El terror de
las derechas al Movimiento al Socialismo (MAS) es grande. A pesar del cruento
golpe de estado, Evo y su partido han resurgido y actualmente la fórmula
presidencial de Luis Arce y David Cochehuanca es una alternativa viable para
retomar el camino del progresismo en Bolivia.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla,
México
Desde hace muchos años
he pensado que la democracia liberal y representativa, esa democracia que
antaño denominábamos peyorativamente
“democracia burguesa”, es asfixiante
para el neoliberalismo. También lo son todas las disposiciones jurídicas nacionales
e internacionales que protegen los
derechos humanos. Vivimos una época que Boaventura De Souza Santos ha llamado
“poscontractual”: el contrato social de la modernidad sustentado en la figura
del ciudadano y sus libertades civiles y políticas, tiende a ser una
formalidad, una suerte de fraseología que simplemente enmascara un orden
crecientemente autoritario y represivo. Precisamente el orden que necesita el
capitalismo neoliberal para reproducirse ampliadamente. En una entrevista
reciente el prestigiado sociólogo portugués declaró francamente que el
neoliberalismo era incompatible, incluso con la democracia de baja intensidad.
En sí mismo, el capitalismo le ha tenido aversión a los derechos sociales, el
capitalismo salvaje (neoliberalismo) se la tiene a los derechos civiles y
políticos.
En esto
coinciden las dos derechas que estamos viendo en este momento. La derecha
neoliberal que hizo nacer el auge neoliberal y la derecha neofascista que ha
hecho emerger la estampida migratoria y la crisis neoliberal. Esto es lo que estamos viendo en Bolivia, hoy
un ejemplo elocuente de la actuación de las dos derechas representadas por
Carlos Mesa la primera y por Jeanine Añez y Luis Fernando Camacho la segunda.
El terror de las derechas al Movimiento al Socialismo (MAS) es grande. A pesar
del cruento golpe de estado, Evo y su partido han resurgido y actualmente la
fórmula presidencial de Luis Arce y David Cochehuanca es una alternativa viable
para retomar el camino del progresismo en Bolivia. La falacia de la terminación
del ciclo progresista en América latina, tiene en Bolivia una muestra
fehaciente. Las derechas tienen que unirse, allí está la abdicación de su
candidatura por parte de Camacho, para poder hacer un bloque que enfrente al
retorno del masismo en las elecciones de mayo próximo.
Pero al
parecer esto no es suficiente. Al igual que lo hizo en 2005, el monstruo
bicéfalo del neoliberalismo mexicano (PRI-PAN), con la eventual candidatura de
Andrés Manuel López Obrador, en Bolivia derecha neoliberal y neofascista se han
unido para impedir que Luis Arce y Evo Morales sean candidatos. La maniobra
legaloide es el argumento de que tanto Arce como Evo perdieron su
residencia en Bolivia al tener que salir
al exilio después del golpe de estado de noviembre de 2019… Con ello buscan
impedir que Luis Arce sea el próximo Presidente de Bolivia y que Evo Morales
ocupe un escaño en el Senado.
Cuando
literalmente millones de personas salimos a las calles de la ciudad de México
para luchar contra el desafuero de
Andrés Manuel, y me vi a mí mismo ente
la muchedumbre exigiendo que se respetara la democracia electoral, no dejé de
pensar en la paradoja de mi existencia y la de las distintas generaciones de
izquierda en el mundo. Habiendo tachado de “formal” y “burguesa” a la
democracia liberal, terminamos luchando por ella. He aquí el signo de los
tiempos del autoritarismo neoliberal.
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