Necesitamos
la generación de conciencia generalizada para procurar el replanteamiento de la
idea del hombre y la masculinidad; requerimos romper el eterno condicionamiento
del ser masculino representado por el macho, una creencia sostenida que deber
ser desnaturalizada, requerimos poner fin a todas las formas opresivas
ejercidas de manera consciente e inconsciente por el hombre sobre la mujer y
también sobre otros hombres.
Cristóbal León Campos / Especial para Con Nuestra América
Desde Mérida, Yucatán.
México.
Las
imágenes no pueden otra cosa que hacernos sentir una real sensación de horror,
la reciente noticia del brutal asesinato de Ingrid Escamilla, conmueven a
cualquiera con un poco de sentido común, pero desafortunadamente como suele
ocurrir en estos casos, la violencia tan normalizada en la sociedad mexicana en
contra de la mujer, hace que pasados unos días y en algunos casos unas horas,
todo se diluya y lo que fuera una sensación de pesar, sea dirigida a otro lado
mediante las estrategias del mercado que nos ofrece consumir mercancías
desechables a cambio de nuestra dignidad humana.
La
violencia contra las mujeres es tan real como lo es la resistencia del machismo
a reconocer su papel en ella, la constitudianaria violación de los derechos de
la mujer en nuestra sociedad es una constante histórica arraigada a patrones
culturales que la sostienen, la justificación cínica recurrente que culpa a la
víctima de la violencia ejercida sobre ella y niega el carácter estructural del
machismo es la defensa que de sí mismo hace el sistema para continuar siendo
machista, pero es algo mucho más complejo, no es únicamente una respuesta
automática, es en realidad, una estrategia comprobada para mantener el statu
quo, ello significa, que la estructura sistémica está basada justamente en la
opresión, en este caso, en la opresión de la mujer por el hombre o incluso por
otras mujeres que han aceptado ser parte de la dominación.
Nótese
la propia defensa del asesino, Érick Francisco, al pretender justificarse
diciendo que había consumido drogas y fue poseído por el demonio, alegato desvergonzado
para declararse sorprendido ante los hechos, exponerse psicológicamente incapaz
y así buscar una pena menor a la correspondiente, el problema es que el sistema
lo permite, no sería la primera vez y mientras sea posible no será la última,
Ingrid había denunciado meses atrás a su agresor y como es costumbre nada se
hizo al respecto. Lo anterior no es otra cosa que la ejemplificación de que la
violencia contra la mujer no sólo es negada mientras se ejerce, es muestra de
que todo el sistema está constituido para oprimir, por eso la justa crítica del
feminismo al patriarcado, es decir, a la lógica estructural del sistema. Claro,
lo anterior no significa que hombres no opriman a otros hombres y no ejerzan
violencia sobre ellos, pero sí significa que además de la violencia natural del
sistema, la mujer es doblemente violentada por el simple hecho de ser mujer,
algo así como el pecado original que tanto gusta a los sacerdotes recordar.
En
este contexto tan adverso, todos y todas tenemos responsabilidad, el feminismo
ya desde hace décadas ha tomado su responsabilidad activa generando una
amalgama de caminos para transformar la realidad social y otorgar a las mujeres
su lugar, sus derechos y su dignidad. Por el lado de los hombres no puede
decirse que estamos en cero, poco a poco se diversifican y socializan grupos,
ideas y acciones a favor de la generación de una nueva masculinidad, aunque
claro, la violencia reitera en todas sus manifestaciones contra la mujer de
manera constante, deja en claro que nos falta muchísimo.
Necesitamos
la generación de conciencia generalizada para procurar el replanteamiento de la
idea del hombre y la masculinidad; requerimos romper el eterno condicionamiento
del ser masculino representado por el macho, una creencia sostenida que deber
ser desnaturalizada, requerimos poner fin a todas las formas opresivas
ejercidas de manera consciente e inconsciente por el hombre sobre la mujer y
también sobre otros hombres.
Repensar
la masculinidad para cambiar el mundo es una de las tareas urgentes para el
movimiento progresista, hacer de este siglo XXI, el tiempo de la emancipación
total, superando la dominación sistémica en todos sus ámbitos y, con ello,
dejar atrás al machismo y la violencia contra la mujer. Los hombres tenemos que
reconocer nuestra responsabilidad en la reproducción del patriarcado y de la
opresión violenta sobre la mujer. Una nueva conciencia para un nuevo mundo, la
idea de humanidad necesita también una nueva interpretación en conjunto,
mujeres y hombres, construyendo ese mundo soñado donde “quepan todos los
mundos”. Dejemos atrás la explotación, la discriminación, la desigualdad, la
violencia y opresión contra la mujer y contra otros hombres, pongamos fin al
feminicidio; erradiquémoslo de nuestra cultura y sociedad. Hagamos del mundo un
lugar realmente justo, superando las arcaicas estructuras
patriarcal-capitalistas.
¡Ni
una menos!
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