo.[1]
Que un
miembro de esa orden, además latinoamericano se haga cargo de las grandes
reformas que requiere la Iglesia luego de casi cinco siglos, no deja de ser una
paradoja de los tiempos.
Meirelles se
da el gusto, como un porteño de pura cepa, de remontar la juventud de Jorge
Bergoglio, hasta el momento que siente el llamado de Dios y deja a su novia,
con quien disfruta verlo bailar tango; ese maravilloso y único género musical
que identifica a los rioplatenses.
De más está
agregar la excelente puesta musical que se lleva las palmas por acompañar el
relato fílmico, desde lo sublime a lo profano, incluyendo versiones de piano de
un Hopkins que conocemos su virtuosismo, hasta una canción de la inolvidable
Mercedes Sosa, además de tangos y cumbias villeras.
En su maravillosa
crítica al film, Leonardo Boff, con autoridad y conociéndolos a ambos, finaliza
su análisis: “La película es una hermosa metáfora de la condición humana, con
dos formas diferentes de realizar la humanidad, que no se oponen sino que se
componen y completan, una con ternura y la otra con vigor. Vale la pena
ver la película, porque nos hace pensar y nos ofrece lecciones de escucha
mutua, de diálogo abierto, de verdades dichas sin tapujos y una amistad que va
creciendo a medida que la relación se distiende con cada encuentro. El perdón
que se dan uno a otro y el abrazo final, largo y amoroso, engrandece lo humano
y lo espiritual presente en cada uno de nosotros.”[2]
Como en El
fiscal, la presidenta y el espía, el documental realizado por el inglés Justin
Webster difundido también por Netflix, divide las aguas entre los que creen que
el fiscal Alberto Nisman se suicidó y otros que lo mataron; del mismo modo Los
dos Papas genera idéntica polarización, a pesar de que – según trascendió – el
Vaticano autorizó el film.
El núcleo
duro de la sociedad porteña, aquel mimado por el gobierno anterior y amparado
por el blindaje de los medios, acusa a Francisco de “peronista”. Reprocha que
no quiso venir a su país durante los últimos cuatro años, aunque pocos reparan
en que le dio al entonces presidente Mauricio Macri, una breve audiencia de 22
minutos en la Biblioteca del Vaticano, donde se lo retrató con cara de pocos
amigos; humorada tal vez por la renuencia del ex presidente hacia la lectura.
Esta gente intenta ignorar la alta política que desarrolla el Pontífice,
reduciéndola a politiquería partidaria minúscula y local, con es fogonero
canchero del que tuvo siempre la sartén por el mango.
Conciliador
como siempre, el presidente Alberto Fernández antes de viajar a verlo al Papa
este último día del mes de enero, se refirió a esa triste dicotomía que alguien
bautizó grieta: “El Papa no es de
nadie. El Papa ni es de los peronistas ni de los no peronistas. El Papa es una
figura moral, enorme en el mundo, y los argentinos tenemos que acostumbrarnos a
terminar con esta discusión de apropiarnos del Papa. Es una figura que está
mucho más allá de nosotros y hay que cuidarlo en su autoridad, y hay que cuidar
lo que realmente representa: es el Pastor más importante de la Iglesia. No
tenemos que someterlo a las disputas internas.”
Con el actual
presidente, el Papa Francisco mantiene una excelente relación sobre los temas
económicos y sociales, aunque difiere sustancialmente sobre el tema del aborto.
Razón por la cual, exigió que el representante argentino en el Vaticano no fuera
un político, sino un diplomático de carrera. En este sentido, en las últimas
horas se conoció la designación de María Fernanda Silva, primera mujer
argentina afrodescendiente incorporada al Servicio Exterior del país.
Sus
preocupaciones por el cambio climático lo han llevado a elaborar su encíclica
Laudato Si: sobre el cuidado de la Casa Común, como también a proteger a los
refugiados sirios y de África, exhortando a los gobiernos a que los acepten y
den cabida en sus países.
Constantemente
se manifiesta por un orden económico más justo y solidario e implementa
acciones en este sentido, como son las emprendidas por la Pontificia Academia
de Ciencias Sociales, las que seguramente tendrán importantes consecuencias
para los países deudores como Argentina.
Estuve en
México en 2016, la semana de su visita y fui testigo de sus cualidades
prácticas y espontáneas desarrolladas, cuando visitó tres puntos importantes
del país azteca; siendo el último, el realizado en Ciudad Juárez, en el palco
montado de cara a El Paso, Texas. Allí polemizó en su viaje de regreso con
Donald Trump antes de ser elegido presidente de EEUU, molesto por sus
bravuconadas e insistencia en prolongar el muro divisor entre las dos naciones.
Pude
comprobar entonces también, en forma directa, su gran capacidad política para
amonestar a la sospechosa cúpula eclesiástica mexicana y a la vez mostrarse
humilde y paternal con sus fieles seguidores que lo aguardaban acampando días
con sus familias. Sus caricias con los niños y discapacitados, su permanente
ternura con las madres y humildes no menguaron severidad a la hora de dirigirse
a los poderosos y aquellos que hacen la vista gorda ante tanta injusticia y
diferencia social. En cada uno de los lugares elegidos expuso claramente su rol
en este tiempo convulso que nos toca vivir.
Más allá de
esto, es interesante darle una mirada al film dado que evoca la humanidad de
dos personas muy distintas entre sí, dentro de la compleja institución
eclesiástica que ha servido de modelo político de organización y permanencia a
través de los tiempos.
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